Matrimonios no consumados

En un matrimonio no consumado, no se ha llevado a cabo la penetración. / Foto: Thinkstock
En un matrimonio no consumado, no se ha llevado a cabo la penetración. / Foto: Thinkstock



Lo que define a un matrimonio no consumado, es la incapacidad para llevar a cabo la penetración intravaginal. No se trata de una decisión voluntaria, sino que, por el contrario, se vive con pudor, vergüenza e incluso con resignación. Aunque su tratamiento no solamente es posible, sino hasta bastante sencillo y con buenas posibilidades de éxito, las parejas ocultan su dificultad durante mucho tiempo y no se animan a consultar.


Eugenia (30 años): Yo deseo mantener relaciones con mi novio pero cuando él lo intenta siento que se me cierra la vagina. Nunca pude hacerme un control ginecológico ni un papanicolau.

Juan Carlos (38 años): Con mi esposa llevamos tres años de matrimonio y nos queremos mucho, pero todavía no pude penetrarla y eso nos atormenta a ambos, nos sentimos como dos monstruos enfermos. Ahora la situación nos preocupa más porque, además de que nos interesa resolverlo para gozar de nuestras relaciones, deseamos tener un hijo.


Estas parejas, en general, se quieren mucho, se divierten en la cama, se estimulan oral y manualmente, se excitan y pueden alcanzar el orgasmo pero la penetración es imposible. A veces es uno de los dos miembros el que aparenta tener el problema y otras veces son ambos. Él puede tener dificultades en la erección o ella padecer vaginismo. Ella puede tener una verdadera fobia a ser penetrada y él ser un eyaculador precoz o ambos padecer un deseo sexual inhibido.

Las dificultades pueden alternarse en el tiempo o ser concomitantes, pero siempre es un problema de dos. Cuando él quiere penetrarla, ella involuntariamente presenta una contracción de los músculos de la vagina; si ella pudo relajarse él eyacula antes de la penetración vaginal.

Muchos temores los invaden: a la maternidad o paternidad, al embarazo, a ser desgarrada o lastimada, a sufrir, a dañar o ser dañado en los genitales. Si bien no podemos hablar de causas en general, ya que se ve cada caso de la pareja en particular, hay factores psicológicos (muchas veces abusos sexuales en la infancia y antecedentes de violaciones), familiares, educacionales, religiosos y del vínculo en sí mismo.

Lo que finalmente decide una consulta suele ser el deseo de tener un hijo o el temor a que la relación se termine.


¿Existe un tratamiento efectivo?

Así es, la terapia sexual está al alcance de todos y ofrece un tratamiento corto, relativamente sencillo y con un elevadísimo porcentaje de éxito. Se logra resolver, lo que durante años se ocultó, en 10 a 15 sesiones. Incluso, exitosamente, he tratado parejas a distancia.

Tal como dice Sylvia de Béjar: “Vivir sanamente el sexo es un placer al que todos los mortales deberíamos acceder con libertad”.


Diana M. Resnicoff es licenciada en psicología, sexóloga clínica y secretaria científica de la Sociedad Argentina de Sexualidad Humana (S.A.S.H.).


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