La elegante y romántica boda de Victoria López-Quesada y Enrique Moreno de la Cova
Victoria López-Quesada y Enrique Moreno de la Cova ya son marido y mujer. Tras un noviazgo que comenzó antes de la pandemia, la pareja se daba el 'sí, quiero' este 31 de agosto en la finca Soto Mozanaque, a las afueras de Madrid, como ya informamos a nuestros lectores. La finca es propiedad de Ioannes Osorio, duque de Albuquerque, y en ella se reunieron alrededor de 400 invitados, entre familiares y amigos de los contrayentes.
El enlace unía a dos grandes familias. Victoria es la primogénita del financiero Pedro López- Quesada y de Cristina de Borbón-Dos Sicilias —hija del desaparecido infante Carlos de Borbón-Dos Sicilias y Borbón-Parma, quien fuera duque de Calabria, y de la princesa Ana de Orleans, hija de los condes de París—.
Enrique, por su parte, es el menor de los hijos del ganadero Enrique Moreno de la Cova Maestre y de la pintora Cristina Ybarra y Sainz de la Maza, hija del desaparecido conde de Ybarra. El abuelo paterno del novio fue Félix Moreno de la Cova, quien fuera alcalde de Sevilla en los años 60. Además, los padres de Enrique son propietarios de uno de los palacios más imponentes de Andalucía, el palacio de Portocarrero, ubicado en la localidad cordobesa de Palma del Río.
El Rey y otros invitados de excepción
La amistad del padre de la novia con Felipe VI, a su vez primo de su mujer, Cristina de Borbón-Dos Sicilias, hizo que el encuentro generase una gran expectación mediática. El Rey, que ya fue padrino de Bautismo de Victoria, acudió como invitado de honor a la boda, que se adaptó a la agenda oficial del monarca. Felipe VI llegó a la finca conduciendo su coche y junto a su hermana la infanta Cristina de copiloto. La ausencia de doña Letizia se debió a que se había desplazado a París, para animar a la delegación española en los Juegos Paralímpicos. Sus hijas tampoco estuvieron en el enlace, debido a sus compromisos académicos: la princesa Leonor ya se encontraba en la Escuela Naval de Marín y la infanta Sofía, en el internado de Gales.
La novia quiso homenajear a su familia y llevó la tiara de diamantes, que ya lucieron su madre y sus tías en sus respectivos enlaces
La relación entre los Borbón y los Borbón-Dos Sicilias siempre ha sido extraordinaria. Ha traspasado ampliamente los lazos familiares, consolidando amistades generación tras generación. Tanto es así que, actualmente, es más estrecha que nunca. No es de extrañar, por tanto, la gran representación de la Familia Real en esta boda. Además de Felipe VI y la infanta Cristina, acudieron la Reina Sofía y la infanta Elena, que fue acompañada de su hija. Cabe señalar que, además de prima, Victoria de Marichalar es gran amiga de la novia. Dados sus compromisos profesionales fuera de España, no pudo asistir Felipe de Marichalar, quien protagonizó la divertida y recordada trastada en la boda de Felipe VI y Letizia, hace ya veinte años, al propinarle una patada a Victoria López-Quesada.
A la cita tampoco faltaron los hijos de la infanta Cristina. Irene Urdangarin accedió a la finca con su hermano Juan, en lugar de con Juan Urquijo. El cuñado de José Luis Martínez-Almeida optó por llegar en el mismo vehículo que sus padres, Beatriz Moreno de Borbón-Dos Sicilias y Lucas Urquijo Fernández de Araoz. Por su parte, Beltrán Gómez-Acebo, primo de Felipe VI, asistió con su mujer, Andrea Pascual.
Más asistentes royals
Otras Casas Reales europeas que tuvieron presencia en este enlace fueron las de Bulgaria, de Liechtenstein y los Habsburgo, entre otras. El príncipe Kubrat de Bulgaria fue con su mujer, Carla Royo-Villanova, y coincidió con su hijo Mirko y la novia de este, la anestesista Marta Embid. Por supuesto, hubo una amplia representación de la Casa de Borbón-Dos Sicilias, la rama materna de la novia. Por ejemplo, los duques de Calabria, Pedro Borbón-Dos Sicilias y Sofía Landaluce y Melgarejo —tíos de ella—, así como los siete hijos del matrimonio. El mayor de ellos, el duque de Noto, acudió acompañado de su mujer, Lady Charlotte Lindesay-Bethune, hija de los condes de Lindesay. Por su parte, Teresa de Borbón-Dos Sicilias, tía-abuela de Victoria y abuela de Teresa Urquijo, fue con su marido, Íñigo Moreno de Arteaga.
Felipe VI, padrino de Bautismo de Victoria, ejerció como testigo en la boda
De parte de la familia de Enrique de la Cova, no faltaron sus dos hermanos: Cristina, casada con Álvaro Salinas —hermano menor de Alejandra Salinas, esposa del exministro José María Michavila—, y Leopoldo, el benjamín de la familia, que aún no ha pasado por el altar.
Entre los cerca de 400 asistentes, figuraban destacados aristócratas, como Teresa Urquijo, con su marido, el alcalde de Madrid, o una importante presencia de la familia Alba. Además del duque, acudieron los condes de Osorno, Carlos Fitz-James Stuart y Belén Corsini —elegantísima, con un diseño de Inés Domecq—, y los duques de Huéscar, Fernando Fitz-James Stuart y Sofía Palazuelo —igualmente impecable, vestida por Nicolás Montenegro—, que llegaron con el sacerdote Ignacio Jiménez Sánchez-Dalp, que ofició junto con el padre Jesús Higueras. En representación de la familia del duque de Segorbe, fue su yerno Pedro Domínguez-Manjón Toro, pero sin la compañía de su mujer, Sol Medina, ya que, según ha podido saber ¡HOLA!, acaba de ser madre de una niña. Curiosamente, fue en la boda de la hija menor del duque de Segorbe, celebrada en Sevilla en junio de 2023, donde Victoria López-Quesada y Enrique Moreno de la Cova oficializaron públicamente su relación.
Entre las importantes personalidades del mundo empresarial, se encontraron Ana Botín y Marta Álvarez, presidenta de El Corte Inglés, quienes se sentaron en la capilla justo detrás de los testigos. Además de las hermanas Marta y María Barroso, hubo una larga lista de rostros de la alta sociedad sevillana y cordobesa.
Una novia ligada a la tradición
La ceremonia religiosa comenzó alrededor de las 19:00 horas, en la propia capilla de la finca Soto de Mozanaque. Como la tradición manda, primero llegó el novio, que caminó nervioso y emocionado del brazo de su elegantísima madre, Cristina Ybarra. Para la ocasión, la madrina se decantó por un favorecedor vestido azul cielo de Roberto Diz, de original manga larga drapeada y escote cuadrado. Lo combinó con una gargantilla de perlas y una espléndida mantilla negra.
Minutos después, Victoria López- Quesada entró del brazo de su padre. Sonriente, radiante y decidida, lució un único vestido, sencillo y regio, confeccionado por Lorenzo Caprile en «crêpe» de seda natural. Del diseño, con escote barco y rematado con una cola de organza, resaltaba la cenefa bordada. Este detalle iba a juego con el velo de encaje, que es una pieza de gran valor familiar: fue el mismo que llevaron su madre y su abuela en sus respectivas bodas. Pero no fue la única tradición. La novia sostuvo su recogido con la tiara con botones de diamantes, que lleva generaciones en la familia. Cabe recordar que es la misma que lució su madre, Cristina de Borbón-Dos Sicilias, en el día de su 'sí, quiero', en 1994; además de sus tías Paloma y Victoria de Borbón-Dos Sicilias y Sofía Landaluce, mujer de Pedro de Borbón Dos-Sicilias.
El monarca recibió cariñosas palabras del padre de la novia y espontáneos '¡Viva el Rey!' de los invitados
Sin embargo, en esta ocasión, Victoria prefirió darle una peculiaridad a la tiara: en el centro, le añadió una joya en forma de flor de lis, de oro blanco y repleta de brillantes. Esta pieza, con el símbolo históricamente ligado a los Borbón, data del siglo XVIII y fue heredada de los Habsburgo. Perteneció, en primer lugar, a la infanta Alicia, archiduquesa de Austria —también princesa de Parma de nacimiento, además de princesa de las Dos Sicilias e infanta de España por matrimonio—. Fue un regalo en su boda, en 1936», tal y como nos relataba hace unos días David Rato, experto en joyas. "La princesa Ana de Orleans la ha lucido en multitud de ocasiones, tanto como colgante en collares de perlas y como en otro tipo de monturas. Es una pieza muy versátil. De hecho, se ha convertido en toda una tradición lucirla en las bodas", nos añadía el especialista.
La madre de la novia, Cristina de Borbón Dos Sicilias, volvió a confiar en el buen hacer de Lorenzo Caprile para el gran día, como ya hizo hace treinta años, cuando se casó con Pedro López-Quesada. El mismo modisto también se encargó de los diseños de Paloma y Victoria de Borbón-Dos Sicilias, tías de la contrayente. Por su parte, Inés de Borbón-Dos Sicilias, la otra tía materna, se decantó por un vestido reformado de su madre, Ana de Orleans.
Dada la sobriedad de la capilla de la finca, fue el Coro Alborada —el mismo que participó en la boda de Almeida y Teresa Urquijo— el encargado de dar una mayor solemnidad a la ceremonia.
Del exquisito menú a un cercano Felipe VI
Después del 'sí, quiero', se sirvió un cóctel de lo más exquisito, que corrió a cargo de Ciboulette. Entre los aperitivos, los invitados disfrutaron de tartaletas de marisco, tostaditas de foie, tacos de merluza, blinis de salmón, sushi, croquetas, jamón ibérico… A continuación, tuvo lugar el banquete: de primer plato, gazpacho con burrata y aceite de trufa; de segundo, solomillo de jabalí y, de postre, tarta árabe de obleas fritas con crema inglesa y almendras escarchadas.
Finalizado el banquete, Pedro López-Quesada, padre de la novia, realizó un emotivo discurso dedicado a su hija, aunque también incluyó unas cariñosas palabras a su gran amigo Felipe VI. Igualmente, el monarca recibió numerosas muestras de cariño de los asistentes, que se le acercaron durante toda la velada —haciendo la genuflexión, acorde con el protocolo— y quienes le brindaron un '¡Viva el Rey!' con especial énfasis.
En la boda de su ahijada, el Rey se reencontró con sus hermanas y su madre, protagonizando de nuevo una foto histórica
La presencia de Felipe VI no alteró el devenir de la celebración, que transcurrió con total cercanía y normalidad. Tanto es así que nuestro monarca disfrutó de la celebración hasta bien entrada la noche. Incluso algunos de los invitados quedaron sorprendidos por lo bien que baila el Rey. Igualmente, numerosos asistentes se acercaron a José Luis Martínez-Almeida, alcalde de Madrid, a lo largo de toda la velada para conversar con él.
Toda la celebración transcurrió con alegría y sencillez, pero con una gran elegancia y belleza. Parte de ello fue responsabilidad de las hermanas Barroso Cotoner, fundadoras de Flores Aquilea, quienes decoraron todos los rincones de la finca.