Years and Years: la profecía terrorífica y magistral de todo lo que hacemos hoy

Foto: HBO
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Por Miguel Cane

“Ya no entiendo a este mundo”. Con esta frase e Vivienne Rook, el personaje encarnado por una magistral Emma Thompson, inicia “Years and Years”, una co-producción entre la BBC y HBO, que plantea una mirada al mismo tiempo satírica como estremecedora del futuro, filtrado a través de quince años – de 2019 a 2034 – en la vida de una familia ordinaria de clase media en Gran Bretaña (aunque en realidad, sus temas son universales); algo así como una mezcla entre la alucinante serie antológica Black Mirror y el exitoso drama familiar This is Us.

Creada por Russell T. Davies (responsable de la controvertida y exitosa Queer as Folk), Years and Years comienza en 2019, enfocándose en acontecimientos clave en la vida intergeneracional de la familia Lyons: la abuela nonagenaria Muriel (una fantástica Anne Reid), que ayudó a criar a sus nietos, la activista Edith (Jessica Hynes), el padre de familia Stephen (Rory Kinnear), el trabajador social orgullosamente gay Daniel (Russell Tovey) y la alegre Rosie (Ruth Madeley), una madre soltera que vive con espina bífida, así como sus variados cónyuges e hijos, incluida la esposa de Stephen, la formidable Celeste (T’Nia Miller), y su hija Bethany (Lydia West), que en el primer capítulo se revela como trans – aunque no transgénero, sino transhumana, una subtrama que no resulta tan descabellada como suena.

La historia comienza con la primera aparición pública de la naciente política británica Rook (Emma Thompson), que al igual que Donald Trump, es una figura en el mundo empresarial que salta a la fama mediante una agresiva presencia en los medios. Pronto, esta mujer excéntrica y extrovertida se va convirtiendo en una figura cada vez más presente en el escenario, mientras observamos algunos momentos en la vida de la familia: nacimientos, matrimonios, separaciones, enamoramientos, infidelidades, alegrías, amarguras y hasta un ataque nuclear.

Con una narrativa anclada en el aspecto humano, la miniserie de seis capítulos se dispara hacia el futuro, en saltos progresivos, hacia el año 2034. Los segmentos a lo largo del camino rastrean los cambios dramáticos en la política y la tecnología global, y consideran cómo afectan a la familia Lyons en todos los aspectos: económicos, sociales e incluso emocionales, todo con una mirada a la vez mordaz y compasiva, que muestra cómo nuestra dependencia tecnológica y el volátil clima en política global, puede tener un giro realmente impactante.

El efecto y consecuencia de los eventos internacionales en las vidas individuales es un aspecto clave de la serie, y le da a Years and Years gran parte de su poder sutil (y manifiesto). Una cosa es ver un informe sobre la crisis bancaria de un país y otra ver cómo una familia pierde su hogar como resultado; nos identificamos con estos personajes. Puede ocurrir en Inglaterra, o en Argentina, o México. O en India. Nadie está exento. Escuchar sobre los refugiados que son deportados es una abstracción: ver a una pareja amorosa separada por la fuerza por disposiciones arbitrarias de un gobierno que se vuelve dictatorial es un momento muy poderoso que impulsa la empatía del espectador más allá de lo que los melodramas habituales, como Grey’s Anatomy o incluso Game of Thrones habrían conseguido.

Usar a la familia Lyons como una lupa para los eventos actuales le da al programa una inmediatez impactante: en el transcurso de seis episodios, genera lo mismo humor ante las relaciones familiares (mucho más honestas que las del clan Pearson en This Is Us, que depende excesivamente del chantaje, la melcocha y la coincidencia) y un inescapable sentido del horror sobre lo que puede suceder en los próximos 15 años en nuestro entorno globalizado.

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Pero no todo es oscuro o siniestro, también hay momentos de alegría y esperanza, teniendo una visión positiva de lo que la humanidad es capaz de hacer incluso en los momentos más oscuros de su existencia. Al igual que en la serie creada por Charlie Brooker Black Mirror, la tecnología no es el enemigo, es un elemento que se vuelve parte del tejido: a medida que pasa el tiempo, tanto las interfaces móviles como las de escritorio entran en la tercera dimensión y se integran en el cerebro humano, la naturaleza cambiante de la agricultura conduce a la evolución de alimentos y bebidas sintéticas, e incluso las formas en que las personas pueden trascender a la muerte, comienzan a cambiar.

Pero las innovaciones y la tecnología cambiante – que tiene todo bases reales, esto no es ciencia ficción – no son el foco de los certeros y ágiles guiones de Davies, ni siquiera a nivel alegórico. Los cambios en el mundo son parte integral de una historia profundamente arraigada en sus personajes; es una soap opera futurista, sí, pero anclada en una realidad posible, con mucho corazón y cerebro, tan irresistible como entretenida. Nos involucra tanto con las diversas situaciones de sus personajes, dulces, amargas, o trágicas, que cuando suceden giros sorpresivos de la trama, es imposible no sentir un nudo en la garganta o soltar una carcajada… o un grito.

Es una mezcla única e inclusiva de personajes, encarnada por un elenco excelente, Emma Thompson, una de las más grandes actrices británicas de los últimos treinta años, está increíble en sus intervenciones esporádicas cada capítulo, como una figura política cuya vida interior sigue siendo un misterio. Es un monstruo político para una era post-postmoderna; Maggie Thatcher cruzada con Trump: su Vivienne Rook es una mujer en traje sastre y peinado engañosamente simple, que aparentemente es una rebelde polarizadora y voz-del-pueblo, que utiliza su abundante inteligencia mediática, llevándola al extremo para reclamar el centro del escenario, revelándose como una orate ultraconservadora, racista y tirana (¿suena familiar?).

Sin embargo, y aunque su actuación deja en la lona a Meryl Streep y su debut en TV como la suegrita infernal en la fallida segunda (y esperemos, última) temporada de Big Little Lies – también en HBO –, Miss Thompson no es la estrella de la serie. De hecho, ese es un título que cualquiera de los actores del conjunto podría reclamar, dado el calibre del reparto y la distribución del enfoque de la trama; este es un impecable ensamble actoral, encabezado por la veterana actriz Anne Reid, como la matriarca de la familia, que presenta algunos de los momentos más simpáticos y algunos de los monólogos más inquietantes de la serie, capturando la ansiedad y la nostalgia de la generación anterior, aturdidos por tiempos cada vez más extraños, difíciles y ajenos al futuro que les prometieron a su generación en los años 60.

Muchos dramas familiares tienen dificultades al hilvanar diversas tramas, pero en Years and Years, Davies se esfuerza por evitarlo; aquí no hay los clichés forzados y políticamente correctos de This Is Us, y no me refiero solo a la representación racial: aquí hay un amplio espectro de personajes humanos, más allá de una cuota de inclusividad. Como mencionaba antes, hay un trabajo sumamente esmerado en la creación de Bethany Lyons, interpretada por Lydia West, a quien vemos crecer entre los 16 y los 30 años, que inicialmente aspira a un estilo de vida transhumanista: renunciar a su cuerpo para ascender a la nube y convertirse en datos. La energía brillante de la actriz y su capacidad para mostrar la evolución de su personaje de adolescente enojada a adulta convencida de su propósito, indica su verdadero potencial para convertirse en una gran estrella.

Russell T. Davies tiene una larga carrera como escritor de televisión, trabajando desde principios de la década de 1990 en una variedad de géneros antes de convertirse en clave para varias series icónicas como Queer as Folk, o la mundialmente famosa Doctor Who, a la que volvió un fenómeno de popularidad hace unos años.

Davies es un escritor temerario, que explora el futuro inherente, apoyándose en la distopía – del mismo modo en que Margaret Atwood lo hiciera hace 35 años en su novela The Handmaid’s Tale, hoy también éxito de TV –, pero también en temas tomados de los encabezados de hoy, alrededor del mundo. Uno de sus focos es la creciente xenofobia que, en la serie, eventualmente lleva a que los ciudadanos no británicos sean encarcelados en campamentos. Esto, si se compara con los campamentos de niños migrantes en la frontera México/Estados Unidos, mientras que los estadounidenses están debatiendo si el término “campo de concentración” es aplicable a estas zonas de contención que el gobierno de Trump ha creado, ahora resulta impresionantemente profético.

De hecho, si bien la serie se desarrolla en el futuro cercano, muchos de los temas que trata y conducen a la creciente oscuridad de la trama conforme avanza a su clímax, volviéndose de visionado compulsivo, son auténticos, especialmente cuando se trata del surgimiento político de los gobiernos populistas y la amenaza cada vez más inevitable del cambio climático. Estas son vívidas preocupaciones actuales, y no solo para personajes ficticios. Las discusiones que surgen en el programa tienen un impacto real, pero a veces chocan con la idea de que esta es una posible consecuencia que se cierne sobre nosotros, en lugar de una muestra de dónde ya estamos hoy. El futuro ya nos alcanzó.

La relevancia inmediata de las tramas políticas de Years and Years lleva a un fuerte compromiso emocional con la serie. Puede que Davies no sea lo suficientemente imaginativo sobre lo que puede deparar el futuro, pero aborda los acontecimientos actuales con una lucidez tremenda. Con cada gran monólogo y montaje de eventos mundiales, su serie transmite una frustración profundamente arraigada que impregna casi todas las escenas y discursos, como subtexto a la trama familiar que nos engancha.

Esa voz que usa en sus personajes es la misma que en redes sociales grita y advierte sobre el derretimiento polar, la desigualdad sexual, la persecución de los homosexuales en Rusia y países conexos; el avance de la política populista en países como EEUU, México, Venezuela e incluso –¡qué ironía! – Reino Unido, que ahora tiene a Boris Johnson, Mr. Brexit, como Primer Ministro y muchos temas reales que habitualmente no se tocan en la televisión. Y además, la usa de forma en que vemos (como en la vida real y las redes sociales) que la empatía por los demás sigue disminuyendo a medida que la vida se vuelve más difícil y las interacciones humanas se vuelven más transaccionales.

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En Years and Years incluso los peores personajes, que toman las peores elecciones y dan giros dramáticos sorprendentes (pero no inverosímiles), son clara y ricamente humanos, de una manera que subraya la necesidad de empatía y compasión.

A lo largo de cinco temporadas y varios episodios especiales, Black Mirror ha utilizado su formato de aproximadamente una hora para atraer al público con escenarios independientes sobre cómo la tecnología nos está afectando ahora y cómo podría desarrollarse en el futuro, mientras que a lo largo de tres temporadas, This Is Us nos ha mostrado las diversas adversidades de la familia súper integral y súper políticamente correcta de los Pearson entre los años 80 y el presente. Years and Years utiliza elementos que podrían vincularla a ambos programas de gran éxito, pero lo hace con un estilo particular para que los espectadores examinen, de manera general, cómo las decisiones tomadas hoy afectan al mañana.

La serie sugiere que el cambio solo es posible cuando las personas toman medidas conscientes y decisivas, incluso si solo se aseguran de que están prestando atención a lo que está sucediendo sin ellos. No todos se involucrarán con el mensaje de este programa, pero dado lo fuerte que está gritando, la gente debería aprovechar este momento, este momento político relevante, para escuchar lo que Davies está diciendo. No es demasiado tarde. Y si además es con una trama adictiva y actuaciones brillantes, con Years and Years, el espectador que busca algo que le dé un poco más de lo esperado, está de gane.

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