Ya está en casa y… ¿ahora qué?
No pongo en duda que para la mayoría de nosotros ser padres es lo mejor que nos pasa en la vida. El momento del nacimiento es inolvidable, de felicidad plena; pero no todo es blanco o negro. En el medio hay unos cuantos grises o, para que no suene tan antipático, matices. Quiero decir que las cosas no siempre son como las esperamos. Porque es cierto que la gente nos relata los hechos más destacados. Sin embargo, hay un montón de otros momentos complicados con los que uno se desayuna de golpe. Nunca los habíamos pensado.
Ese momento al que me refiero es el que, de algún modo, todos esperamos: llegar con el pequeñito recién nacido (todo envuelto como un regalo de cumpleaños) a nuestro dulce hogar. Hasta ahí todo muy bien.
Retrocedo un poco en el tiempo hacia los instantes previos. Esperamos romper bolsa o las famosas contracciones que se hacen cada vez más regulares. Esos sucesos que nos han contado tanto, durante los 9 meses, que prácticamente parece un déjà vu (por supuesto que nada sale como lo imaginamos). Luego llega el parto, tenemos poco tiempo para pensar y, en un abrir y cerrar de ojos, el pequeño retoño ya está en nuestros brazos llorando rozagante. Seguimos sin poder pensar demasiado porque estamos invadidos de emociones (y de visitas) y de médicos que entran o salen de la habitación dando consejos (y de visitas). Y de enfermeras que se llevan y traen al bebé y le cambian los pañales como si ellas fueran sus dueñas (y siguen las visitas). Entonces, deseamos más que nunca llegar a casa para estar solos, en familia y sin que nadie tome decisiones que les corresponden al padre y la madre de la criatura.
Entonces, llega el momento esperado: nos dan el alta para salir de la clínica. Es el camino más feliz que hemos recorrido alguna vez a casa. Nuestro hijo ya es nuestro.
La cosa se pone seria
Estar bien con el bebé a partir de ese instante va a depender de unas cuantas variables: tener la casa preparada y en orden, si se presenta algún dolor por el parto, si contamos con ayuda, si ya tenemos experiencia, si hay hermanos pequeños (con celos), si no hemos discutido con nuestra pareja porque al chiquitín había que ponerle la gorrita, y otras.
Recuerdo cuando llegué con Inesita en brazos pensando que era la beba más tranquila del mundo, la única madura que no lloraba en la nursery. Quise apoyarla en su cunita para dejar los bolsos y la diminuta dulzura demostró que tenía bien formados sus pulmones con unos gritos de espanto que me obligaron a levantarla inmediatamente. Así comenzaron los problemas, no había forma de dejarla un ratito en ningún lado. También empezaron las discusiones con el padre, que sugería que había que dejarla llorar aunque sea un ratito. "Los papás estamos para ayudar pero en algún momento tenemos que ir a trabajar", decía. Y eso es lo que efectivamente ocurre en todas las familias.
¡Qué disyuntiva! ¿Se los deja a sollozando a gritos o se los tiene en brazos todo el día mientras vemos correr las agujas del reloj y la casa sigue patas para arriba? ¿Cómo bañarse? ¿Cómo dormir de noche?
Mi lema en estos casos es: "se hace lo que se puede…" Después de todo, algún día crecen a pesar nuestro. Los consejos de la gente son muy útiles pero no siempre podemos cumplirlos porque cada situación es única. Por eso, les voy a dar un consejo. Si, un consejo; porque soy una madre más. Hay que dejar que el tiempo pase para que los extraños se conozcan. De a poco, con los días, vamos aprendiendo de nuestro bebé; así como él va reconociéndonos a nosotros, y al lugar en el que vive. Ya aprenderemos cuál es la posición más fácil para dormirlo y cómo puede acomodarse mejor en el pecho. Paulatinamente también iremos aprendiendo a poner algunos límites con amor, porque eso les brinda protección. No hay que olvidar que las rutinas son fundamentales para que se sientan seguros y comiencen a comprender de qué se trata la vida. Pero ante todo debemos tratar de mantener la calma. A todas nos atacan las dudas y el cansancio pero es importante volver al eje y recordar que estamos viviendo una experiencia única, que se da muy pocas veces en la vida. Hay que tratar de disfrutarla. Van a ver cómo después de un mes de estar en casa las cosas empiezan a cambiar. Es cuestión de que la familia se brinde tiempo necesario para acostumbrarse a la nueva vida.
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