El "aura" de Garzón, el pueblo uruguayo que conquista al arte internacional

Artigas Rodríguez, un habitante de Pueblo Garzón en la puerta de su casa mientras la localidad se prepara para recibir a los turistas por el festival Campo Artfest, el 27 de diciembre de 2024 en Maldonado, Uruguay (Santiago MAZZAROVICH)
Artigas Rodríguez, un habitante de Pueblo Garzón en la puerta de su casa mientras la localidad se prepara para recibir a los turistas por el festival Campo Artfest, el 27 de diciembre de 2024 en Maldonado, Uruguay (Santiago MAZZAROVICH) (Santiago MAZZAROVICH/AFP/AFP)

La capilla de Pueblo Garzón, una pequeña localidad detenida en el tiempo en medio del campo uruguayo, amaneció sin sus bancos de madera. En su lugar, el artista plástico alemán Lukas Kühne colocó una instalación sonora con cajas de resonancia y martillos de goma.

Kühne no estaba solo ni había tenido un arrebato de locura: era uno de los invitados a la 8ª edición de Campo, el festival creado por la fotógrafa estadounidense Heidi Lender, que durante tres días a fines de diciembre convocó a más de 20 artistas de todo el mundo -entre ellos de Estados Unidos, Singapur, Corea del Sur y Brasil-, y reunió a unos 6.000 visitantes.

Radicado en Uruguay, Kühne es fanático de Garzón, al que define como "un proyecto utópico en el buen sentido" y que incluye en su circuito cada vez que recibe artistas del exterior. "Parece un pueblo cualquiera, pero no lo es, están apareciendo cosas muy lindas e interesantes, tiene su aura", explica sobre este lugar 170 km al este de la capital Montevideo que por su paisaje con viñas y olivos ha sido comparado con la Toscana.

El primero en poner a este pueblo en el mapa fue el reconocido chef argentino Francis Mallmann, que abrió su restaurante hace ya 20 años. "El embajador absoluto es Francis", dice la también prestigiosa cocinera Lucía Soria, al frente del proyecto de cenas itinerantes por el pueblo Mesa Garzón. "Pero la embajadora del arte es Heidi", completa sin titubear.

Lender llegó a Garzón de casualidad hace 14 años, se enamoró del pueblo, compró una casa y fundó una organización sin fines de lucro para "darle a otros artistas la oportunidad de crear en esta tierra mágica". Hoy ese proyecto incluye residencias artísticas, el festival y la próxima construcción de un campus con un proyecto del arquitecto uruguayo Rafael Viñoly.

"Es difícil de explicar qué tiene Garzón, hay que venir y vivirlo", dice. "Hay una energía que no existe en ningún otro lado del mundo, es un mix entre la luz, la gente, la autenticidad, la simpleza de vivir, la tranquilidad, la soledad, la belleza… es una gran sopa de magia".

Garzón tiene la virtud de estar lejos -pero no tanto- de Punta del Este, el balneario favorito de la élite sudamericana, famoso por sus playas pero también por su vida nocturna. Y a la vez se ubica apenas 35 kilómetros al norte de José Ignacio, más exclusivo y en los últimos años punto de encuentro para los amantes del arte, con galerías y eventos internacionales.

- Más contactos que en Miami -

Como en la mayoría de los pueblos del interior uruguayo, la actividad se concentra alrededor de la plaza principal.

Allí están la iglesia, la municipalidad, el club social, un viejo almacén convertido en tienda de diseño, el restaurante de Mallmann, un museo/café que inauguraron dos de sus hijas y alguna de las cinco galerías activas durante la temporada. Las casas siguen unas pocas manzanas a la redonda. Luego, el campo y las sierras.

El artista plástico uruguayo Mauro Arbiza vende sus esculturas en Garzón desde hace nueve años, pero acaba de abrir su propia galería frente a la plaza. "La gente de poder adquisitivo alto, que viene a veranear a Punta del Este, viene a la Bodega Garzón o a lo de Mallmann a cenar o almorzar algún día", explica. Sus obras cuestan entre 2.500 y 40.000 dólares, un rango de precios que se repite en otras galerías.

"Antes siempre iba a Art Basel en diciembre, pero no voy más. Hago más contactos en el Pueblo que en Miami", sostiene Arbiza, con obras monumentales en China y Estados Unidos.

Los galeristas coinciden en que por sus salas circulan turistas, coleccionistas y curadores en gran parte europeos y estadounidenses, aunque también muchos argentinos y brasileños.

"La mayoría del público sabe lo que viene a ver y eso nos llama la atención", comenta Cristina Madero, de la galería argentina Walden Naturae, que abrió sus puertas en 2021.

- Convivencia respetuosa -

Todo, o casi todo, en Garzón remite al pasado. A una época en que el tren marcaba el paso del tiempo. Hasta los años 1950 el pueblo disfrutaba de la prosperidad de un molino de trigo. Había 2.000 habitantes y no los escasos 178 que marca el censo 2023.

Conocido como "El Mijo", Artigas Rodríguez hace más de 20 años que vive en el pueblo trabajando en tareas de construcción. Le gusta "que es tranquilo" y "la gente se lleva bien", cuenta a sus 85 años, rodeado de objetos que recoge y vende en su humilde vivienda.

Entre sus vecinos hay varios nombres ilustres, como el sastre de los Rolling Stones, John Pearse, o la artista francesa Marie Ducaté, ahora con museo propio.

La llegada de extranjeros y turistas ha generado más simpatías que resistencia. "A través de los años ha habido una integración muy respetuosa de ambos lados", asegura Soria.

Este resurgimiento del pueblo como un polo artístico revalorizó las tierras. Un terreno de 1.000 metros cuadrados cuesta alrededor de 100.000 dólares.

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