El traumático pasado del hijo de Daniel Day-Lewis por la compleja relación con su padre
Para un actor cuya vida privada está perfectamente emancipada de una carrera impecable, el haber conocido a la actriz francesa Isabelle Adjani significó una verdadera implosión en su cotidianidad. Daniel Day-Lewis se enamoró perdidamente de la protagonista de La historia de Adele H. en 1989 y estuvieron seis años juntos, acompañándose mutuamente en sus diversos proyectos y en un hogar donde reinaba la pasión por el arte. Sin embargo, ese vínculo que parecía idílico, se desmoronó en 1995, cuando Lewis conoció a la directora Rebecca Miller -hija del célebre dramaturgo Arthur Miller- y decidió que era momento de separarse de Adjani .
De todas maneras, las circunstancias no eran las ideales para ninguna pareja: la actriz le contó que estaba esperando un hijo y, en ese torbellino, el triple ganador del Oscar simplemente no supo cómo reaccionar ante la noticia ni cómo manejar una situación tan compleja. “La evasión es algo que estudié”, había llegado a declarar el intérprete británico (nacionalizado irlandés) sobre la prensa, pero también dejó entrever una necesidad de eludir una realidad incontrastable cuando Adjani le habló de su embarazo mientras la relación entre ambos estaba en ruinas.
Al año siguiente del flechazo con Miller (la conoció en la casa de su padre, mientras se preparaba para el rol de John Proctor en Las brujas de Salem, adaptada a la pantalla grande por el dramaturgo, quien se basó en su propia obra), en 1996 contrajo matrimonio y tuvo dos hijos con ella, Ronan y Cashel. Cuando el 9 de abril de 1995 nació Gabriel-Kane Day-Lewis, Adjani estaba sola , y tiempo después contaría cómo atravesó ese instante que suscitó emociones encontradas: con la certeza de que iba a ponerse de pie eventualmente por la felicidad que le generaba ser madre, pero también quebrada por dentro por un contexto ineludible.
“Pude haberme puesto a llorar por lo que pasó, pero no lo hice”, contó respecto de los primeros meses de vida de su pequeño, a quien crio sola en Suiza luego de que Day-Lewis la dejara por fax para empezar una historia de vida con Miller. “Ahora tenemos una relación pacífica”, sumó la actriz francesa. “Tengo un gran respeto por él y por su carrera y por la vida que les dio a sus hijos y a su nueva esposa, pero sería intrusivo volver a verlo “, añadió, ratificando así que nunca más pudieron compartir una mesa familiar. El lazo entre Isabelle y Gabriel se volvió, dadas las circunstancias, muy fuerte, y por un largo período de tiempo Daniel no estuvo cerca para conocer cuáles eran las pasiones que se estaban despertando en su hijo, sus anhelos, sus planes a futuro.
Su madre lo describe como “un alma vieja” que destila sabiduría. “Detrás de ese chico a veces rebelde y muy obstinado, hay mucho conocimiento y una filosofía preciosa sobre el amor, la bondad y la generosidad”, remarcó la actriz ganadora de cinco premios César sobre el joven con quien incluso llego a modelar para producciones fotográficas en las que se percibe lo mucho que se parece Gabriel, quien ahora tiene 27 años, a su mamá y a su papá. En su rostro yace la mixtura de ambos y esa belleza lo condujo, naturalmente, a empezar un camino en el modelaje. De todas formas, antes de arribar a ese destino, ese pasado traumático por la forma abrupta en la que su padre rompió vínculo con su madre afectó su infancia y parte de su adolescencia .
Una vida itinerante y el paulatino acercamiento a su padre
Gabriel nació en Nueva York, fue criado inicialmente en Suiza y luego se instaló con su madre en París. A medida que transcurría el tiempo, el joven tenía muchos interrogantes respecto de su padre y la forma en la que desapareció de su vida para iniciar una nueva. Por lo tanto, mientras veía cómo Day-Lewis estaba triunfando en el mundo del cine y le dolía no ser parte de esa familia y no ver a sus hermanos, Gabriel habló con Adjani sobre sus temores más íntimos. Una vez que logró superar la vacilación, y cuando estaba cerca de cumplir 15 años, tomó una decisión que cambiaría drásticamente su vida: viajar hacia Dublín para, por primera vez, sentarse a tener una conversación franca con su papá e intentar perdonarlo. De acuerdo a lo trascendido, el joven debió abandonar la ciudad que consideraba “su lugar en el mundo”, París, con el objetivo de subsanar heridas familiares.
Así, el tiempo que estuvo en esa casa alejada del mundanal ruido constituyó un período clave de su vida: de a poco fue reconstruyendo -o construyendo, a secas- la relación con su papá, compartiendo actividades con sus hermanos (Ronan y Cashel tienen actualmente 24 y 20 años, respectivamente) y también observando qué cosas tenía en común con la esposa de su padre, quien lo recibió con los brazos abiertos, más allá de la incomodidad inicial. En diálogo con la publicación In Style, Gabriel recordaría esa reconciliación con mucho cariño.
“Mi padre es una persona increíble. Su mejor consejo es que sea siempre buena persona, pero que me proteja de los periodistas”. Adjani, una figura igual de reservada, también influyó en la decisión de su hijo de cultivar un bajo perfil. El joven incluso se define como “un excéntrico”. Un mes atrás, tras publicar imágenes de su vida laboral, Gabriel cerró sus redes sociales y lo poco que se sabe de él es a través de declaraciones de amigos o alguna aparición pública. Aún así, él mismo se ocupó de no ser prioridad para los flashes, como sucedió con su padre, quien solo reaparece cuando un proyecto lo apasiona al punto de tener que salir de sus habituales retiros de la industria.
A través de los consejos y de muchas conversaciones, Gabriel pudo perdonar a su papá por lo sucedido en sus años formativos, pero no permaneció en Irlanda demasiado tiempo ya que, a fin de cuentas, había heredado de Day-Lewis y Adjani un apetito por el arte que lo llevó a estudiar música en la prestigiosa universidad de Berklee. A pesar de que era un alumno muy aplicado, siempre supo que su trayecto iba a ser más intuitivo. Por lo tanto, empezó a componer en soledad, a editar canciones por el mero placer de hacerlo y aunque su formación académica no se hubiese completado. Su pasión por la música, en cambio, no le impidió desarrollar otros intereses y, de la mano del fallecido diseñador Karl Lagerfeld, debutó en las pasarelas y protagonizó campañas para Chanel, Ralph Lauren y Balmain.
Un joven curioso que permanece al lado de su madre
Debido a su bajo perfil, las diferentes actividades que emprende Gabriel no captan atención mediática y eso le agrada a un joven que sigue experimentando con la música, el modelaje, y la actuación en obras de Broadway y en películas como Adolphe, de Benoît Jacquot, protagonizada por su madre, quien -en el marco de la promoción de una campaña de la marca Ermenegildo Zegna de la que ambos formaron parte- destacó su “espiritualidad”, su deseo de vivir una existencia apacible y libre de disrupciones. Aún así, tuvo una crítica para hacerle a su hijo: “Heredó una horrible pasión de su padre: los tatuajes”, expresó sin rodeos la actriz francesa de 67 años, quien también es madre de Barnabé Saïd-Nuytten, el hermano mayor de Gabriel, fruto de la relación de la intérprete con el director de fotografía y realizador, Bruno Nuytten, cineasta responsable de uno de los mejores films comandados por Adjani, Camille Claudel.
Por su parte, el joven, fanático de Green Day y Martin Scorsese, asegura que quiere mantener esa vida itinerante, ese oscilar entre Nueva York y París, donde reside en el mismo complejo de departamentos que Adjani, y puede salir a pasear sin ser reconocido, lo que le genera un enorme placer. Por lo tanto, cuando se lo vincula románticamente a modelos, Gabriel sigue el mantra de su padre y no alude a las versiones, simplemente sigue con su vida, con su espíritu inquieto, con el “alma vieja” que, de acuerdo a las palabras de su madre, es lo que le ha permitido integrarse armónicamente a cada lugar al que visita y desarrollar esa filosofía zen que le facilitó dejar atrás rencores del pasado, pasar tiempo con sus tres hermanos y sus padres, y darse una vuelta por Hollywood solo cuando sea estrictamente necesario. De lo contrario, Gabriel toma su moto y recorre Nueva York y París, dependiendo de sus compromisos, con esa libertad que le fue inculcada de pequeño y que lo acompaña hasta el día de hoy .