En el árido estado de Arizona, proliferan los huertos

Agua en Oatman Flats Ranch, en Gila Bend, Arizona, el 19 de abril de 2023. (Adam Riding/The New York Times)
Agua en Oatman Flats Ranch, en Gila Bend, Arizona, el 19 de abril de 2023. (Adam Riding/The New York Times)

Kim Elle nunca había sembrado algo más complejo que las plantitas de la casa cuando, en 2021, ella y su esposo se mudaron de Georgia a un suburbio de Phoenix. Como tenían un jardín de buen tamaño en un fraccionamiento bien cuidado, se dedicó a la horticultura.

Pero a Elle, funcionaria del servicio de inteligencia de la Fuerza Aérea ya jubilada, la motivó más que solo el aburrimiento ocasionado por la pandemia, la cual hizo que muchos estadounidenses confinados en sus hogares se dedicaran a la horticultura. El suroeste estaba al borde de la peor sequía registrada ahí en más de doce siglos, una crisis que ahora está en su año número 23.

“Todo lo que escuchamos en las noticias es que no tenemos agua”, comentó Elle. “Estoy haciendo mi huerto de tal forma que ocupe menos agua.”

Elle forma parte de miles de horticultores y pequeños agricultores de Arizona que están dando el ejemplo de cómo cultivar alimentos de manera responsable en un estado en el que el agua desaparece y la población aumenta. Esta acción colectiva ofrece la esperanza de que la gente pueda ayudar a evitar que esta situación que prevalece en el suroeste se vuelva una catástrofe.

Las aguas del río Colorado, el suministro de agua más grande de Arizona, están tan poco profundas que el mes pasado, por primera vez en la historia, el gobierno federal propuso cortar la asignación de agua a tres estados a los que suministra el río, entre ellos Arizona. El cambio climático está secando el suelo y agotando las fuentes acuíferas que ya son explotadas por la agricultura corporativa. Grandes extensiones de las tierras de cultivo de Arizona están dedicadas a cultivos que requieren mucha agua, como la lechuga y el heno, los cuales se cultivan para alimentar al ganado de lugares tan alejados como Arabia Saudita.

Janis Norton también era principiante en la horticultura cuando su familia se mudó a su casa de Peoria, a unos 24 kilómetros al noroeste del centro de Phoenix.

Melocotones que se cultivan en el huerto familiar de Kim Elle, en Litchfield Park, Arizona, el 18 de abril de 2023. (Adam Riding/The New York Times)
Melocotones que se cultivan en el huerto familiar de Kim Elle, en Litchfield Park, Arizona, el 18 de abril de 2023. (Adam Riding/The New York Times)

Gracias a lo que aprendió en Urban Farm, una empresa de Phoenix que enseña a los horticultores aficionados a cultivar comida en un clima seco, Norton convirtió su jardín trasero en una exuberante mezcla de jardín y huerto a partir de “lo más básico”. Si no fuera por la presencia de depredadores como los coyotes, correcaminos y víboras de cascabel, también estaría dispuesta a criar gallinas.

Lo que parece silvestre es el resultado de una planeación cuidadosa. Un árbol de moras da sombra a la pitahaya que crece alrededor de su tronco. La cinta de riego que les proporciona agua a los árboles de albaricoque, ciruela y manzana también irriga las enredaderas de los camotes y las flores de San José que hay debajo.

“Estas uvas están puestas de manera estratégica para proteger del sol vespertino a estos árboles jóvenes”, señaló Norton. “Tomo las hojas y se las doy a una señora que vive a cuatro casas de distancia y las utiliza para hacer dolmas”.

Norton es una entusiasta integrante de la creciente comunidad de horticultores del área de Phoenix. Ahora es gerente general de Urban Farm y propietaria de un negocio de semillas junto con su fundador, Greg Peterson. Sentada debajo de campanitas de viento en su jardín tarsero, estaba esperando intercambiar sus frutas por verduras de la cosecha de un vecino. “Quienes cultivamos alimentos hablamos el mismo idioma”, comentó, “sin importar nuestras ideas políticas”.

Alimentando el suelo y alimentando a la gente

Uno de los objetivos principales de los horticultores como Norton es renovar de modo natural el suelo degradado por los fertilizantes sintéticos y el descuido. Con el fin de ayudar, Zach Brooks abrió la granja Arizona Worm Farm.

Casi a la mitad del plan de diez años para instaurar una granja energéticamente autónoma y sustentable en su totalidad, Brooks considera que su proyecto es una prueba de lo rápido que se puede restaurar la tierra dañada a través de métodos naturales. Esta incluye huertos y un bosque de alimentos, una densa acumulación de plantas que se ayudan mutuamente compuesta sobre todo por frutas y verduras. Juntos, suministran productos agrícolas a un pequeño almacén agrícola y la comida de sus 20 empleados.

El compostaje hace que los residuos de los alimentos no acaben pudriéndose en los vertederos, donde generan metano, un gas más dañino para el medioambiente que el dióxido de carbono.

Las gallinas se alimentan con una dieta de larvas de mosca criadas en la granja. “Así hago que la gente coma insectos”, señaló Brooks, mientas mostraba una canasta de huevo fresco.

Aproximadamente a ocho kilómetros hacia el norte, Nika Forte usa la composta que le regala la granja de gusanos para sus cultivos en un viejo estacionamiento junto a la autopista. Se trata de una de tres granjas urbanas que ella administra para una organización de beneficencia local, la Sociedad San Vicente de Paul.

Esta granja suministra los productos agrícolas a un banco de alimentos y a una cafetería contigua que sirve comidas gratuitas a las familias. El trabajo de la granja de Forte es parte de un círculo virtuoso que pretende resolver varias situaciones críticas, entre ellas la indigencia, que, de 2020 a 2022, aumentó un 23 por ciento en Arizona.

“Estamos concentrados en ahorrar el agua al mismo tiempo que intentamos cultivar una gran cantidad de alimentos para nuestros clientes”, señaló Forte.

Aprovechando la sabiduría ancestral

Aunque en Phoenix cultivar es muy difícil, según Sterling Johnson, lo es todavía más en Ajo, a unos 160 kilómetros al sur, donde el clima es todavía más caluroso y más seco.

“Si podemos hacerlo aquí, creo que se puede hacer en cualquier parte”, afirmó.

Johnson, un vaquero de rodeo semijubilado, es codirector del Centro de Ajo para la Agricultura Sustentable y miembro de la Nación Tohono O’odham, cuya tierra ancestral en el desierto de Sonora abarca desde Arizona hasta México.

Este centro, fundado en 2008 por Nina Sajovec, una inmigrante eslovena, les enseña a las personas de la localidad a cultivar alimentos en las condiciones del desierto. Mucha gente ha llegado a vender sus productos agrícolas y mercancías a los mercados de agricultores, cosa que ayuda a llenar un vacío en los recursos alimentarios de la comunidad.

“Hay una sola tienda de comestibles en la reservación”, la cual tiene el tamaño de Connecticut, comentó Sajovec, quien es también codirectora del centro.

Los pueblos indígenas tienen una larga historia en el cultivo de alimentos en condiciones adversas. La necesidad de regresar a un sistema sustentable de alimentos fue puesta de relieve al inicio de la pandemia, cuando Johnson dijo que los bancos de alimentos y las tiendas de la localidad dejaron de recibir frutas y verduras frescas. “Todos los productos frescos se los llevaban a las grandes ciudades”, aseveró.

En crecimiento

“La agricultura no puede seguir como es en Occidente”, comentó Dax Hansen, un abogado especialista en cadenas de bloques y un granjero de agricultura regenerativa. “Se tiene que cultivar de manera regenerativa o, de otro modo, nos quedaremos sin agua”.

Oatman, que incluye una empresa de productos envasados, es un trabajo de colaboración. Heartquist Hollow Family Farm ayuda a criar a los borregos.

Tras visitar Mission Garden, en Tucson, el cual exhibe las cosechas de los cultivos de esa región antes de la colonización, Hansen le dijo a Dena Cowan, la conservadora del huerto: “Quiero hacer lo mismo, pero mil veces más grande”.

“Le dije que estaba loco”, señaló Cowan. Iba caminando con el gerente de la granja de Oatman, Yadi Wang, entre el agave y la tuna que crecía bajo la sombra de los árboles nativos (mezquite, paloverde) y de los árboles frutales (granada, higos) adaptados al suelo y al clima.

Al atardecer, los colaboradores se reunieron debajo de un alerce oriental a degustar una cena a base de ingredientes cultivados o criados en esa tierra, como borrego y nopal.

“Usamos menos agua de nuestros diez pozos de la que usa una granja normal de un solo pozo”, comentó Hansen mientras servía el whiskey que había sido elaborado con el trigo de Oatman. “Podemos hacer que esto sea un éxito. Tenemos que hacerlo”.

c.2023 The New York Times Company