Anne Bancroft y la condena que pagó por interpretar a la señora Robinson en 'El Graduado'
POR Teresa Aranguez.- Hay historias tan reales en el cine, que, a veces, se hace inevitable discernir la realidad de la ficción. Es lo que se conoce como ilusión. Existen romances del séptimo arte que nos creímos de principio a fin mientras sus actores no se podían ver ni en pintura. O escenas que parecen idílicas y cuyo rodaje fue una auténtica tortura. Mismamente Anne Bancroft nos hipnotizó con su personaje de señora Robinson en El graduado. Uno de sus trabajos más destacados, que, por desgracia, también fue su gran condena.
Anne, fallecida en 2005 a los 73 años de un cáncer uterino, tenía todo para que ser una primera actriz en Hollywood. Desde esa sonrisa nostálgica y mirada seductora hasta esa fuerza interpretativa que traspasaba la pantalla. Hizo su primera película con 21 años, Almas desesperadas (1952), al lado de Marilyn Monroe y nunca más dejó de trabajar. No se le resistió ningún premio. La cámara quedó atrapada con su belleza poco tradicional, convirtiéndose en una de las actrices más cotizadas en la susodicha Meca del Cine, a la vez que en una de sus grandes víctimas.
La llegada a sus manos de la propuesta del director Mike Nichols, quien ganó el Oscar por El graduado tuvo mucho que ver. Anne tenía 35 años cuando lo interpretó pero debía fingir que era una atractiva cuarentona amargada en su matrimonio que le hacía ojitos al inocente, jovencísimo y repeinado novio de su hija, papel de Dustin Hoffman. El actor era una joven promesa del cine, cuyo paso por los brazos de Anne le dio el pasaporte directo al estrellato.
La historia casi rozó el escándalo: mujer casada, aficionada al alcohol y al tabaco, es infiel a su marido con el pretendiente de su hija. Todos los ingredientes para convertirse en un éxito rotundo de taquilla y referente del cine.
Pero también en la maldición de Anne. La historia serviría de referente a títulos posteriores como Malena, La luna o el personaje de Jennifer Coolidge en American Pie, donde mujeres adultas mantienen relaciones con hombres mucho más jóvenes, aunque ninguna con el alcance de su original. Una impronta que terminó encasillando a Anne Bancroft en los papeles de mujer madura, malhumorada, de amores y con relaciones tormentosas. Hollywood, entonces doblemente machista y terreno absoluto de la testosterona, castró, en cierta forma, su talento y le cerró las puertas a otros papeles. Pero ella, mujer inteligente y con las ideas claras, se negó a repetir el mismo patrón y dijo 'no' a todos los personajes que guardaran relación con la señora Robinson.
Así lo contó el periodista Douglas K. Daniel, autor del libro biográfico Anne Bancroft: A Life, en entrevista con Fox News. “Se mantuvo alejada de ese tipo de papeles. Se daba cuenta que la gente siempre quería hablar de Mrs. Robinson.Con los años se cansó porque ella sentía que tuvo otros personajes muy buenos que fueron opacados por este por lo bien que lo hizo y por lo popular que fue la película”. El papel era complejo, sobre todo por la realidad social del momento. De hecho, cuando se le ofreció primeramente a Doris Day, su marido y mánager, Martin Melcher, se negó a que lo hiciera por ser demasiado sucio para la entonces, 'America’s Sweetheart'.
Anne terminó viviendo este éxito como un martirio, hasta que un día decidió hacer las paces con la situación. Fue ya pasados los 60, con la madurez y experiencia que dan los años, que logró reconciliarse con la señora Robinson y todo lo que la rodeaba. Divertida y siempre encantadora, se lo confesó sin pelos en la lengua al periodista Charlie Rose en una amena charla. A la pregunta de, '¿te gusta El Graduado?', Anne respondió como sólo ella podría. “Me gusta ahora. Ahora sí soy capaz de amarla. Cuando la estábamos haciendo encontré tantos problemas que experimenté muchos conflictos”, expresó sincera en esta entrevista.
Recuerda que cuando leyó el guion quedó enganchada, estaba emocionada y con todas las ganas de embarcarse en la aventura. "Pensaba que era una maravilla y no podía esperar a hacerlo. Todo el mundo me decía que estaba muy por debajo de mí y que no debía hacerlo. Pero yo dije, 'voy a hacerlo', no me digan nada y fui hacia adelante", relató a Rose.
Una aventura que, como tal, también estuvo llena de obstáculos. Más allá del encasillamiento que supuso este personaje, Anne admitió que hubo momentos muy duros e inesperados durante el rodaje. El desnudo fue uno de ellos. La escena que pensó sería la más fácil de hacer, terminó paralizándola por completo.
“Pensé que iba a ser muy fácil quitarme la ropa y quedarme desnuda”, dijo el escritor Douglass K. Daniel a Fox News. Resultó todo lo contrario. “Cuando llegó el día en que tenía que hacerlo no pude, simplemente no pude”. Además, poco después se enfermó de neumonía, en parte y según ella, por toda la presión que estaba sufriendo. Su desnudo terminó siendo el de una doble. “No sabía que no podía hacerlo hasta que llegó el momento”. Su negativa desbarató todos los planes y enfadó hasta al apuntador, especialmente al Nicols. "No me importó que se enfadara, yo seguí mi instinto, me puse muy enferma. Y probablemente fue por eso", añadió.
El asunto se zanjó, pero ese malestar le persiguió durante mucho tiempo. Incluso se negó en rotundo a ver la película en aquel entonces, no fue hasta años después que logró sentarse a disfrutarla de principio a fin, apreciarla e incluso defender a esa mujer a la que dio vida.
De todos modos, ese capítulo gris no empañó la felicidad de Anne en lo personal. A diferencia de su famoso personaje, ella sí conoció el amor verdadero. Lo hizo de la mano de su segundo esposo Mel Brooks, con quien se casó en 1964 y se mantuvo unida hasta su partida. Según Daniel, autor de su biografía, quienes les conocieron aseguraban que lo suyo fue un amor de película. El escritor cómico y la actriz dramática conectaron de inmediato tras conocerse a pesar de ser polos opuestos. “Ambos estaban divorciados, eran más mayores, más maduros y tenían un mejor entendimiento de lo que era el matrimonio”, escribió en sus páginas (vía Fox News).
Mel estuvo a su lado cuando en los '80 tuvo su primer brote de cáncer. Un tema doloroso que llevaron en la más estricta intimidas. La enfermedad iba y venía de forma intermitente, pero allí siempre estuvo su esposo. Y el cine. Su padecimiento nunca fue una excusa para dejar de trabajar. Tal es así, que a los 67 años le llegó otro de sus papeles estrella en Grandes esperanzas (1998), de Alfonso Cuarón, con los entonces principiantes, Gwyneth Paltrow y Ethan Hawke. Una adaptación muy libre de la novela homónima de Charles Dickens que recaudó $55 millones, doblando así su coste. La cinta pasó un poco de puntillas, pero la interpretación de Anne fue ovacionada por el público y la crítica.
Precisamente la esperanza fue uno de los valores que reinó en la vida de esta primera dama de la escena. Nunca se rindió y siempre aspiró a superarse en todo. Lo consiguió con creces como actriz y como mujer. Le dio una bofetada en toda regla a Hollywood y decidió aventurarse a hacer lo que a ella le hacía feliz, abriendo así puertas a las mujeres de generaciones venideras.
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