Convivir con sus hijos
Una sabe con quién se mete. Desde el momento que elegimos a un hombre y proyectamos una vida en común, tenemos que saber cuál es el bagaje que trae consigo. Seguramente, el más importante es la familia y más aún si ha tenido hijos.
Por supuesto que tener chicos no es sencillo para nadie, y la cosa se complica cuando ‘esos chicos’ no son nuestros. No los conocemos, no los hemos criado y tampoco estamos autorizadas a imponerles los límites. Ellos ya vienen con una historia y una forma de ser que al principio nos es totalmente ajena. Asimismo, no siempre se muestran de lo más contentos a la hora de estar con la pareja de su padre. Pero resulta que todos los días, varias veces por semana o al menos una vez cada 6 días, tendremos que compartir espacios, normas y, lo más importante, al hombre que amamos.
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Se acercan momentos difíciles, ¿será posible surfear esta ola gigante sin hundirnos en el medio del mar? No queremos que nos vean como a la madrastra de Cenicienta, pero tampoco nos alegra tener que estar incómodas en nuestra propia casa.
Corazón compartido
Lo primero que deberíamos pensar es que tenemos a nuestro lado a un hombre que se hace cargo de sus hijos. Que no es poco. Habla de su madurez y de su generosidad; por eso tiene que importarnos. Especialmente si entra en nuestros futuros planes formar con él nuestra propia familia.
Si bien nadie niega que no resultará nada sencillo convivir y que habrá momentos de altibajos (como en cualquier hogar), nosotras, desde nuestro lugar, podemos favorecer el buen clima. Hay un gran trabajo por hacer que comienza cuando respetamos e incentivamos la relación de un padre con sus hijos. Así como es importante compartir situaciones en las que estemos todos reunidos, también resulta esencial darles un respiro y guardar momentos para que ellos estén en intimidad. La idea es que no se sientan invadidos constantemente.
Por otra parte, el diálogo será la mejor herramienta para vincularnos. Siempre resulta de gran ayuda encontrar intereses y actividades en común que nos permitan conocernos de a poco y en profundidad. Esto no quiere decir que tengan que sentir que somos su madre, porque ya tienen la suya; ni tampoco significa que les dejemos hacer todo lo que quieren. Pero si es favorable que nos vean como aliadas y no como enemigas.
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De todas maneras, aunque la crianza debe quedar a cargo de sus padres, siempre es necesario poner reglas, después de todo es nuestra casa (y la de ellos). Si lo hacemos a través del diálogo y el buen trato será tomado como una guía y no como un regaño.
Asimismo, podemos enseñarles nuestra forma de hacer las cosas e integrarlos en las actividades que se presenten.
Otro punto fundamental es que jamás debemos hablarles mal de su familia materna, ni de la manera en que los crían; porque, aun cuando exista una situación tensa o injusta, los estaremos obligando a tomar una posición que los dejará en un lugar incómodo.
Los celos son normales y es prácticamente seguro que en algún momento aparezcan, pero tenemos que tomarlo con naturalidad. A medida que pasa el tiempo todo se irá reacomodando. Si ellos notan que estamos abiertas a recibirlos con afecto, poco a poco se irán entregando y estrechando lazos. Aunque algunos tarden más que otros.
Para crear un buen clima en el hogar no necesitamos ser falsas, porque eso se percibe. Tampoco prometerles cosas que no podremos cumplir con el objetivo de que nos quieran, porque algún día se volverá en nuestra contra.
La idea es poder convivir todos de manera armoniosa. Si nos sentimos a gusto en nuestra casa, eso se percibe en el ambiente y seguramente actuarán de la misma manera.
Por último, tenemos que pensar que aceptar y querer a los afectos del hombre que elegimos también es una forma de amarlo a él.
Fuente: http://parejas.about.com y http://mujer.terra.es
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