Fingir el orgasmo o gozar de verdad

¿Para qué fingir el orgasmo si puedes gozar de verdad? / Foto: Thinkstockphotos
¿Para qué fingir el orgasmo si puedes gozar de verdad? / Foto: Thinkstockphotos



Diana M. Resnicoff es licenciada en psicología, sexóloga clínica y secretaria científica de la Sociedad Argentina de Sexualidad Humana (S.A.S.H.).


Muchas películas muestran un modelo de goce femenino totalmente engañoso: una mujer hermosa se acerca a un hombre, le arranca la ropa, tienen un sexo sin juego, desenfrenado, a horcajadas, contra la pared. Ella hace: ¡Ah! ¡Ah! ¡Ah!, y llega al orgasmo en breves segundos, en el mismo instante que él. La mujer piensa que ésa es la normalidad y como no le pasa eso, tiene que fingir; muchos hombres, que también ven la misma película, están totalmente convencidos de que ése es el orgasmo de las mujeres.

¿Por qué? Porque su propio narcisismo les hace creer que la sexualidad femenina es igual a la de ellos y que la sola potencia de su pene es garantía del goce femenino. Pero, ¿todas las mujeres mienten?

Dos estudios realizados en Inglaterra y en Nueva Zelanda encontraron cierta incongruencia entre las verbalizaciones de placer y el placer real. Aproximadamente un 25% relató que emitían gemidos y verbalizaciones durante casi toda la relación sexual y un 50% durante una parte del encuentro.

Consultadas sobre por qué necesitaban emitir gemidos y expresiones de placer, casi el 90% de las encuestadas respondió que lo hacían para aumentar la autoestima de sus parejas, y un 50% agregó a la respuesta anterior otros factores: dolor durante el coito, aburrimiento, cansancio y apuro por limitaciones de tiempo.

Me sigue sorprendiendo que muchas mujeres me consultan por anorgasmia, porque su pareja ocasional les exige un orgasmo vaginal cuando ellas no lo han logrado nunca en su vida. Más aún: tuvieron muchos orgasmos por estimulación clitoridiana bucal o manual, pero entran en una crisis casi existencial y, para no dañarle la autoestima a ese hombre, comienzan a fingir, con lo cual inhiben toda su posibilidad de obtener placer. Íntimamente, suponen que tienen la obligación de darle satisfacción a un varón, aun a costa de renunciar a la suya.

El problema es que cuando una mujer decide fingir porque no se anima a decirle a su pareja que necesita más estimulación o que la penetración sola no le alcanza, nace una cadena de mentiras que puede durar años.

Es necesario que la mujer pueda pedir lo que quiere porque, a veces, el varón la estimula donde él cree que a ella le gusta y, como ella no le dice nada, él sigue repitiendo los mismos recursos y la relación pierde toda posibilidad de encuentro placentero. Ellas temen hacerlo sentir mal, pero no es necesario decirle: "Eso no me gusta". Puede decirle: "Esto me gusta" y, él se va a dar cuenta de que lo otro no le gustaba. Ambos tienen que compartir lo que les agrada y lo que les molesta o desagrada.


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