El truco final de ‘Liberen a Willy’ refleja en secreto la tristeza de la historia real
Liberen a Willy nos hizo llorar a lágrima viva hace 30 años con la historia de la orca en cautiverio liberada por un niño que conectaba con ella (interpretado por Jason Richter). Se estrenó en julio de 1993, y si bien fue un éxito instantáneo de taquilla, su logro más importante fue haber despertado la conciencia global con el mensaje de que las ballenas no pertenecen en tanques acuáticos diminutos. Sino en el océano. Libres y con las aletas dorsales erectas.
Todos los que la vivimos el fenómeno original (hubo dos secuelas y un reboot) sabemos que, si consiguió semejante impacto social, fue gracias a uno de los finales más emocionantes de la época. Un final que erizaba la piel mientras provocaba sonrisas y lágrimas al mismo tiempo cuando Willy, la orca protagonista, saltaba hacia la libertad después de años en cautiverio. Un final al son de You will be there de Michael Jackson que solamente se pudo hacer gracias a un truco cinematográfico que refleja en secreto la tristeza de su historia real.
El director Simon Wincer recordó recientemente el proceso de producción para el periódico británico The Guardian, revelando que sabía que la película dependía casi exclusivamente de ese final mostrando a la ballena saltando hacia la libertad.
“Tuvimos muchas reuniones para hablar sobre cómo diablos íbamos a hacerlo”, explica. “Eran los primeros días del CGI, así que rodamos con la marea alta en un pequeño puerto y, literalmente, construimos un lanzacohetes con una ballena animatrónica encima. Salía volando del agua hasta llegar arriba, y entonces el CGI tomaba el control. Como cualquier momento crucial en una película, el sonido, la emoción y la imagen se unieron para emocionarte.”
Es decir, evidentemente se nota que la secuencia está desarrollada con efectos especiales. No vamos a pretender que no nos damos cuenta. Más ahora cuando la observamos con ojos acostumbrados al CGI moderno. Sin embargo, al tratarse de una secuencia que quedó grabada en nuestro recuerdo, la revelación del director consigue remover esas mismas conciencias que despertó y sacudió en 1993.
Porque esa ballena que salta hacia la libertad no tuvo nada de real. Lo que saltó fue un robot creado para la ocasión combinado con CGI, mientras Keiko, la orca real que protagonizó la película, continuaba en cautiverio viviendo un desenlace más triste, que nada tuvo que ver con esa idealización creada por los efectos visuales.
Tal vez no lo recuerden pero la película incluía un crédito al final que decía: “Si quieres ayudar a salvar a las ballenas, llama a este número”. Y el teléfono sonó sin parar, evidenciando que el público realmente se había quedado impactado con la historia. Las donaciones alcanzaron los 7 millones de dólares y sirvieron para movilizar a Keiko, aunque su caso fue muy distinto al salto de ficción al son de Michael Jackson.
La historia de Keiko dio la vuelta al mundo después de los $153 millones recaudados en la taquilla mundial. Había sido capturado en las costas de Islandia en algún momento de 1979, cuando tenía 3 años de vida. Pasó una larga temporada en un acuario local hasta que lo trasladaron a otro centro en Canadá, para terminar en el complejo de Reino Aventura en 1985, un parque temático de la ciudad de México que cerró definitivamente sus puertas en 1999. Allí pasó gran parte de sus días, aprendiendo trucos y entreteniendo al público. Sin embargo, cuando Warner Bros. lo encontró durante el proceso de preproducción de la película, estaba “atrapado” en un tanque originalmente construido para delfines. Es decir, no tenía la profundidad y dimensiones para su majestuoso tamaño.
“Había desarrollado úlceras de estómago, lesiones en la piel y estaba visiblemente con bajo peso… todos síntomas de stress severo”, explicó Howard Garrett, el fundador de Orca Network, a Monthly Portland ante el trigésimo aniversario de la película.
Warner Bros. alió sus fuerzas con el International Marine Mammal Project para crear la Free Willy-Keiko Foundation y comenzaron el proceso de movilizarlo a otro acuario de Oregón. Construyeron un tanque de dos millones de galones de agua, además de las instalaciones veterinarias necesarias para ayudarlo a sanar. Según revelan en Monthly Portland, la orca ganó peso y su salud mejoró. Y entonces pasaron a la segunda fase del plan: trasladarlo a sus aguas originales e iniciar el proceso de liberación.
Nadie sabía con seguridad si el plan iba a funcionar. Nunca se había intentado, pero después de dos años en el acuario de Oregón, lo trasladaron a Islandia en 1998. Y a través de la participación de voluntarios y la fundación cofundada por Warner Bros., le enseñaron a alimentarse por su cuenta mientras lo supervisaban durante su introducción a la vida salvaje.
Sin embargo, Keiko estaba muy acostumbrado al contacto humano. A pesar de tener la libertad para nadar, viajar y moverse en el mar, siempre visitaba a sus cuidadores en busca de comida y compañía. Nunca lo vieron interactuar con otras ballenas de su especie más allá de observar diferentes grupos a cierta distancia y, en cambio, solía acercarse a barcos pesqueros buscando el contacto y alimentación humana. Finalmente murió en 2003 por neumonía a los 26 años.
Keiko fue la primera y única orca en cautiverio que se intentó liberar. Y a pesar de su triste historia, el impacto de Liberen a Willy y la experiencia real dio sus frutos a través de legislaciones en diferentes países que prohíben la captura de animales en peligro de extinción. Por ejemplo, en EEUU “ni siquiera se permite criar en cautiverio; lo están eliminando por completo”, dice Bob Pitman, un experto que pasó 20 años investigando a estos animales, a Monthly Portland.
En resumen, aquel final de Liberen a Willy confeccionado con un robot y efectos especiales nos remonta a la triste historia del primer intento de liberar a una orca en cautiverio. Porque aquel desenlace era la exposición definitiva del mensaje de la película, del despertar empático de la comunidad global, rechazando la idea de la captura y cautiverio para entretenimiento humano.
Sin embargo, que comprensiblemente hayan tenido que crear la secuencia con elementos de ficción nos sirve como triste sinónimo de la historia de Keiko. Esa ballena que vivió la historia de Willy en carne y hueso, en peores condiciones y con una liberación más complicada que nada tuvo que ver con ese salto creado por la magia del cine.
Este artículo fue escrito en exclusiva para Yahoo en Español por Cine54.
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