¿Qué veo? Las últimas estrellas de cine es mucho más que un homenaje a Paul Newman y Joanne Woodward
Las últimas estrellas del cine (The Last Movie Stars, Estados Unidos/2022). Dirección: Ethan Hawke. Guion: Stewart Stern. Música: Hamilton Leithauser. Edición: Barry Poltermann. Con la participación de George Clooney, Laura Linney, Ethan Hawke, Alessandro Nivola, Martin Scorsese, Sam Rockwell, Sally Field, Tom McCarthy, Vincent D’Onofrio y otros. Disponible en: HBO Max. Nuestra opinión: excelente
¿Qué se podría hacer en pandemia? Ethan Hawke encontró la fórmula para transformar el tiempo de aislamiento forzado por el Covid en una de las producciones documentales más notables de los últimos tiempos. El inquieto actor se encontró frente a un desafío extraordinario: darle vida al proyecto que alguna vez tuvo Paul Newman de escribir un libro con sus memorias. Para hacerlo recurrió a varios colegas, amigos cercanos y directores de algunas de sus películas. También se sumaron varios familiares directos. Pero Newman, en un momento, se arrepintió y decidió destruir todas las cintas. Quedaron reducidas a cenizas, pero se conservaron las transcripciones de aquellos testimonios, que la familia del actor logró conservar.
¿Qué hizo Hawke? Empezó a convocar a sus amigos (algunos muy conocidos para el público) y los invitó a recuperar a través de sus voces toda esa memoria guardada en cientos y cientos de páginas amarillentas. Lo que consiguió fue admirable. A lo largo de casi seis horas reconstruyó las vidas públicas y privadas de Newman (fallecido en 2008, a los 83 años) y su esposa Joanne Woodward (de 92 años, retirada del cine hace décadas y con diagnóstico de mal de Alzheimer desde 2007), compañeros en el arte y en el amor durante medio siglo, iluminadas a través de una virtuosa amalgama entre todas esas palabras, imágenes de archivo, fragmentos de películas magníficamente elegidos y videos caseros aportados por sus familiares.
Alcanzaría con esta historia oral (en la que George Clooney le pone voz a Newman y Laura Linney a Woodward) para despertar nuestra atención inmediata. La pareja vivió el tiempo de nacimiento y primer apogeo artístico en el último tramo de la época en la que los estudios de Hollywood manejaban bajo contrato (y casi a su antojo) a las figuras de sus películas. Por eso se habla desde el título de “las últimas estrellas del cine”.
Desarrollaron más tarde sus respectivas carreras en un tiempo de enormes transformaciones sociales, económicas, políticas y artísticas, con una ruptura de aquellas viejas reglas y su reemplazo por nuevos enfoques y búsquedas de independencia. Paralelamente surgían en el escenario real varios desafíos y apelaciones al compromiso de los artistas de Hollywood en medio de la creciente lucha en favor de los derechos civiles.
Pero Hawke no se conformó con eso. En el testimonio de dos personalidades tan fuertes, seductoras, atrayentes y perspicaces no había nada más que huellas por descubrir relacionadas con el cine. En todo caso, el ejercicio de una vocación artística que Newman y Woodward convirtieron en un acto de magnetismo absoluto (es imposible sacarles de encima la mirada cuando los vemos actuar) se convierte en disparador de otras preguntas y búsquedas. Algunas de ellas podríamos calificarlas hasta de existenciales, sin temerle al clisé.
La más reveladora aparece en el cierre del segundo episodio, cuando Woodward confiesa con dolor que los actores no son buenos padres. La encrucijada de elegir entre el éxito artístico y la responsabilidad de criar a los hijos aparece en el centro del documental. Woodward era la verdadera estrella dentro de la pareja cuando se unió con el entonces menos conocido Newman, pero los hijos llegaron en paralelo al crecimiento meteórico de la carrera del actor. En ese momento, ella eligió postergar su vocación para ocuparse de una prole muy grande (tres hijos de la pareja más otros tres que Newman tuvo en un matrimonio previo) y la pausa dejó una huella en la relación que Hawke se encarga de hacer notar en medio de su laboriosa búsqueda.
Las inquietudes empiezan a ramificarse y a asomar sin subrayados, pero con un peso específico notable en cada caso: la creciente adicción al alcohol de Paul, los dilemas de Joanne, los proyectos felices y las oportunidades perdidas. Luego llegarán cosas más graves, como la muerte de Scott, uno de los hijos de Newman, por una sobredosis. En medio de su colosal retrato artístico aparecen los rasgos de un padre tan afectuoso como distante. Algunos de los hijos de los actores aportan recuerdos y evocaciones.
Descubrir cómo se fue configurando la vida de Newman y Woodward, dos personas que descubren en el primer momento de su relación que nacieron para estar juntas toda la vida, no agota para nada la curiosidad de Hawke. Más bien parece estimularla. Por eso, muchas de las conversaciones que mantiene vía Zoom con algunos de los colegas y amigos a los que invitó para que hablen en nombre de quienes aparecen en las transcripciones (los directores Martin Ritt, Sidney Lumet, George Roy Hill y Stuart Rosenberg; el escritor y estrecho amigo de Newman Gore Vidal y el actor Robert Redford, entre otros) se transforman en comentarios y reflexiones sobre el arte mismo de la actuación.
No solo eso. El significado mismo del término “estrella” se pone aquí en entredicho. Hawke desafía nuestro sentido común de espectadores (y por extensión de admiradores de las grandes personalidades del cine) identificando con esa palabra a dos figuras que hicieron todo lo posible por sacarse de encima todo aquello que históricamente define a una estrella. En todo caso, lo que a Hawke le interesa es mirar y explorar a Paul Newman y Joanne Woodward desde su estatura humana. Y empezar a descubrir dónde y cuándo aparece ese elemento esencial e inasible que los lleva desde esa condición a un lugar en el que nacen el genio y la gracia de los artistas más grandes. En eso y mucho más entrega una serie documental muy valiosa que va mucho más del homenaje a dos grandes figuras. Cuando se preguntó que podría hacer durante la pandemia, Hawke aprovechó el tiempo de la mejor manera.