Anglet: la pequeña California francesa
Anglet puede presumir de muchas cosas, pero más que de edificios aristocráticos, que los tiene, prefiere hacerlo de su estilo de vida y su cultura del surf. Será suficiente recorrer un tramo del paseo peatonal que une sus 4,5 kilómetros de playas para entender su esencia. Si bien es cierto que mucho ha cambiado este lugar desde que lo frecuentaban Napoleón III y la emperatriz Eugenia, instalados en Biarritz, la atracción es la misma que hoy sienten los paseantes, corredores y jóvenes con neopreno que transitan por él respirando bocanadas de aire marino.
Comenzando en el tranquilo arenal de La Barre, en la desembocadura del río Adour, que separa Anglet y los Pirineos Atlánticos de Las Landas, el paisaje del litoral cambia a medida que se avanza por el paseo de madera. Cada una de los once extensas playas de arena fina y dorada que se suceden, separadas por espigones rocosos, hasta llegar al icónico faro de Biarritz tienen una identidad única. La de Cavaliers, rodeada de grandes espacios verdes y el centro de talasoterapia Atlanthal, es famosa por sus potentes olas y acoge competiciones de surf. Los naturistas prefieren la más salvaje de Des Dunes, que enmarca el campo de golf de Chiberta. Y luego están las de l’Ocean, la Madrague, la plague des Corsaires y Marinella, antes de alcanzar Sables d’Or, en la que vemos canchas de vóley-playa y esa particular Avenida del Surf que, al estilo del paseo de la fama de Hollywood, rinde homenaje a los mejores surfistas del mundo.
Un día de octubre, mucho más en verano, el paseo rebosa de ambiente gracias a las escuelas de surf, clubes de playa, heladerías, restaurantes, chiringuitos abiertos de la mañana a la noche y numerosos eventos que se celebran con la vista puesta en el Atlántico.
El último de los arenales, la Petite Chambre d’Amour, que se extiende hasta el cabo Saint-Martin, la descubrimos alquilando una de las bicicletas eléctricas y subiendo y bajando, sin esfuerzo, las cuestas de Anglet por el carril ciclista que corre paralelo al paseo marítimo. En los acantilados que enmarcan la playa de nombre más romántico está la cueva donde cuenta la leyenda que una pareja de enamorados, cuyas familias se oponían a su relación, se veían a escondidas, hasta que la marea les sorprendió y su historia de amor acabó en tragedia. Romeo y Julieta en versión francesa.
Sobre la cavidad se levanta la Love Tower, una curiosa estructura de madera y metal creada por el artista japonés Tadashi Kawamata hace unos años para la Bienal de Arte Contemporáneo, que tuvo tan buena acogida que ahí sigue y ahora es un mirador extraordinario sobre las playas.
La cara natural de Anglet no acaba en su fachada litoral, porque a sus espaldas están los bosques de la Pignada y Lazarte, 250 hectáreas de pinar y plantas silvestres donde caminar por sus senderos, pasear en bicicleta o montar a caballo. Al borde de este último pulmón verde y a dos pasos del Adour entramos en Notox, un taller artesanal de tablas de surf, para conocer el proceso de fabricación de sus tablas eco-responsables ¡y desmontables! y, de paso, ver trabajar al artista Luc Rolland, un polifacético shaper, que crea verdaderas obras de arte únicas. Su lema: "Nunca hagas lo mismo dos veces".
Artesanos también y con una larga tradición de cinco generaciones tiene el taller de chisteras de la familia Gonzalez, que fabrica y repara las cestas utilizadas por los pelotaris para jugar a la cesta punta (jai alai) y otras modalidades de la pelota vasca, el deporte tradicional. En los bajos de una casa de la calle Allée des Liseron trabajan codo a codo Jean-Louis, Peio y Bixente, abuelo, hijo y nieto –este último, además, es jugador profesional–, a los que a veces se une el tío abuelo, quien nos cuenta el proceso de fabricación: "Todo se hace a mano, con madera de castaño joven y mimbre, cada cesta lleva unas 30 horas de trabajo". Anglet en esta faceta es más vasca que gascona.
La original Love Tower, del artista japonés Tadashi Kawamata, es un mirador extraordinario sobre las playas
En el mismo barrio, uno de los cinco que conforman la ciudad y junto a la oficina de turismo, abre sus puertas Halles des 5 Cantons, un mercado rebosante de delicias de los campos y mares vecinos. A primera hora, es un lugar tranquilo para comprar frutas, verduras o trufas de productores locales en sus exquisitos puestos, pero hacia mediodía se anima, cuando lugareños y turistas se acercan a tapear y comer platos elaborados con productos del mercado. Probamos el jamón de Bayona; los quesos de cabra y vaca artesanales de Lait 2 Fromagers, de la mano de Jean-Christophe; el foie gras de pato de Arnabar, que llevan elaborando en su granja desde hace décadas; y en Hazia, los vinos ecológicos y biodinámicos de la cava de Mathilda y Tim, una emprendedora pareja –ella francesa, él británico– que acompañamos con unas ostras de Arcachón.
Anglet tiene su propia versión francesa de Romeo y Julieta y se descubre en la cueva de la petite Chambre d’Amour
Durante siglos, Anglet, esta "tierra en forma de esquina" –como se traduce su nombre– era rural y estaba llena de viñedos, bosques y huertas que abastecían a las ciudades del entorno. Hoy, son plantas y flores silvestres las que crecen en los invernaderos de Mendi le Jardin de Tous y lo hacen por miles. La familia Mendiburu cultiva y perpetúa, desde hace tres generaciones, el oficio de horticultor en "este jardín de todos" en pleno centro de la ciudad.
Enmarcado en un escenario de verdor está Brindos, Lac & Cháteau, en el más apartado barrio del mismo nombre, un castillo con lago privado que en otro tiempo fue lugar de fiestas de la burguesía francesa y hoy es un refugio de intimidad exquisito donde terminar por caer rendidos a Anglet.
El apunte experto
Presta atención a los originales pasos de peatones, que, como no podía ser de otra manera en Anglet, tienen forma de tabla de surf.
En la oficina de turismo venden productos de los artesanos locales y las galletas Sablés d’Or, que evocan la playa homónima. Son de mantequilla y las elabora la Maison Gautier, elegida Mejor Pastelería de Francia.
Las huellas de Joël de Rosnay, Jacques Rott, Tom Curren... y tantos otros destacados surfistas están grabadas en losas con forma de tabla en la Avenida del Surf.
En el centro hortícola de Mendi, además de exponer y vender su producción de plantas y flores, organizan visitas y realizan talleres temáticos de jardinería y composiciones florales de temporada.
Junto a la playa de La Barre se encuentra el Parque Ecológico de Izadia, ideal para descubrir en familia.
Las chisteras con las que los pelotaris vascos juegan a la cesta punta se fabrican en Anglet de manera artesanal