La valentía de Bianca Balti al contarlo todo sobre su cáncer con metástasis
“Ocurrió el 8 de septiembre. Fui a urgencias y, el 10, ya me estaban operando. Te das cuenta de lo grave que es el tema porque, cuando afecta a los pulmones, pasa a fase cuatro y estás prácticamente muerta… Estaba en la playa con mis hijas y no me encontraba bien. Estaba muy preocupada, pero tampoco quería arruinarles el fin de semana… Pero cuando llegué a casa, no era capaz ni de salir del garaje de lo fuerte que era el dolor que tenía. En el hospital, el médico me dijo que no pintaba nada bien ahí abajo. Y me eché a llorar. Sentí mucho miedo por las niñas”. Así comienza el relato de Bianca Balti.
La supermodelo italiana, aquella mujer que, mecida por las aguas del Tirreno se perdía en los labios de David Gandy a la sombra de los faraglioni di Capri, tiene cáncer. Le ha atacado ya los intestinos, el colon, la vejiga… y si no llegan a extirparle los ovarios in extremis estaríamos hablando de una tragedia. Sin embargo, a la musa de Dolce&Gabbana —con permiso de Monica Belluci—, nadie le arrebata las ganas de vivir. Lo ha contado en Le Iene, en Mediaset, en el canal Italia1, en la que ha sido su primera entrevista tras la intervención a la que se ha sometido en Los Ángeles cuando se cumple ahora tan solo un año de que ya procurara detener la enfermedad. Lo intentó a través de una doble mastectomía y aquella decisión le aterrorizó. Debía renunciar a una parte de su cuerpo que, paradojas de la vida, había definido hasta ese momento la conciencia colectiva sobre la sexualidad y la feminidad enfundada en un bikini blanco. En esta última batalla, no hubo oportunidad de reacción. No pudo. Y aunque la guerra contra la adversidad ya le ha arrebatado el cabello, no lo ha hecho así con la sonrisa. Esa maravillosa sonrisa.
Actualmente, la top model sigue con sesiones de quimio y de radio. Lo hace entre dos esquinas del planeta, Milán y Los Ángeles. Fue precisamente allí a donde se desplazaron las cámaras italianas para ser testigos, durante 48 minutos, de su historia de superación en la que ella compone un único ejército. Y recorriendo los lugares míticos de este enclave de california donde se puede caminar sobre las estrellas, desde el gigantesco letrero de Hollywood a Little Venice o el Paseo de la Fama, Balti cuenta su proceso. Desde su visita al Disney Family Cancer Center, donde fue operada a la larga lista de órganos que los médicos han tenido que extirparle parcialmente para salvarle la vida: “Intestino, colon, vejiga… El cáncer había llegado casi a los pulmones. Era una situación bastante crítica”. Hoy, gracias a Dios, del tumor parece no quedar ni rastro en su cuerpo, según le han confirmado los médicos, aunque, en cualquier caso, debe someterse a estos ciclos por protocolo para evitar que el cáncer regrese o que se reproduzca la metástasis.
“Cuando supe lo que ocurría, lloré. Estaba muy preocupada por mis hijas… ¿Qué pasa con ellas si me muero? Y me sentí una estúpida… Me extirpé el pecho por prevención y sin embargo, no lo hice los ovarios porque quería tener un niño… Después, intenté perdonarme”, explica al periodista Nicolò De DeVitiis, con quien pasa estas intensas horas de grabación que, después, han paralizado el país de la bota. Especialmente, Lodi, la ciudad lombarda de donde es oriunda esta italiana de ojos color Tiffanys. Y es que, en un momento, al pasar por delante de un centro de fertilidad, la modelo cuenta cómo hace unos dos años, antes de toparse con la enfermedad, había realizado en un momento, casi de epifánico, un ciclo de criopreservación de ovocitos.
“Una vez que eres consciente de que te rodea el amor de tus seres queridos, comprendes que eso es lo que da sentido a la vida. Así que, aunque las cosas no vayan bien, me siento feliz”, añade la modelo. Pero esa paz consigo misma, ese estabilidad inestable por las circunstancias no acaba tan solo en esta frase. Balti se convierte en un ejemplo de resiliencia y gestión de las emociones con otras cómo ésta: “De esta última experiencia, he sacado en conclusión que, por fin, he logrado aprender a vivir bien. Si soy capaz de sobrellevar esta situación, es que soy una buena estudiante”.
El discurso de la modelo es más impactante si cabe no porque en la entrevista esté arropada por el cariño de sus padres, que se han hecho 10.000 kilómetros para estar con sus hija; o por el amor incondicional de sus dos niñas, Mia y Matilde, y el de su actual pareja, Alessandro… sino porque lo hace desprovista de su larguísima melena dorada, esa con la que aún podemos verla en la última publicidad de El Corte Inglés. Balti se ha rapado completamente, con el cráneo perfecto, mostrando toda su belleza y también toda la crudeza de esta enfermedad injusta que no entiende de edad ni de sueños ni de responsabilidades. “No utilizo peluca. No quiero más ficciones en mi vida. Y si sonrío, si sonrío todo el rato, la gente se olvida de que no tengo pelo”. No obstante, sí que enseña a cámara una carísima peluca de cabello natural con la que Bianca, aún sin maquillaje, mantiene intacta su belleza frágil y delicada como la de un hada de los grandes lagos alpinos. Una adquisición que ha hecho por su hija cuando está su hija. “No sé si soy una tonta por hacer estas cosas: ¿lo hago por mí o lo hago por los demás? Lo hago por mi hija, y basta".
“Creo que todo esto que me ha pasado ha hecho de mi vida algo todavía mejor y, aunque las cosas no vayan bien, estoy feliz. Porque lo único que tenemos es el hoy y quiero vivirlo siempre al máximo. Por eso, me río de todas esas veces en que piensas que has tenido un día de mierda, o en las que has pasado el día lamentándote de que tienes el mundo cuando en realidad, estás viva”, confiesa Balti, quien explica, aunque suene frívolo, mantiene un físico envidiable pese a que ella sí afirma ser consciente del cambio que la enfermedad ha generado en su instrumento de trabajo: su cuerpo. “Estoy intentando encontrar una dieta que me permita comer de manera saludable sin hincharme… Con la quimioterapia -dice- estoy como un globo” y es que, afortunadamente, no sufre de náuseas con el tratamiento, sí que la cortisona le ofrece su peor cara.
Un medicamento del que, desgraciadamente, es muy dependiente desde que hace un año descubriera que es portadora de la mutación del gen BRCA1, del inglés Breast Cancer Gene 1. Grosso modo, el gen BRCA1 produce las proteínas necesarias para parar la proliferación incontrolada de células tumorales, pero con una mutación, es decir, en estado defectuoso, el ADN no se repara correctamente, y esto conduce a la multiplicación incontrolada y al desarrollo de una masa cancerígena. El mismo caso que el de Angelina Jolie quien decidió, como ella, someterse a una mastectomía en 2013. Y es que si bien el cáncer de mama ya no es en absoluto ninguna condena gracias a los grandes adelantos de la investigación y la ciencia, lo cierto es que en Italia, cada año, se diagnostican 5.200 casos nuevos, de los cuales 1300 están determinados por la mutación del gen que sufre la modelo. Una mutación del BRCA1, heredada del padre o la madre, determina una predisposición congénita a desarrollar un cáncer mucho mayor que para una persona sin ella. De hecho, puede alcanzar hasta un 80-90%, y el 60% más en el caso de cáncer de útero o ovarios.
Pero la modelo no solo habla de cáncer en su entrevista. También removió su pasado y la conciencia de un país reabriendo algunas heridas de su adolescencia por las que fue juzgada por una sociedad en la que el machismo sigue estando presente. Incluso, en el seno de las familias donde, a veces, aún se sigue culpando a la mujer de todos los oprobios del mundo. O lo que es lo mismo: Balti se enfrentó cara a cara con la violación de la que fue víctima cuando tenía 17 años.
“Estaba en una rave, conocí a un chico y nos besamos… Y después, me estampó contra la pared y me violó. Me pasé meses buscándole por toda Italia, por todas las raves del país porque quería confirmar que le gustaba, que no había pasado de verdad lo que sí había pasado”. Y, entonces, se convirtió en “una niña mala. Me culparon por hablar de ello, que lo hacía ‘a la ligera, pero lo hice después de 20 años”. También, sus padres con lo que ahora, todo, afortunadamente, ha cambiado: “Con mi madre y mi padre tengo ahora una relación justa… Yo no lo fui. Siempre he hablado mal de ellos públicamente… Sin embargo, lo mucho que les quiero nunca se lo he dicho lo suficiente”.
Con cada declaración Bianca mira al frente, reconciliada con lo que fue y con quién es, con lo que ha construido de sí misma. Orgullosa de su aprendizaje. Solo hay un momento en el que pierde la luz del rostro y se vuelve sombrío por el dolor. Y es cuando se refiere al túnel de la adicción. Incluida la heroína —”estoy agradecida a la heroína, si no la hubiera tomado, no lo habría dejado”, dice amargamente-, que a punto estuvo de hacerle abandonar a su hija Matilde, que entonces sólo tenía cinco años.
“Un día que no podía levantarme de la cama porque estaba enferma, ella vino y me dijo que me cuidaría. Me quería morir, pero ella estaba despierta y me hizo decir: 'vale la pena intentarlo'. Llamé a mis padres y les dije que necesitaba ayuda. No tenían ni idea, pensaban que mi vida era perfecta. Ni siquiera mis hijas sabían lo que estaba haciendo, pensaban que era una simple cabr*”. Aquello, afortunadamente, ya pasó y la lección quedó aprendida. Balti es 'una brava' alumna de la vida.