¿Compites con otras mamás?

Cuando tu hijo trae las calificaciones de la escuela:

a- ¿Sólo te importa cómo le está yendo en sus materias?
b- ¿Te fijas qué se han sacado los compañeros para comparar?
c- ¿Averiguas como les ha ido a los demás y te encargas de que se enteren todos de que tu niño es el mejor?

Cuando festejas su cumpleaños:

a- Preparas la fiesta que él te pidió.
b- Haces todo lo que a ti te gustaría, sin tener en cuenta lo que quiere.
c- Te fijas qué hicieron las otras madres a sus niños para hacer algo más sorprendente.

Cuando te juntas con otras mamás y hablan de sus niños:

a- Comentas también tus preocupaciones con él.
b- Disimulas lo que te preocupa y sólo destacas sus cualidades.
c- Te encanta que todo el mundo sepa lo listo que es y te dedicas a vociferarlo.

Si la mayoría de tus respuestas te han dado la letra "a", tienes una tendencia leve a competir con otras madres. Si el resultado fue mayoritario para la letra "b" es porque tienes un problema de competencia con el resto de las madres. Pero si definitivamente dio la "c", es porque tienes una obsesión y no puedes dejar de competir…

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No es necesario realizar ningún test para saber si somos madres competitivas. En cierto modo, ninguna de nosotras se salva, porque queremos y creemos que nuestros pequeños son los mejores del mundo. Y eso no es malo, ya que el afecto que sentimos hacia ellos muchas veces hace que los veamos perfectos.

Pero los extremos nunca son buenos; querer que sean siempre los mejores y poner la energía en eso es tan malo como desvalorizarlos.

Quizá nos estamos engañando a nosotras mismas al pensar que lo hacemos por su bien.

En el fondo lo que debemos replantearnos es si realmente competimos porque estamos orgullosas de ellos o, en realidad, de nosotras mismas…

Cosa de mujeres

Según dicen hombres y mujeres, es la naturaleza que llevamos las féminas; la competencia está en nuestros genes. Seguramente alguna vez has escuchado la frase: "¿Tienes una jefa mujer? Estás perdida". Como si dieran por sentado que habrá rivalidad.

Está la que compite por ser la más linda, la más culta, la mejor esposa y, por supuesto, la mejor madre. Y este último rótulo está íntimamente relacionado con el de quién tiene el mejor hijo. Si el nuestro es el mejor, seguramente se debe a que somos excelentes madres.

No se sabe a ciencia cierta por qué somos así. Se me ocurre que puede deberse a que existen más mujeres en el mundo. Entonces, tenemos que atraparlos porque hay mucha competencia. O quizás, estamos tan exigidas que nos creemos el cuentito de que tenemos que ser las mejores en todos los ámbitos de la vida. Otra razón podría estar en que cargamos todas las expectativas en los niños porque son como nuestra propia extensión.

Lo cierto es que de alguna manera, un grado de competencia tenemos cada una de las madres. El problema es cuando se vuelve una obsesión. Porque no hay que olvidar que esa manía implica a otra persona, que es nada menos que a un niño. Entonces, ¿le estamos haciendo un bien? ¿Cuál es el mensaje que recibe? Y si no es el mejor… ¿no nos sirve? Incluso, a veces, son los mismos chicos los que se sienten avergonzados hacia el resto de la gente al escuchar a sus madres propagando envidia a los 4 vientos.

Por otra parte, esta actitud de una mamá suele generar el efecto contrario en los demás. Alguien que está siempre queriendo mostrar que es perfecto logra que los demás terminen rechazándolo.

Lo mejor es reflexionar acerca de por qué necesitamos sentir que lo más preciado que tenemos lo es también para el resto de la gente. Con que nos encarguemos de disfrutarlo y trasmitírselo a nuestros retoños es más que suficiente. Y él, con su autoestima bien alta, luego será el encargado de lograr que los demás lo quieran.

Casi perfecta

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