Mi hijo tiene mal comportamiento en la escuela
Bajas calificaciones, llamados de atención constantes de la maestra, peleas con los compañeros, notas en el cuaderno de comunicaciones… Desde hace un tiempo, el niño tiene problemas en la clase. Pero a los padres nos cuesta aceptar que es nuestro propio hijo el que está haciendo lío cuando no está bajo nuestra responsabilidad.
Al principio lo negamos y quizá despotricamos contra los demás. Desconfiamos de los docentes, los docentes le echan la culpa a los padres y ambos, a la sociedad. Sin embargo, a ese chico le está sucediendo algo y nos lo cuenta de esa manera: portándose mal en la escuela. Seguramente es una forma de lograr que reparemos en él; pero a los adultos nos abochorna y solemos enojarnos mucho.
No hay nada por lo que debamos avergonzarnos, lo mejor es reconocerlo cuanto antes para poder tomar cartas en el asunto.
Descubrir qué le pasa
Es muy distinto cuando hablamos de un episodio espaciado, a una conducta que se repite a menudo. El mal comportamiento puede ser demostrarlo con faltas de respeto hacia los demás, a través de conflictos con los compañeros o el profesor, por medio de falta de atención, con bajas calificaciones, etcétera. Lo cierto es que el origen de estas manifestaciones puede ser variado y es necesario averiguarlo.
* Algo en la escuela que lo angustie o perturbe: no siempre nos resulta tan claro darnos cuenta de que el lugar en el que nuestro hijo desarrolla su sociabilidad y se pasa largas horas de su vida puede estar perturbándolo. Desde el maltrato de un profesor, el bullying (hostigamiento) por parte de sus compañeros o una sensación de malestar por no sentirse afín a los contenidos, pueden ser motivos suficientes para que se sienta mal y actúe en consecuencia.
* Un alto grado de exigencia: puede venir tanto por parte de la institución, (recordemos que no cualquier lugar es para todos) como por parte de los padres. Un niño que está constantemente exigido se frustra porque siente que no rinde y no llega a las metas impuestas. Esto mismo genera en él una baja autoestima y hasta depresión.
* Demasiado consentido: es cuando el chico está criado con excesivos permisos y por eso se lleva el mundo por delante. Su conducta perturba a menudo a toda la clase. Hay una profunda falta límites y disciplina en su propio hogar y luego la traslada a la escuela, creyendo que puede comportarse de la misma forma. Pero allí se lleva la gran sorpresa, porque no se le brindan los mismos permisos. Hay que tener en cuenta que poner límites también es una manera de cuidarlo y de que se sienta querido.
* Falta de atención o situaciones de maltrato en la casa: problemas familiares en los que repiten modelos (por ejemplo, violencia entre los padres), falta afecto paterno o materno, cuando pasa muchas horas solo; incluso, en algunos casos existe abuso físico o psicológico de sus propios parientes. Luego, estos niños pueden expresar su disconformidad en la escuela.
* Angustia por estar viviendo una etapa especial: a veces crecer genera miedos que no saben expresarlos a través de una charla. También sucede con la rabia, cuando por ejemplo sufren la muerte de alguien muy cercano.
* Problemas biológicos: en este caso, es importante descartarlos antes que nada con los profesionales pertinentes. Una enfermedad que lo haga sentir distinto a sus pares puede hacer que la pase realmente mal.
Cómo ayudarlos a mejorar
Hablar con la escuela: cuanto antes hay que ir a conversar con los docentes, para entender cuál es el planteo de la institución y aunar criterios. Es mejor poder enterarnos a través de la charla y no por un intercambio de notas que no nos permiten repreguntar. De esta manera, podemos ir sacando algunas conclusiones para saber el origen del problema; entonces, el siguiente paso es dialogar con nuestro hijo.
Hablar con el niño: lo ideal es que se reúna con ambos padres (y que ellos hayan hablado previamente). Jamás debe ser en tono de reproche, sino que tienen que estar dispuestos a escucharlo con respeto y con calma. Es posible que niegue lo que ha sucedido, pero en el ámbito de una charla sensata en la que se sienta contenido finalmente lo exteriorizará.
Buscar ayuda profesional: cuando uno siente que la situación se va de las manos, lo mejor es hacer una cita con un psicólogo, que será el vector necesario para concretar una vía de comunicación con el niño, además de comprender el problema desde otro punto de vista.
Ayudarlo a enfrentar y resolver posibles situaciones angustiantes: no sólo respecto de sus tareas escolares, que no es poco; sino también con respecto a situaciones en las que puede verse en conflicto con los demás. Es bueno darle herramientas para que no se sienta atrapado y logre salir de ellas. Lo mejor es incentivarlo a que sea siempre a través del diálogo o buscando la ayuda de un adulto. También hay que enseñarlos a ser responsables de ellos mismos y reflexionar acerca de los pros y los contras de actuar de determinadas maneras. En ocasiones es necesario buscar otra institución que se adecue más a él y pueda sentirse feliz.
Hacer un seguimiento: siempre estar atentos a lo que hacen en la escuela, quiénes son sus amigos y acudir a las muestras y reuniones de padres convocadas por los maestros. Felicitarlo y estimularlo en sus aspectos positivos: esto le dará mayor confianza en si mismo. Parece un detalle pero es muy importante para los chicos ver que sus padres están orgullosos de ellos.
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