Chicos insatisfechos: el valor de enseñarles a disfrutar
Cuántas veces nos escuchamos recriminando a nuestros chicos: “tienes una gran cantidad de juguetes y no juegas con ninguno, ¿para qué quieres otro”. O… “¿Ya has dejado tirado ese chiche por el que tanto lloraste?”. O… “Tienes todo lo que pides, ¿y sigues enojado?”
Estos chicos de hoy parecen muy difíciles de satisfacer. No es que sean desagradecidos, sino que constantemente necesitan de algo nuevo para estar contentos, y parecen no darse cuenta de todo lo que nos cuesta a los padres. A veces nos equivocamos y creemos que lo mejor es abastecer cada demanda, pero justamente cuando pensamos que serán más felices, los notamos más tristes, insatisfechos y demandantes.
Para saber cómo actuar, lo mejor es sacarnos las dudas con un especialista. La licenciada María Teresa Vercesi, que es psicoanalista especializada en niños, nos explica por qué sucede y cómo lograr que estos pequeños pedigüeños comiencen a valorar lo que tienen.
No sé lo que quiero pero lo quiero ya
¿Por qué los chicos de hoy parecen siempre insatisfechos?
“En realidad, habría que pensar en el contexto. En general, cuando hablamos de estos temas nos referimos a chicos que viven en una ciudad, de un nivel económico y social de medio para arriba. No sé si, por ejemplo, con los del interior sucede lo mismo. Pero todo lo que proponen las grandes ciudades es para una sociedad de consumo. El mensaje social que se les da a los niños constantemente es que hay que tener lo nuevo, lo último para ser felices. Abrir un paquete hermoso, tocarlo, nos despiertan todos los sentidos. Entonces las cosas duran muy poco, porque el ritmo al que nos acostumbran es cada vez más vertiginoso. Y te ves metido en un circuito en el que no se termina la influencia social. Esto es más notorio en los chicos, que cuando están en edad escolar comienzan a rivalizar mostrando lo que tienen”.
¿Es natural que un niño desee mucho algo y cuando lo logra empiece con otro pedido?
“Si, tan natural como que una adolescente se enamore del chico imposible. Tiene que ver con la idealización, el deseo. Cuanto más lejano e inalcanzable, más se desea”.
Esto de tener todo al alcance de la mano, ¿es contraproducente?
“Depende. En un sentido es bueno, porque los acostumbra al ritmo en que se mueve el mundo. Son parte de la globalización y hace que no se queden afuera. Hoy los chicos puedan manejar las computadoras al mismo nivel que un adulto. Pero el costo que se paga es el de la velocidad, lo efímero”.
¿Cómo manejamos los padres modernos el consumo, más allá de la posición económica familiar?
“Es muy importante la intervención del adulto y el mensaje que se les da a los chicos. Es bueno que los padres guíen sus tiempos. No tiene por que ser todo ya. Hay cosas que pueden esperar para otro día. Los adultos deben tomar una decisión y sostenerla, estar seguros, confiar en el instinto por más que se equivoquen. No es nada fácil porque hay que aguantar la protesta, pero si se mantienen firmes en un momento terminan ganando. Seguramente, cuando los hijos sean grandes van a saber valorarlo. Es como una alcancía, a corto plazo uno no se da cuenta de lo que vale. Pero si ponemos moneditas todos los días en un momento nos daremos cuenta de todo lo acumulado”.
¿Es bueno tener el “no” como primera instancia?
“No, tampoco sirve porque se desgasta. Los chicos terminan por no hacer caso. Es preferible que sean menos “no” pero más firmes. Es un equilibrio muy delicado que hay que manejar. Si uno no sabe qué contestar lo mejor es decir: “Lo vemos más adelante”.
Hay veces que los argumentos de los chicos nos hacen reaccionar. Es bueno reconocerlo para que se den cuenta de la capacidad de reflexión que tienen sus padres. A ellos les sirve para aprender a argumentar y no insistir caprichosamente”.
Si satisfacemos todos sus deseos, ¿podrían ser unos futuros insatisfechos?
“Si, seguro. Porque el deseo para que se mantenga tiene que ser deseado. Cuando se alcanza deja de serlo, pierde el atractivo. Si satisfacemos sus deseos todo el tiempo comienzan a confundirse y el resultado se ve a posteriori”.
¿Cómo podemos ayudar a que valoren sus cosas?
“Primero, con el ejemplo. Si sus padres valoran sus cosas seguramente el chico terminará haciendo lo mismo. Si necesitamos un modelo de auto nuevo a cada rato, cambiar de celular, comprarnos ropa, eso se trasmite.
Por otra parte, cuando ya son un poco más grandes, pueden darles una cantidad de dinero por semana para que ellos mismos lo distribuyan a su manera. Hay que explicarles que, si lo guardan, en un tiempo tendrán ahorrada una cantidad más interesante. Es bueno que adquieran la noción de lo que significa el valor. Que aprendan a postergar y se fijen una meta. Pongan un objetivo. Los padres podemos comprarles lo que necesitan, lo básico, y ellos deberán esforzarse para darse los gustos. Así aprenden lo que significa el esfuerzo. Por otro lado, a los adultos nos sirve para corrernos del odiado ‘no’”.
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