Al rescate de la declaración

Algunas cosas nunca cambian y otras no deberían de hacerlo. Conforme uno crece y se va haciendo más independiente, al atravesar el periodo de rebeldía y rechazo de lo que nos enseñan e imponen en casa, las costumbres pierden su relevancia. Sin embargo, al llegar a la edad adulta, uno debe de volver a visitar eso que se ha dejado atrás, husmear en los cajones de la memoria y quizás encuentre algo a lo que se le pueda dar un nuevo significado. Una de esas tradiciones olvidadas es la forma en el que definimos nuestras relaciones.

Antes, el declararse a alguien era una práctica tan común como aceptada / Foto: Thinkstock
Antes, el declararse a alguien era una práctica tan común como aceptada / Foto: Thinkstock

Pensaba en esto la semana pasada, mientras iba de camino a la oficina con mis amigas Mariana y Natalia.

—¿Qué pasó con el tipo con el que salías? —le pregunté a Natalia, tratando de hacer conversación.

—Somos novios hace dos semanas —respondió.

—¿Y te llegó? —preguntó Mariana. (En México le decimos ‘llegar’ a la acción de preguntarle directamente a una persona si quiere ser su novia o novio).

—Sí —le contestó Natalia—, fue muy tierno.

—¿Todavía se usa? —puso en duda Mariana.

—Yo le llegué a mi novia —respondí desde el asiento trasero—. Es mejor poner la situación en claro.

—Y es muy romántico —dijo Natalia recordando a su novio.

Antes, el declararse a alguien era una práctica tan común como aceptada, pero conforme las relaciones contemporáneas se han vuelto más variadas, abiertas y flexibles, la usanza se ha abandonado, provocando una gran ambigüedad en los involucrados. En la actualidad, después de que un ser humano conoce a otro y empiezan a salir juntos, cualquier cosa puede pasar. No existen más los protocolos para el cortejo, al menos como los describían nuestros abuelos y un beso, por ejemplo, puede significar todo o nada. ¿Cómo definir un noviazgo en medio de tanta anarquía sentimental? Por el contrario, en el matrimonio, la relación formal por excelencia, el arrodillarse para entregar un anillo de compromiso no solo sigue vigente, sino que la gente busca maneras más originales y divertidas de hacerlo.

Aunque la propuesta de noviazgo es un acto típicamente masculino, creo que tanto hombres como mujeres, se han escudado en la moda de decir que es un hábito cursi y obsoleto, para así llevar las relaciones a su propio ritmo, al mismo tiempo que siguen conociendo a otras personas y mantienen sus opciones abiertas, por si alguien mejor se aparece en el camino. Es entonces que estiran la liga al punto en que, ante la incertidumbre, su pareja esté por mandarlos a volar y, por fin, deciden comprometerse.

Otra posible razón por la que la que se evade la controversial pregunta es la probabilidad implícita de rechazo que existe al formularla. Es muy común que cuando un hombre le pregunta a una chica: “¿Quieres ser mi novia?”, ella conteste, “¿Novios? Pero, si tú y yo somos amigos”.

Como le dije a mis amigas aquel día en el auto, yo creo que la declaración amorosa es un ejercicio de poner las cartas sobre la mesa, en cuanto a lo que siente cada quien —antes de dar un paso más hacia adelante—, además de que delinea las responsabilidades de cada uno de los integrantes de una nueva pareja. Después de que un hombre le pregunta a una mujer si ésta quiere ser su novia y ella acepta, hay una serie de compromisos intrínsecos que conllevan el noviazgo, como por ejemplo: la exclusividad, fidelidad, el dar prioridad al otro en la agenda diaria, así como volverse responsable de su bienestar. Es la culminación de una afanosa negociación y el inicio de una relación en toda la extensión de la palabra.

Por su parte, las mujeres que quieren oficializar el noviazgo deben tratar de tener en orden sus sentimientos con respecto a la otra persona y, si se sienten correspondidas, mandar las señales correctas; mostrar sus intenciones con una que otra indirecta que le facilite al hombre pronunciar su declaración. Claro que si éste es medio lento, inseguro o torpe, no está de más preguntar y nunca dar por sentado el que ya sean novios. No importa que lleven saliendo un cierto tiempo, tengan manifestaciones públicas de cariño, conozcan a sus respectivas familias y amigos, es mejor un “¿Qué somos?” a algo como “Él es Fulanito, mi novio...” y que Fulanito diga: “¿Novios? Pero si tú y yo somos amigos”.

Twitter: @AnjoNava

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