Cómo atraparon a Griselda Blanco: la sorpresa que se llevó la DEA al entrar a su casa
Tras el estreno de Griselda, la serie de Netflix que retrata la vida de la narcotraficante colombiana Griselda Blanco, el mundo del streaming se revolucionó. A más de 30 años de su arresto, y a raíz del furor por conocer más sobre su vida, se supo la insólita condición en la que la Administración para el Control de Drogas de Estados Unidos -DEA, por sus siglas en inglés- la encontró en su casa.
En la década de 1960, Giselda y su familia se instalaron en Nueva York, ya como una traficante influyente en Medellín, su tierra natal. Desde allí operó las primeras rutas para asegurar el ingreso de la cocaína a los Estados Unidos y recién en la década de los 80 estableció en Miami el centro de operaciones. Esta decisión sembró el terror y una seguidilla de masacres por las constantes guerras entre los jefes narcos.
Sin embargo, a pesar de todo lo que construyó y el mega negocio que lideró durante décadas desde el país de Norteamérica, en 1985 la DEA dio con su paradero en su residencia de Irvine, al sur de California. Quien se encargó de ubicarla fue el agente Robert Palombo, gracias a diferentes traspiés que cometió Griselda Blanco con giros bancarios y exposiciones absurdas.
Griselda Blanco: así fue su caída
En una entrevista con el medio estadounidense CBS4, el exagente de la DEA relató el momento en que el cuerpo de seguridad rodeó la propiedad y que él subió al segundo piso en busca de ella. Lo cierto es que al ingresar a la habitación, en lugar de hallar a una asesina y cabecilla del narcotráfico, se encontró con una mujer simple y sin preocupación.
“Hola, Griselda. Por fin nos conocemos”, expresó Palombo, a lo que la conocida como Viuda Negra respondió: “No, mi nombre es Betty”. Lo cierto es que la colombiana se encontraba en su cama con la Biblia en la mano y a pesar de que intentó camuflar su identidad, los registros, las armas y pasaportes falsos, confirmaron quién era.
“Se mostró bastante fuerte y distante, una actitud típica colombiana diría yo, indiferente, sin mostrar ninguna emoción real, pero cuando la metimos en el auto [todo cambió]. Yo estaba en el asiento trasero con ella, mientras que el otro agente iba al volante. Condujimos hasta Los Ángeles y, cuando nos acercamos al juzgado, la notamos sobresaltada. Me agarró del brazo y pude sentir cómo temblaba. Luego, se dio vuelta y vomitó sobre mi hombro. No mucho, principalmente bilis, pero [ella] sabía que su suerte ya estaba echada. Había llegado la hora de que conocer a sus denunciantes”, dijo Robert, quien estuvo 11 años detrás de la dama del narcotráfico