La primera infidelidad

El otro día platicaba con una amiga sobre la infidelidad y me descubrí en el lugar común: "es que uno va a buscar afuera lo que no encuentra en casa". Me quedé pensando en mis propias experiencias. ¿Qué es ESO que uno anda buscando? ¿Por qué, en medio de una crisis de pareja, ESO se vuelve tan importante?

La primera infidelidad es con uno mismo - iStockphoto
La primera infidelidad es con uno mismo - iStockphoto

Todas las relaciones pasan por baches, pero la forma en que nos enfrentamos a los problemas es lo que define hacia dónde se irá la relación. En medio de una crisis somos más vulnerbles y tendemos a "escapar" del conflicto de manera más o menos consciente; hay quien se refugia en el trabajo, otros pasan más tiempo con los amigos o incluso se encierran en sí mismos. Pero si la situación se prolonga, si no arreglamos el asunto hablando con el corazón, empezamos a sentirnos rechazados o resentidos, y entonces ocurre lo inevitable. Algo nos falta. ¿Dónde está ESO que nos unía al otro? Miramos alrededor y empezamos a notar que hay ciertas personas que nos proveen el tipo de atención que necesitamos y que no estamos recibiendo en la relación de pareja. Nos pasa a todos, de hecho pasa todos los días. Pero cuando estamos más vulnerables, cuando nos sentimos desplazados y no estamos conscientes de ello, quedamos atrapados en el juego de la validación exterior. De ahí a caer en algún tipo de infidelidad (sea emocional, virtual, actitudinal o sexual), no hay más que un resbalón.

Cuando alguien es infiel a su pareja está recurriendo a una estrategia que los psicólogos llaman "acting out", es decir, a una demostración de las emociones guardadas por largo tiempo (rechazo, abuso) y que impiden tomar decisiones equilibradas. Al sentirnos oprimidos por alguna situación, buscamos la manera de liberarnos emocional y físicamente de ella. Sin embargo, la emoción contenida no siempre es detonada por algún malestar en la relación de pareja, a veces sólo es una sensación de "atadura" en algún campo de la vida. Entonces aparecen pensamientos como: "Es mi turno, necesito algo para mí. Si no lo tengo en casa (en el trabajo o en la familia), lo encuentro afuera".

Podría decirse que el nivel de infidelidad es directamente proporcional a la carencia que busca ser satisfecha, pero en esto no hay reglas. Algunos sólo necesitan la aventura de una noche para liberar la emoción y comenzar a resolver el problema en casa. Hay quienes necesitan una serie de aventuras para comprenderlo. Y a otros les toma toda la vida.

Mucha gente cree que, efectivamente, la infidelidad es algo que ocurre "fuera" de casa. Piensan que si la mantienen en secreto, nadie va a enterarse, nadie va a salir lastimado. Pero esa idea es equivalente a creer que uno es invisible porque se tapa los ojos. Por más distancia que haya en la pareja, uno percibe los cambios en la dinámica afectiva del otro; es imposible ignorar las variaciones en las rutinas y los patrones emocionales. Si a eso sumamos la crisis que no ha sido resuelta, cualquier elemento extraordinario provocará un quiebre, por más que se intente mantener "fuera de casa". De una u otra forma, cuando uno engaña a su pareja tiene que estar dispuesto a enfrentarlo.

Eso no quiere decir que uno tenga que confesarlo todo o dejarse comer por la culpa y el arrepentimiento. Incluso estoy convencida de que ciertas aventuras tienen un enorme potencial como experiencias de aprendizaje. En todo caso, parece ser que lo que lastima profundamente a la pareja es la cobardía y la vanidad. Hay un miedo muy grande a hablar sobre las carencias afectivas, tal vez porque eso implica aceptar nuestra vulnerabilidad frente al otro. Consciente o inconscientemente, nos aterra la idea de ser menos amados si somos "imperfectos". Por eso se vuelve tan difícil renunciar al espacio construido con un amante, porque en esos encuentros todo parece perfecto. Pero tarde o temprano ese paraíso artificial también se viene abajo, porque no es que los problemas lo persigan a uno, es que uno los trae dentro y tendría que hacerse cargo de ellos.

No hay que esperar a que se queme la casa para reparar la estufa; hablar a tiempo nos resguarda de heridas mayores. Curiosamente, para algunos, tener una aventura es menos riesgoso que resolver el problema de raíz; ante la imposibilidad de hacerse cargo, hay quienes prefieren usar la infidelidad para destruir su relación sin tener que afrontar la situación desde la base. El problema de raíz, a mi parecer, es la infidelidad que uno tiene consigo mismo, esa es la primera de todas las infidelidades. Tan ocupados estamos en construir una imagen hacia el exterior, que nos olvidamos de ser fieles a lo que realmente somos. O estamos tan concentrados en objetivos racionales, que perdemos la capacidad de escuchar nuestros deseos y actuar en consecuencia. No es fácil tomar distancia y mirarse a sí mismo con humildad y sin juicios, pero para eso están los amigos y las terapias. Ellos no tienen la función de darnos respuestas, sino de fungir como espejos o como puntos de resonancia. Igual que un radar, lanzamos una señal y a partir de lo que ellos nos devuelven, podemos completar las partes de nosotros mismos que no alcanzamos a ver.

En el mejor de los casos, la infidelidad tiene una función "terapéutica", pero son los menos. La mayoría de las veces, las aventuras hacen que los deseos y los problemas se multipliquen, confundiéndonos más. Creo que antes de involucrarse con un tercero, es importante hacer una pausa para pensar en ESO que perdimos y que andamos buscando en otros ojos. Tal vez eso que nos falta no está en otra persona, no está allá afuera sino dentro de nosotros, en un capítulo que dejamos sin resolver hace mucho tiempo.

Twitter: @luzaenlinea

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