El Zorro, el gran héroe de los argentinos: por qué ningún otro pudo alcanzar la popularidad de las aventuras de Guy Williams
“El Zorro es el héroe de mi vida”, reconoció Juan José Campanella en abril de 2020. Muchísimos argentinos deben estar pensando lo mismo. Lo vienen haciendo con una admirable constancia desde hace por lo menos cinco décadas. Sin ese extraordinario fervor se hace imposible explicar y entender la increíble vigencia que tiene entre nosotros el personaje creado hace más de un siglo (en 1919) por Johnston McCulley.
Los 78 episodios del mejor Zorro de la historia, el que encarnó Guy Williams para los estudios Walt Disney entre 1957 y 1959, siguen hoy formando parte de la programación cotidiana de El Trece, de lunes a viernes a las 12.30. Más allá de algunas interrupciones que solo lograron aumentar el deseo de una rápida vuelta, la serie lleva 56 años en el aire. Habrá que reconocer de una vez por todas que El Zorro es el único y definitivo clásico de nuestra TV abierta en toda su historia.
Pero por alguna razón especial el público argentino quiere a este Zorro (al de Guy Williams) y no parece interesado en ningún otro. Si ocurriera lo contrario cualquiera de las versiones del gran justiciero enmascarado del siglo XIX que se hicieron para la pantalla encontraría entre nosotros una atracción irresistible.
Ahora nos queda saber si la nueva adaptación impulsada desde la plataforma de streaming Amazon Prime Video, con el carilindo actor español Miguel Bernardeau (una de las estrellas de la serie Élite), encuentra el respaldo del público local. Aunque un primer detalle bien visible puede condicionar desde el vamos ese eventual apoyo: este ubicuo Diego de la Vega modelo 2024, que se va a rodear de mujeres empoderadas y servir a las causas de los pueblos originarios, no tiene el elegante bigote que fue una de las marcas de identidad del Zorro de Williams.
La serie de 10 episodios que llegará este viernes 19 a Amazon se anticipó en su preproducción a la que imaginó Campanella y, por lo tanto, frustró el sueño del director de El secreto de sus ojos de viajar hasta el origen del personaje, que McCulley escribió inspirándose en la vida de una figura de la realidad, Joaquín Murrieta (1829-1853), también conocido como el “Robin Hood mexicano”. Su leyenda nació a mediados del siglo XIX, cuando decidió rebelarse contra las flamantes autoridades estadounidenses, después de que California fue incorporada al territorio de la Unión, para frenar el maltrato que sufrían los pobladores mexicanos, sobre todo por el aumento de los impuestos.
La larga historia del Zorro en el cine y la TV casi nunca registró ese punto de partida. Y se concentró, en cambio, en el espíritu redentor de ese justiciero enmascarado resuelto a enfrentarse, sobre todo, a los despóticos representantes del poder colonial español cuando Los Angeles todavía no era más que una aldea. O ir mucho más allá de los límites de California en su lucha por hacer justicia en ámbitos y territorios sin ley o, en el mejor de los casos, donde se impone la ley del más fuerte.
Todo empezó en 1920, cuando el primer gran héroe de acción de Hollywood, Douglas Fairbanks, protagonizó la versión original de La marca del Zorro, dirigida por Fred Niblo. Cinco años después, Fairbanks retomó el papel en Don Q, Son of Zorro, de Donald Crisp, con la particularidad de que allí personifica a Don Diego y a su hijo. La identidad más clásica del personaje (la del justiciero de tintes aristocráticos que a capa y espada lucha contra los abusos de los que son víctimas los pobres) se integra a la perfección en esas dos películas mudas con el espíritu de Fairbanks, rebosante de arrojo, destreza física, acrobacias y humor en cada una de sus interpretaciones. Este es uno de sus mejores ejemplos.
Fairbanks interpreta a un héroe cuyo nombre de pila es distinto al que estamos acostumbrados de tanto ver la serie de Disney. Es Don Diego Vega, sin el “de la” que aparece entre el nombre y el apellido cuando Williams lo personifica. Lo mismo ocurre en 1936 con The Bold Caballero, el primer Zorro del cine sonoro, un modesto western, en el que los beneficiados por la acción justiciera del enmascarado esta vez no son mexicanos, sino indios. El protagonista del film es Robert Livingston, popular estrella de aquel cine del Oeste clase B.
No tardó mucho en iniciarse desde ese momento una larga etapa en la que el Zorro se transformó en protagonista de algunos de los seriales más populares de aquel tiempo. Aventuras en episodios (por lo general 12 o 13, como en las temporadas de las series actuales) que se proyectaban en los cines y terminaban invariablemente con nuestro héroe expuesto a una muerte segura… hasta que el comienzo del siguiente capítulo lograba escapar y sostener su misión.
La vuelta del Zorro (1937), La legión del Zorro (1939), El látigo del Zorro (1944) y El hijo del Zorro (1947) llevaron esa idea a la pantalla con mucha eficacia. Y un detalle significativo en la tercera de estas cuatro producciones, cuyo título original es Zorro’s Black Whip. Aquí por primera vez nos encontramos con una heroína (la actriz Linda Stirling) que asume esa personalidad detrás de la clásica máscara. A esa curiosidad se suma otra: el galán de El látigo del Zorro es George J. Lewis, que a fines de la década siguiente se convertiría en Alejandro de la Vega, el padre de Don Diego, para la serie de Disney.
En el medio apareció una de las mejores aventuras del personaje en la pantalla grande. La marca del Zorro (1940), de Rouben Mamoulian, producida por 20th Century Fox al servicio de su máxima estrella de entonces, Tyrone Power. La película nos muestra por primera vez la ambivalencia con la que juega el personaje para disimular su identidad, algo que la serie de Disney con Guy Williams también dejó bien a la vista. Aquí, Power se divide entre un Diego vanidoso, presumido y muy preocupado por su aspecto, y un Zorro rebosante de heroísmo. Linda Darnell es la estrella femenina y Basil Rathbone, como el capitán Pasquale (claro antecedente del futuro capitán Monasterio), se luce como un excelente villano. Las escenas de acción (especialmente los duelos de espadachines) tienen toda la efectividad de la maquinaria clásica de Hollywood.
La primera aventura del personaje fuera de Hollywood es El sueño de Zorro (1951), una parodia concebida en Italia por el destacado novelista, periodista y director cinematográfico Mario Soldati para el lucimiento del entonces muy popular actor Walter Chiari. El personaje protagónico, Don Raimundo, es un hombre tímido a más no poder que tiene como antepasado directo al famoso héroe. Por casualidad, al recibir un golpe en la cabeza, el hombre descubre ese linaje y adquiere una valentía hasta allí inesperada. El villano de turno, también en clave cómica, es nada menos que Vittorio Gassman. En 1975, también en Italia, se hizo una remake bastante más vulgar protagonizada por otro cómico exitoso de su tiempo, Franco Franchi.
Ninguno de estos ejemplos, ni siquiera el Zorro de Tyrone Power (que la TV de aire repetía con apreciable constancia en sus ciclos de cine de los fines de semana durante las décadas de 1960 y 1970), se acercó a la popularidad que con el tiempo conseguiría la inoxidable serie de Disney. Lo más curioso de todo es que las aventuras del Zorro protagonizadas por Guy Williams se emitieron por primera vez en la televisión argentina (por Canal 13, el mismo que sigue repitiendo sus episodios con asombroso éxito cada mediodía) en 1968, once años después de su estreno mundial en la cadena estadounidense ABC. Y un detalle todavía más llamativo fue el estreno en los cines del Río de la Plata, en 1960, de El signo del Zorro, largometraje que se armó sobre la base de ocho episodios de la primera temporada de la serie.
Mientras se demoraba el desembarco en la pantalla chica local del Zorro más exitoso de todos, la década de 1960 fue dominada por la presencia del héroe en producciones italianas, tan inclinadas en ese tiempo a explorar distintos géneros históricos con aventuras de rápido impacto. Así llegaron La vuelta del Zorro (1962), de Luigi Capuano, con Giorgio Ardisson como un enmascarado dispuesto a hacer justicia en las cortes españolas del siglo XIX. Con el mismo director y el forzudo Gordon Scott (ex Tarzán) como estrella se estrenó al año siguiente otra producción italiana, Zorro y los tres mosqueteros. Y también en 1963, Sean Flynn, el hijo de Errol, se puso al frente de una aventura en la frontera entre Estados Unidos y México coproducida entre Italia, Francia y España, y libremente inspirada en las historias de McCulley, pero astutamente estrenada como El signo del Zorro.
La última gran aparición del Zorro desde el cine europeo se produjo en 1976 de la mano del diestro Duccio Tessari (el mismo director de Django), experto consumado en contar historias con espíritu aventurero, sobre todo a través del western spaghetti. Esta producción franco-italiana se propone darle un toque europeo, entre irónico y clásico, a la serie de Disney, con la presencia carismática y divertida de Alain Delon como el Zorro, el británico Stanley Baker como villano y el cómico francés Moustache personificando al sargento García. Dicen que Delon aceptó el papel por pedido expreso de su hijo Anthony, fanático del Zorro.
Hollywood retomó al personaje en 1974 a través de un telefilm que funcionó como remake de la película de Tyrone Power, con el mismo título, La marca del Zorro. Frank Langella personifica a Diego de la Vega y Ricardo Montalbán (todo un acierto de casting) aparece como su antagonista. Y en 1981 llegó una de las versiones más excéntricas de la historia, La última locura del Zorro, una gigantesca broma que nunca logró el propósito buscado y solo se recuerda por la doble y satírica personificación de George Hamilton como don Diego y su amanerado hermano Bunny.
La serie de Disney protagonizada por Guy Williams concluyó de manera abrupta e inesperada, después de solo dos temporadas, por diferencias irreconciliables en términos financieros entre los estudios Disney y la cadena ABC, que con el tiempo terminaría formando parte de la poderosa empresa del Ratón Mickey. En 1983, Disney quiso darle continuidad a la historia a través de una sitcom que tituló Zorro and Son y resultó un fracaso resonante. Solo cinco episodios se pusieron en el aire.
Seis años después, en 1989, una nueva serie sobre el Zorro tuvo bastante más suerte porque llegó a los 88 episodios, pero no perdura en la memoria de los fans, al menos en el caso de los argentinos. Coproducida entre Estados Unidos y varios países europeos, filmada en España y estrenada en algunos países como Las nuevas aventuras del Zorro, la serie tiene como detalle interesante para nosotros la presencia destacada en el elenco de un muy joven Juan Diego Botto. Otro rostro conocido es el de Efrem Zimbalist Jr., histórica figura de series clásicas de Hollywood como El FBI en acción, en este caso personificando a Alejandro de la Vega. Un actor casi olvidado, el canadiense Duncan Regerh, interpreta allí al último Don Diego que conoció la pantalla chica hasta la llegada de la serie de Amazon Prime Video.
La última gran aventura del Zorro que conocimos en la pantalla grande hasta el momento tiene la espectacularidad, el despliegue de producción y las presencias estelares que suelen encontrarse cuando Hollywood acomete proyectos de alto perfil. Es lo que pasó en 1998 con La máscara del Zorro. Un avejentado Don Diego (Anthony Hopkins) decide transmitirle su legado a un audaz ladrón llamado Alejandro Murieta (Antonio Banderas) para enfrentar al malvado Don Rafael (Stuart Wilson), que en su momento asesinó a la esposa de De la Vega y se apoderó de su hija Elena (Catherine Zeta-Jones) para criarla como si fuera suya.
La película, ambientada en los mismos escenarios imaginados desde el origen por McCulley (la frontera entre México y California), resultó tan exitosa que siete años después tuvo una segunda parte, La leyenda del Zorro, con la misma pareja protagónica (Banderas y Zeta-Jones) ya consolidada. El nuevo Zorro, el que fuera discípulo de don Diego en la película anterior, decide adoptar el nombre histórico de su padre, don Alejandro.
¿Cuántos Zorros aparecerán de aquí en adelante? La historia es suficientemente generosa como para imaginar que la serie de Amazon Prime Video que está por llegar no será ni por asomo el último retrato de un héroe irresistible. Ni siquiera faltaron en esta historia que ya entró en su segundo centenario (Williams hubiese cumplido este 14 de enero 100 años) las versiones musicales de las aventuras del personaje en escenarios locales e internacionales. Fernando Lúpiz, esgrimista devenido actor, discípulo y partenaire de las exhibiciones que Williams hizo como el Zorro en nuestro país, fue asiduo protagonista de algunos de esos musicales de producción local.
Mientras pasan los nombres, cambian los títulos y aparecen nuevos peligros y nuevos villanos, para los argentinos hay un solo Zorro. Cada mediodía nos reencontramos con él desde el televisor para verlo triunfar frente a los malos en aventuras que nos sabemos de memoria. Por eso es el gran héroe de muchos de nosotros.