Elena: después de los créditos
Siempre me he preguntado qué es lo que pasa en las películas románticas después de que corren los créditos. Los protagonistas finalmente se besan o se casan o se encuentran o se reconcilian, ¿y luego? El cine suele presentar el amor como un estado de clímax permanente al que se puede acceder de alguna forma. ¿Será por eso que la gente busca a su media naranja? ¿Para vivir un momento épico que resolverá sus vidas para siempre? El amor no es una meta, es un vehículo. La vida no se resuelve con un beso, se acompaña.
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Hace unos cinco años presencié un hecho que no solo me devolvió la fe en el amor, sino me hizo sentir que estaba dentro de una película. Fue en una fiesta a la que me acompañó mi amiga Elena. Ambos pasábamos por un período de soltería intrépida y veníamos de relaciones largas. Éramos los Batman y Robin de la vida social y en una de esas tantas noches, Elena conoció a Felipe.
Aún recuerdo la imagen de esos dos enamorándose. De cómo platicaban fascinados sin despegar la mirada el uno del otro ni un segundo. Había un cerco invisible que aislaba a todos los demás que estábamos allí. Fue un momento que incluso en la pantalla de un cine hubiera resultado poco creíble y algo cursi.
—Qué asco me das —le dije a Elena bromeando mientras regresábamos de la fiesta.
—¿Por? —me preguntó sorprendida.
—Porque ya te enamoraste.
—¡Claro que no! —dijo esbozando una sonrisa enorme—. Ni siquiera me pidió mi teléfono.
El lunes siguiente —raro en mí— llegué temprano al trabajo y, como si hubiera estado programado con antelación, a las 9:05 AM recibí un correo electrónico de Felipe. Éste decía:
"Hola Anjo, te mando unos links muy buenos. Ojalá te gusten.
Un abrazo,
Felipe.
PD: ¿Le podrías reenviar este correo a Elena? Muchas gracias."
Hice caso omiso y fui a servirme un café. Al regresar a mi lugar sonó el teléfono. Contesté.
—Hola. ¿No te ha escrito Felipe? —me preguntó Elena.
—Sí, de hecho me acaba de llegar un correo —dije.
—¿Me lo puedes reenviar, por favor? —me pidió.
—Sí —le contesté.
—Gracias, ¡bye! —dijo antes de colgar.
Hice lo que me pidió. Después me enteré que para no llamar la atención de todo el grupo de amigos en plena fiesta, Felipe y Elena elaboraron ese complicado plan para intercambiar sus correos. Un plan que, en mi opinión, era demasiado torpe e infantil, pero a ellos parecía divertirles.
Mi cumpleaños estaba cerca y, aunque no acostumbro celebrar en demasía, quedé de ver a Elena para que me ayudara a pensar en un posible lugar para hacerlo. Cuando llegó a la cafetería donde la cité, se veía preocupada, como cuando un niño rompe algo y teme enfrentar a sus papás.
—Ya andas con él, ¿verdad? —le pregunté antes de que se sentara.
Su rostro se acongojó más.
—Lo conoces hace menos de una semana y, ¿ya eres su novia? —inferí.
—¿Cómo sabes? —me preguntó boquiabierta.
—Eres transparente —dije burlón.
Soltó una carcajada cínica y finalmente se sentó en la mesa. Me contó cómo sólo tuvieron que pasar tres citas para saber que quería estar con Felipe. Toda la ansiedad se había borrado de su cara, se veía satisfecha y emocionada mientras me platicaba lo ocurrido.
Llegó mi cumpleaños y fue la primera vez que Elena presentó a Felipe como su novio. Se veían disímiles pero unidos, una combinación afortunada en una nueva pareja. Todos mis amigos, que a lo largo de este tiempo se habían convertido en sus amigos, elogiaron la unión; incluso Maxi, un muy querido amigo gay, se acercó a Elena y le dijo, "Tu novio está divino", provocando el inmediato regocijo de ella.
De haber sido una película, éste sería el momento perfecto para terminarla. Sin embargo, Elena y Felipe acaban de cumplir cinco años juntos. A diferencia del intempestivo inicio, su relación evolucionó de forma paulatina y paciente. Han pasado por momentos difíciles —enfermedades, despidos, escasez de tiempo y presiones de todos tipos— que no parecen cimbrar su estabilidad. Hace poco a Elena tuvo la oportunidad de comprar un departamento e invitó a Felipe a mudarse con ella. Como una pareja del siglo XXI, comparten los gastos y las implicaciones. Puedo afirmar que Elena y Felipe son felices, pero no ha sido fácil. El mudarse juntos ha significado una propagación de retos y frustraciones, de nuevas peleas que durante su noviazgo parecían imposibles.
Cada vez que aparecen los créditos de una película, termina la historia. En la vida real, entablar una relación es apenas el comienzo. Tanto Elena como Felipe, al igual que todas las parejas que inician un noviazgo, tienen que aprender a vivir por dos, sin endosarle al otro sus problemas. La relación tiene que ser un santuario al cual no se le permite la entrada a recriminaciones y acusaciones. La pareja no puede ser un saco de box para desquitar frustraciones, sino un aliado al cual platicárselas.
Lo difícil no es encontrar una pareja, sino hacerla trascender.
Twitter: @AnjoNava
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