Complejos, enemigos del placer

Muchas mujeres y varones tienen creencias y sensaciones displacenteras sobre su propio cuerpo o acerca de lo que deberían sentir o hacer en el encuentro sexual. Pensamientos que, irremediablemente, los llevan a arruinar el placer. A ellas les preocupan sus formas. A ellos… Las medidas.

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Marta (28 años): "mis labios menores son muy grandes, salen afuera por dentro de los mayores. Me siento anormal. Me da mucha vergüenza consultarlo con mi ginecólogo y mucha más a la hora de acostarme con alguna pareja. Porque un novio que tuve me dijo que eran raros, aunque el médico nunca me dijo nada al respecto".

Graciela (32 años): "Cuando me encuentro con algún hombre en la intimidad, estoy más preocupada por saber cómo me verá él, si pensará que soy anormal o si le dará un poco de rechazo mi cuerpo. Siempre me vi demasiado flaca, como esquelética. Y esto me impide estar conectada con la otra persona".

Las ideas que cada uno tiene sobre el sexo se originan en los primeros años de vida y crecen junto con las miradas tempranas y las preguntas sobre un mundo a descubrir: el del propio cuerpo. Las primeras palabras y las primeras ideas constituyen la plataforma fundamental del placer: un comentario apresurado hecho por un padre o un hermano, una reflexión sobre un aspecto físico, como pueden ser los senos, la panza, la boca, por ejemplo, quizá sean el germen de un futuro complejo.

Del mismo modo, muchos hombres aún suponen que el tamaño de su pene influye en la capacidad de goce. Esto les impide disfrutar plenamente de los encuentros sexuales.

Generalmente, las mujeres se acomplejan porque suponen que el hombre que está con ellas sólo ve el rollo de la panza o el tamaño de los pechos. Cuando, en realidad, el erotismo y el placer implican estar con una persona por sus características integrales. Un hombre se siente atraído más allá de los senos o de las caderas de una mujer. Y una mujer toma en cuenta características masculinas, como su seducción, simpatía, honestidad, intimidad, apoyo, comprensión y amor.

¿Cómo lidiar con los complejos?

La clave para aprender a convivir con las partes feas de una es jerarquizar la palabra gustar. Y en lo cotidiano significará mirarla, enfrentarse a esa porción de nuestra anatomía que no nos gusta. Sin rechazos ni miedos. Reconciliarnos con nuestras partes imperfectas implica todo un trabajo de aceptación, para lo cual nos puede ayudar la terapia psicológica.

La perfección es imposible. Entonces, olvidémosla. Importa convertir y destacar lo bueno que tenemos y dejar a un lado lo que entorpece nuestro camino.

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