Crítica de ‘El juego del calamar’: la deslumbrante segunda temporada arriesga y triunfa

Crítica de ‘El juego del calamar’: la deslumbrante segunda temporada arriesga y triunfa

Cuando El juego del calamar llegó a nuestras pantallas en 2021, lo hizo sin fanfarrias ni alboroto: un rayo sangriento que cayó de la nada y estableció un nuevo punto de referencia para la televisión. A las pocas semanas de su estreno en Netflix, se convirtió en el título más visto de la plataforma en 90 países. Todo el mundo en todas partes parecía estar obsesionado con esta serie en idioma coreano sobre un juego mortal en el que ponen a pelear a personas con dificultades económicas para tener la oportunidad de obtener una riqueza impía.

Sin embargo, las circunstancias de la segunda temporada son totalmente distintas. No solo han pasado tres años (una eternidad para la industria de la televisión), sino que la maquinaria de franquicias, spin-offs y productos promocionales ha generado cierta fatiga en torno a El juego del calamar. Apenas el año pasado, el propio Netflix lanzó un concurso inspirado en el torneo ficticio, replicando su paleta de colores vibrantes y los icónicos monos monocromáticos, pero dejando de lado toda la parte del asesinato en la vida real.

Entonces, ¿puede El juego del calamar tentar a la suerte una segunda vez? Bueno, sí y no. Es imposible replicar el impacto de esa primera parte, y Hwang Dong Hyuk hace bien en no intentarlo. En su lugar, el guion encuentra el horror en revivir la brutalidad, a través de los ojos de Lee Jung Jae, quien regresa en su papel principal ganador de un Emmy. Como el héroe reticente Seong Gi Hun, es fácil querer que gane: un personaje lleno de empatía, con ojos cansados y un sentido de justicia inflexible.

Han pasado dos años desde que Gi Hun ganó, y durante ese tiempo ha dedicado su vida (y sus ganancias, guardadas en pilas de efectivo sobre un colchón sucio) a acabar con los juegos y el líder de la máscara plateada que los dirige: una figura siniestra que ahora sabemos quién es. Se trata del hermano de Hwang Jun Ho, el detective que recibió un disparo en el pecho la temporada pasada, quien, resulta que no está muerto y que se une a Gi Hun al principio de esta serie.

No es un spoiler decir que la misión lleva a Gi Hun de regreso a la arena, donde se encuentra con un nuevo y sobresaliente elenco. Entre ellos se encuentra No Eul, una desertora norcoreana obligada a dejar atrás a su bebé; Gyeong Seok, un caricaturista de parques temáticos que necesita dinero para pagar el tratamiento contra el cáncer de su hija; Myung Gi, una exestrella de YouTube e inversionista de criptomonedas que perdió su dinero (y el de sus seguidores) en una estafa; un rapero fanfarrón de cabello azul llamado Thanos; una joven embarazada que esconde su creciente barriga debajo de su holgado chándal, y un ex oficial militar transgénero que espera una nueva vida más tolerante en Tailandia. Aunque las historias secundarias son convencionales, destacan por actuaciones cautivadoras y sutiles.

La serie regresa después de tres años (No Ju Han/Netflix)
La serie regresa después de tres años (No Ju Han/Netflix)

Esta segunda temporada sigue la fórmula ganadora de la primera: dividir la trama en dos hilos narrativos. Uno es Gi Hun dentro de los juegos y el otro es el detective Hwang y su equipo que los está buscando. Sin duda, es dentro de la arena donde se desarrolla la acción más envolvente, mientras Gi Hun observa con absoluta incredulidad cómo la gente prefiere el dinero que la vida.

Si bien la primera serie se apoyó en el impacto para generar horror, y cada muerte era como un contundente mazo en la nuca, la segunda temporada extrae su terror de lo que los espectadores ya sabemos. Gi Hun vuelve a ser nuestro punto de referencia, alguien que también conoce lo que está por venir, pero que, incluso con ese conocimiento, se encuentra impotente para detenerlo.

De manera crucial, la serie amplía su alcance al ofrecer a los espectadores una mirada más profunda detrás del telón del juego, esta vez desde la perspectiva de un guardia (o soldado, como descubrimos que se llaman). Lo más aterrador de todo, parece sugerir Hwang, es lo humana que resulta ser esta empresa malvada. Los villanos pierden sus máscaras y se revelan no como mentes maestras caricaturescas, sino como personas comunes y corrientes.

Eliminar el impacto y mostrar el misterio que cimentó la primera temporada es un riesgo, pero uno que le permite a Hwang dejar al descubierto el mensaje estridentemente anticapitalista de su serie. A través de los ojos cansados de Gi Hun, El juego del calamar reitera su retrato condenatorio de los sistemas económicos injustos, la estratificación de clases y la ilusión de la elección. (Duele la ironía de que Hwang declarara que aceptó hacer una segunda temporada porque, a pesar de todo su éxito, con la primera no ganó mucho dinero).

Hay sorpresas en el camino. Por un lado, los juegos son diferentes y abundan los giros de trama, cuyos detalles, con un poco de suerte, sobrevivirán a los spoilers publicados en X/Twitter. Pero, en general, la segunda temporada no presenta nuevos misterios, sino que profundiza en los antiguos, no siempre dando respuestas, pero mostrándonos el proceso.

Esto nos lleva al controvertido tema de la violencia, de la que hay mucha, ya sea para eludirla o para disfrutarla, según el gusto de cada uno. Después de todo, se trata del tipo de programa que toma un juego como la ruleta rusa y pregunta: ¿cómo podemos hacerlo más tenso? Pero si bien esta temporada de El juego del calamar logra expandirse con éxito más allá de los límites de la primera, sobresale por las mismas razones que su predecesora: su capacidad para exponer nuestras peores cualidades y hundir el dedo en la herida cuando importa.

Traducción de Michelle Padilla