El día que Alain Delon nos presentó a su hija, Anouchka, su 'secreto' mejor guardado
Pocas miradas han transmitido tanto en el cine como lo hacían los cálidos ojos azules de Alain Delon. Le siguen muy de cerca los transparentes y puros ojos de Paul Newman, los desafiantes de Lauren Bacall o los extraños ojos 'violeta' de Elizabeth Taylor (en verdad nunca fueron violetas, sino azules muy oscuros). Pero en los de Delon había algo especial. Tal vez esa calidez mediterránea, o una cierta sensibilidad latente. Nunca el cine ha visto unos ojos como los de Delon.
Y el pasado domingo, el mundo se despidió del actor para siempre. La última gran estrella del cine clásico francés cerraba los ojos por última vez, a la edad de 88 años, y dejando tras de sí un sustancioso patrimonio y un exitoso legado cinematográfico al que siempre podremos volver, cuando queramos revivir en pantalla grande a aquella belleza tan masculina y cautivadora, un auténtico seductor, de pies a cabeza.
Delon era aquel verano eterno de La Piscina y A pleno sol(donde interpretó al que sería el primer Mr. Ripley del cine, antes de que Matt Damon y el reciente Andrew Scott le sucedieran), aquel irresistible corredor de bolsa que hacía temblar por completo a Monica Vitti en El Eclipse, o el elegante galán de El Gatopardo, por nombrar sólo a algunas de sus icónicas interpretaciones.
Además de su fama como actor, lo que más se conocía de él era lo que saltaba a la vista. Un consagrado sex symbol de mirada azulada, sonrisa pícara y piel bronceada. Aquel hombre seducía a quien quisiera y por su vida pasaron numerosas mujeres que irremediablemente cayeron rendidas a sus encantos, aunque solo unas pocas destacan por encima del resto. Romy Schneider fue su primer amor nacido entre los focos de un rodaje; Nathalie Delon, la única mujer que llevó al altar y con quien tuvo a su primer hijo, Anthony; Mireille Darc, su compañera sentimental durante más de quince años; y, finalmente, Rosalie van Breemen, con quien tuvo a sus otros dos hijos, Anouchka Y Alain-Fabien.
Muchas pasaron y muchas se fueron, pero fue Anouchka, su hija, quien cautivó por completo el corazón de Delon. A lo largo de estas líneas, recordamos el día que Alain Delon nos presentó a su hija, su 'secreto' mejor guardado, y la niña de sus ojos a la que definió como "la mujer de mi vida".
"Mi amor se llama Anouchka", fueron las palabras exactas de Delon en la entrevista concedida a ¡HOLA! en 1991. El actor tenía entonces 56 años, y el tiempo ya había comenzado a dejar huella en su apariencia. Aún así, su cuerpo y su rostro aún proclamaban a gritos que una vez fue uno de los hombres más bellos del planeta. Esos ojos azules, ahora encerrados en unos párpados ligeramente arrugados y cansados, continuaban brillando como lo habían hecho treinta años atrás. Esa mirada, que una vez había hipnotizado salas de cine enteras, permanecía igual de imponente y penetrante. Su sonrisa, ahora tenía una razón mucho más profunda y le movía una auténtica felicidad. Y es que Alain Delon se había convertido en padre un año antes, de su primera (y única) hija, junto a Rosalie, una desconocida corista que irrumpió en la vida del actor y con quien vivía en una apartada casa en el bosque. Aquel era su refugio, su 'base' (así se llamaba). Y ¡HOLA! entraba directamente en el mundo de Delon, en el pequeño universo que había construido lejos del mundanal ruido, para conocer a Anouchka.
Delon posó feliz con 'las dos mujeres de mi vida', mientras nos confesaba que "mi mayor felicidad es ver cómo se despierta mi hija y también es arder de impaciencia en el deseo de ver crecer a Anouchka". Debido a compromisos profesionales, el actor no había podido estar en su nacimiento, pero desde que la pequeña había llegado al mundo, Delon no quiso separarse de ella. En una íntima y sincera entrevista con ¡HOLA!, el icono francés reflexionaba acerca de la paternidad como "algo que no puedo comparar con nada que me haya pasado".
No pudo evitar remontarse a su propia infancia, una época difícil y marcada por la soledad y por unos padres a los que nunca vio unidos, queriéndose, ni demostrándose cariño. Un divorcio que le marcó para siempre y que posteriormente condicionaría algunas ideas sobre la vida que llevó consigo el resto de su vida. "El hombre nace solo, vive solo y muere solo", decía Delon. "La soledad es lo que veo en la mirada de mis perros cuando me marcho. De hecho, quiero que me entierren junto a ellos", añadió, un deseo que efectivamente, a día de hoy y después de su muerte, ha quedado expuesto por el difunto actor.
También se pronunció sobre su faceta de seductor, algo que él consideraba "importante" para su profesión, pero que aseguraba que, en su opinión, "la seducción no es algo que se construya, que se fabrique. Tengo absoluta conciencia de no haber seducido nunca a una mujer. Es la mujer la que decide". Frente a las numerosas menciones a su belleza y atractivo, él respondía que "la belleza y la seducción que se me atribuyen no son culpa mía, es mi madre la que me hizo así", y añadía que en esos atributos físicos no era donde se encontraba el "mérito" de la vida: "Para mí, la gente que tiene mérito no son los actores, los cantantes, los artistas, sino las personas que consagran su vida a hacer el bien y que casi siempre permanecen en el anonimato. Son la madre Teresa y todas esas personas que tienen "las manos de Dios".
Un actor intachable, una "belleza infernal" y un hombre atormentado, Alain Delon es un monumento más dentro de la cultura y el arte francés, un icono de la época dorada del cine que llegó a hacer más de 80 películas y que, dentro de una vida turbulenta, saboreó en ocasiones la felicidad. "Para mí, la felicidad son algunos instantes. No soy de los que creen que la felicidad es un estado estable. Soy feliz en este momento. Y sé que seré feliz esta noche y mañana por la mañana".