Una visión poco romántica sobre la maternidad

CIUDAD DE MÉXICO, mayo 23 (EL UNIVERSAL).- Cuando Irene Azuela y José María Yazpik comenzaron el rodaje de la película "Dante y Soledad", donde interpretan a unos padres primerizos, en la vida real ambos estaban pasando por esa etapa de vida con sus respectivas parejas.

A eso se sumó que la directora del filme, Alexandra de la Mora, también debutaba como madre y trataba de entender su nuevo mundo.

La también actriz mexicana había leído "El matrimonio de los peces rojos", cuento de Guadalupe Nettel y se había sentido identificada con lo que ahí se decía.

"(Nettel) se permitió hablar de la maternidad desde una visión poco romantizada, era una mujer que decía qué pasó, qué es esto (ser madre) y hablaba mucho de las horas sin dormir. Había nacido mi primera hija y estaba alrededor de mucha gente que tenía hijos y comencé a observar, a hacerme cuestionamientos", recuerda De la Mora.

"Esta película es una burbuja, como ocurre con la maternidad, es ese momento en el que uno se transforma en algo más grande, más vulnerable, pero también más fuerte".

"Dante y Soledad", que estrena este jueves en salas nacionales, sigue básicamente a Inés, una mujer independiente y exitosa, quien con su reciente maternidad descubre que su vida anterior se le escapa sin estar clara de que el futuro sea mejor.

Una pareja de peces, de los que sale el título del largometraje, son a la vez espejo y testigos de la transformación del personaje de Azuela, quien destaca lo personal que resulta este trabajo, pues incluyeron sus propias vivencias:

"Lo que queríamos era escarbar un poco más en nosotras mismas y por supuesto pusimos toda nuestra experiencia ahí y no hablo a nivel profesional", dice bromista Irene.

La locación, siendo una producción independiente, fue la misma casa de Alexandra De la Mora y que por 19 días fue sede de todos los trabajos, justo poco antes de la pandemia del Covid-19; mientras que el bebé que se ve en la cinta es la propia hija de la realizadora, que en el momento de la filmación tenía cinco meses de edad.

"Al inicio sólo nos imaginamos todo más como un ejercicio de reunirnos todos en una casa, tener una cámara y a ver qué sucedía, de pronto comenzó a tener dimensiones no imaginadas", recuerda Azuela.