¡A bailar! El Teatro Colón vuelve a ser también de la infancia
Las barras están dispuestas sobre el escenario para la clase de ballet. Entre mochilas, buzos y termos sobre el piso solo ensaya estiramientos una bailarina solitaria, enfrascada en sus auriculares. La tía Mirta, que trajo a sus sobrinos al teatro, reclama desde el pasillo central de la platea del Teatro Colón que comience la función. “Ya son las 11...“, protesta de viva voz. “Las 11:02″, acota desde una butaca un chiquitín de unos siete años mirando con orgullo su reloj pulsera.
Puntual y con humor comienza la función de ¡A bailar! que forma parte de la programación del Colón para chicos . La tía Mirta, interpretada por la actriz Mercedes Hernández, sube al escenario y se encuentra allí con el maestro de baile, Edgardo Trabalón, quien la invita a presenciar una clase de danza clásica. A partir del diálogo que entablan, ingresan a escena los bailarines en vestimenta de ensayo. Primero sobre las barras, luego en el centro del escenario despejado, siguen las instrucciones del maestro y la música del piano. Primera posición, segunda, plié, grand jeté, relevé... las indicaciones se suceden, los pies se ponen de punta, las piernas se elevan, los cuerpos giran...
Tras la clase, que toma la mitad del tiempo de la función, salen a escena parejas de bailarines, para interpretar sucesivamente sobre música grabada cuatro pas de deux, de los ballets Giselle, Las llamas de París, El Cascanueces y El Corsario . Tía Mirta se entusiasma a la par de los chicos del público, que responden con aplausos redoblados cuando aprecian momentos coreográficos de vuelo.
La función lleva el subtítulo El arte del pas de deux, pero tal vez se habrían enriquecido –e incluso destacado más aún- los números solistas si se los hubiese intercalado con alguna escena de ensamble, con la bella armonía de sus movimientos conjuntos, teniendo en cuenta que en la “clase preparatoria“ se le presentaba al público una veintena de bailarines del Ballet Estable del Colón. La tía Mirta al menos se saca las ganas de ejercitar una posición de baile sobre el final, así como antes había convocado a la platea a hacerlo también.
La función de ballet del ciclo Colón para chicos fue precedida semanas atrás por una versión acotada de El elixir de amor, con régie similar y la misma escenografía y vestuario de la que brilló para público adulto , aunque limitada musicalmente al cubrir con figurantes los personajes secundarios que interpretaba el coro.
La temporada para la platea infantil se cierra a comienzos de octubre con dos funciones de Teodoro y el robot sin nombre, una puesta de teatro musical de Gonzalo Demaría sobre fragmentos de Mozart , en la que el robot descubrirá la música y los sentimientos a través de acertijos que lo introducen en el fascinante mundo de la ópera.
Esta semana se retomaron también después de la obligada pausa de dos años impuesta por la pandemia también las funciones especiales gratuitas para alumnos de escuelas públicas porteñas. Unos 4.800 chicos asistieron con sus guardapolvos blanco s a tres representaciones de Las bodas de Aurora, el tercer acto del ballet La bella durmiente, con música de Piotr Illich Chaikovsky y coreografía de Mario Galizzi basada en la original de Marius Petipa. Es de esperar que en la proxima temporada sea posible volver al ritmo prepandémico de estas funciones: en 2019 asistieron un total de 23.588 alumnos de escuelas primarias a 13 funciones de ballet, ópera y conciertos, y 4151 estudiantes secundarios a siete ensayos abiertos, a la vez que 230 docentes participaron de capacitaciones.
Retomando la vida social tras la fase más aguda de la pandemia, se trata para los chicos, ahora más aún que antes, no solo de formar nuevos públicos para la música clásica, sino ante todo de volver a conectarse con situaciones artísticas que entrelazan la vivencia individual con la experiencia colectiva.
Para agendar
¡A bailar! Hoy y mañana, a las 11.
Teodoro y el robot sin nombre, sábado 1 y domingo 2 de ocubre, a las 11.
En el Teatro Colón.