Crear espacios seguros y honestos: cómo hablar con tu adolescente sobre sexualidad

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De todos los temas complicados que se deben hablar con les hijes, probablemente uno de los más extraños y angustiantes sea el de la sexualidad.

No importa qué tan progresista o conservador seas, es un tema que casi de manera inescapable va a provocar angustia al momento de abordarlo, sobre todo cuando ese tema debe tratarse con adolescentes.

Ya sea que te dé miedo hacerlo mal o que el simple hecho de tener que hacerlo te aterre, es normal que hablar de sexualidad sea un asunto complicado (y si no lo es para ti, ¡qué bueno! Ojalá así sea para más personas también).

Creo que las personas que están criando a adolescentes en esta época están atravesando un momento particularmente complicado: por un lado, la educación que recibieron estuvo llena de todos los mitos, estigmas y falsedades propias de la época de sus padres. Por otro lado, tienen la gran tarea de educar a la generación más conectada y con más acceso a información en la historia de la humanidad. No es poca cosa y es entendible que para algunas personas sea algo difícil.

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Considerando eso, ¿cómo hablar de sexualidad con tus adolescentes? 

Lo primero a tomar en cuenta es que no necesitas saber mucho de sexualidad para hablar al respecto, al igual que no necesitas saber mucho de varias cosas para poder acompañar adecuadamente a tu hije en su educación respecto a ellas.

Tu función no es ser una biblioteca andante (para eso están la escuela, el internet o, vaya, las mismas bibliotecas) porque lo que necesitan de ti es un espacio seguro para poder expresar sus dudas

(Pero ojo, que te eduques no está nada mal, no solo para educar a tu chamaque, sino para tu propia vida. Y si me permiten la autopromoción descarada, aquí hay un libro muy bueno para eso). 

No siempre somos el espacio seguro…

Aunque el ideal de muchas personas es ser, precisamente, ese espacio seguro, muchas veces demostramos -de manera consciente o inconsciente-, lo contrario:

Cada vez que un papá hace un chiste sobre celar a su hija, cada vez que se da un manotazo seguido de un “déjate ahí”, cada vez que se tapan los ojos durante una inesperada escena erótica de una película, cada vez que se dice un “ni se te ocurra traer a una chamaca embarazada acá”, cada vez que tenemos un acto de homofobia o machismo, entre otros ejemplos, lo que están haciendo es dar el mensaje: “no puedes hablar con nosotres de este tema o te arriesgas a una consecuencia negativa”.

Esto es un problema grave. Idealmente, muchas madres y padres desean que su hije busque su ayuda si tiene un problema. Además, suelen creer que, a pesar de las diferencias, debería estar consciente que cuenta con ese supuesto apoyo incondicional.

Sin embargo, ¿cómo puede saber eso une adolescente si lo que le han mostrado toda la vida es el caso contrario

Un ejemplo para reflexionar

Vamos a poner un ejemplo un poco agrio, pero que sirve para ilustrar el punto. Supongamos que una adolescente no sabe si tener o no su primera relación sexual con su novio. Él quiere, pero ella no sabe y quiere poder hablarlo con alguien. “¿Le pido consejo a mi padre?”, se pregunta, e inmediatamente piensa en su padre enojándose con ella por querer tener sexo, juzgándola y castigándola. “De ninguna manera”, piensa. Entonces va y le pregunta a su madre. Su madre, espantada, le habla sobre darse a respetar, sobre cómo la virginidad es “algo sagrado”, sobre lo mucho que se va a decepcionar de ella si regresa embarazada. Tiempo después, la adolescente decide tener sexo con su novio.

Ahora imaginen que pasa algo. Algo negativo. Lo que sea: un embarazo no deseado, un abuso sexual, la transmisión de una ITS o, simplemente, un momento confuso donde no supo bien qué hacer.

¿Creen que le va a buscar ayuda con su madre o su padre? ¿Creen que se va a arriesgar a ser juzgada, humillada o castigada por ellos, todavía más siendo que posiblemente carga con culpa por aquello que sucedió? Lo más probable es que no. Y así, la adolescente posiblemente busque solucionar el problema por sí misma o dejarlo pasar, muchas veces con consecuencias negativas que pueden llegar a arriesgar su vida. 

En cambio, si ella hubiera recibido una escucha empática, sin juicios y orientada para que pudiera desarrollar criterio y así tomar una decisión responsable, no solo podría haber prevenido la situación incómoda, sino en caso de que hubiera sucedido, podría haberse acercado a su madre o a su padre buscando apoyo, para resolver el problema de manera segura y sintiéndose amada y protegida. 

Entonces… ¿cómo ser ese espacio seguro para les hijes?

Obviamente esta respuesta es muy amplia y dependerá mucho de la relación que tengan y las personalidades de cada parte, pero existen algunas técnicas de comunicación que pueden ayudar. En este texto, voy a compartir dos.

La primera es buscar el “momento oportuno de aprendizaje”. Sucede que nos hemos acostumbrado a que lo sexual debe hablarse una vez nada más en una conversación sumamente incómoda a la cual incluso se le ha llamado “La Plática”.

Pero esta manera de abordarlo es muy inefectiva, por los motivos que mencioné anteriormente: en vez de normalizar la comunicación, lo que hace es crearle grandes expectativas alrededor

Una mejor manera para llevar la conversación es a través de los “momentos oportunos de aprendizaje”, que son todos los momentos que nazcan naturalmente en el día a día y que permitan hablar de algún tema complicado. Por ejemplo: cuando se ve una película, cuando se chismea de otra cosa, cuando se escucha música, cuando se cuenta una anécdota de alguien más. 

Hablar de sexualidad cuando salga “naturalmente” (y si uno pone atención se dará cuenta que esas oportunidades están por todos lados), es mucho mejor que crear un momento forzado e incómodo para tocar el tema y puede dar pie a conversaciones mucho más honestas y productivas. 

La segunda técnica se trata, en realidad, de 4 pasos a seguir para poder tener una mejor conversación sobre temas incómodos y va así: 

1- Normaliza la pregunta: 

Existe un video muy gracioso: una niña le pregunta a su madre, “¿Mamá, qué significa ‘virgen’?”. La madre, que está cocinando, se pone nerviosa, tartamudea y hace lo posible para responder la pregunta: “Cuando papá y mamá se aman mucho…”. Después de una respuesta que dura más de lo necesario, la madre termina satisfecha por su respuesta… y hasta ese momento, le pregunta a su hija el por qué de la pregunta. La niña, en su preciosa ingenuidad, responde: “Porque esta botella de aceite dice “100% extra virgen”. 

Esta situación, aunque sea graciosa para quien la mire, en realidad puede ser muy problemática para la niña, porque aunque es posible que olvide la respuesta a los pocos segundos que termine, su mente va a captar algo para siempre: mi mamá se puso muy nerviosa cuando le hice esta pregunta.

No va a pasar mucho tiempo antes de que asocie la connotación sexual en la mente de su madre y, de este modo, la siguiente vez que quiera hacerle una pregunta relativa a sexualidad (ahora sí con intención), es más probable que al final decida no hacerlo. Las posibilidades aumentan más si en vez de nerviosismo lo que obtiene es un regaño, enojo o una respuesta de miedo.

Por eso, lo mejor que podemos hacer es normalizar las preguntas de les hijes. ¿Cómo hacemos esto? Fácil. Simplemente podemos decirles: “¡Qué interesante!” en lo que pensamos una posible respuesta. Y ya. No necesitas más. De este modo pasan dos cosas: se incentiva la curiosidad y se enseña que hacer preguntas en el hogar siempre será algo  bien recibido.

2-  Pregunta, “¿tú qué opinas?”

Antes de dar una respuesta, puedes devolver la pregunta a tu adolescente. Y cuando te responda, es muy, pero MUY importante que escuches.

Escucha con atención, sin juicios, interesándote por lo que te cuenta. Cuando termine de hablar, puedes responderle otra vez con un “qué interesante” o algo similar, para normalizar la dimensión emocional de la conversación. Recuerda: en este momento el objetivo es crear un ambiente de calma. Si escuchaste algo que te alarmó, en el siguiente paso podrás abordarlo. Ahorita lo importante es simplemente mantener la comunicación abierta y, para eso, es esencial que le demuestres calma a tu adolescente.

En una conferencia que di hace poco, un hombre nos regaló un ejemplo increíble sobre el poder de esta pregunta: él está aprendiendo a tatuar y su hija de seis años se le acercó para contarle que un compañero suyo le propuso jugar a que “le tatuaran el pipí”. El hombre, en vez de escandalizarse o asustarse, le preguntó a su hija “¿Y tú qué opinas de eso?”. La hija le respondió que ella pensaba que no estaba bien, que no se había sentido cómoda y que no quería hacerlo. El hombre le respondió a su hija que tenía razón y pudo aprovechar ese momento para hablar con ella sobre consentimiento e intimidad.

¿Qué hubiera pasado si el hombre se hubiera enojado ante la pregunta de la hija? ¿Si hubiera dicho “le voy a partir la madre a ese niño”? ¿Si hubiera reaccionado con terror ante la posibilidad de que hubiera hecho algo que no quería? O, peor aún, ¿si la hubiera juzgado (como tantas veces ocurre)?

Probablemente, la niña no hubiera querido hablar más y el hombre se habría perdido de una gran oportunidad de a) consolidar la educación que le quiere impartir, b) descubrir si era un juego de niños o una situación de riesgo, c) mantener abiertos los canales de comunicación con su hija y d) evaluar de primera mano el criterio de su hija, la manera en que percibe al mundo, las herramientas que tiene para defenderse de las situaciones incómodas, etc. 

3- Responde honestamente desde tu experiencia, conocimiento y valores

Ahora sí, ¡es hora de la respuesta! Aquí es donde puedes compartir el conocimiento que tienes, expresar tu desacuerdo sobre alguna idea, felicitar por algún comportamiento adecuado o cualquier otra cosa que la conversación necesite.

Lo más valioso en este punto es que respondas honesta y auténticamente.

Si tienes los conocimientos adecuados, ¡compártelos de una manera amable! Si existe alguna discrepancia moral fuerte respecto a la respuesta que te dieron, ¡dialóguenla con empatía! Si no, no pasa nada, siempre pueden buscar la respuesta en otras fuentes o con otras personas. Sin embargo, existirán algunas ocasiones donde la mejor respuesta será “no sé”, “yo también tengo esa duda”, “cuando yo me enfrenté a esa situación cometí estos errores”, “a veces yo tampoco sé bien cómo responder eso” o algo similar. 

Solemos creer que si le mostramos nuestra vulnerabilidad a les adolescentes, nos van a dejar de respetar. Algo de cierto hay en eso, pero no de la manera en que creemos: la vulnerabilidad no es decir “no sé”, la vulnerabilidad es pretender que se sabe cuando en realidad no. Esa verdad oculta, por mucho que intente maquillarse, va a ser percibida por la persona frente a ti y ahí es donde en verdad estarás mostrando lo peor de tu vulnerabilidad (como en el ejemplo del comercial del aceite). 

Recuerda: tu adolescente está buscando respuestas, sí, pero también está buscando un espacio seguro y, muchas veces, la mejor manera de construir eso es a través de la horizontalidad. 

4 -Pregunta nuevamente, “¿tú qué opinas?”

Esta pregunta tiene como objetivo consolidar la conversación tuvieron y poder escuchar a tu adolescente. Aquí es donde puedes evaluar qué tan fructífera fue la plática, si es necesario hablar de algún otro tema (o repasar alguno que hayan tocado), si tu adolescente, de hecho, escuchó lo que charlaron, si existe alguna discrepancia mayor, si se necesita algún paso extra…

Lo importante, sobre todo, es escucharle y hacerle sentir escuchade y, con eso, seguir construyendo la comunicación.

Educar a une adolescente es una tarea titánica y hacerlo en esta época, especialmente si hablamos sobre su sexualidad, todavía más. La presión es alta por todos lados para que las personas sean madres o padres que aspiren a la perfección, pero la realidad es que nada de eso es necesario. La realidad suele ser mucho más flexible que nuestras peores fantasías y, usualmente, por cada error que tengamos, siempre habrá una oportunidad de hacerlo mejor después. Recuerda: tu maternidad o paternidad no tiene que ser perfecta, sólo tiene que ser suficiente. 

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