Lo esencial cabe en una copa y un plato pequeño

CIUDAD DE MÉXICO, diciembre 16 (EL UNIVERSAL).- En su columna P.D. Tengo Hambre, Diana Féito les cuenta a los lectores de Menú sobre Oropel, un bar diminuto y un escaparate vibrante de sabor.

Hace diez años, me encontraba en un bar en Córdoba, sola y con ganas de descansar. El lugar olía a vermut, ese aroma que parece flotar entre las paredes de locales con historia. Un grupo de amigos entrados en canas, me observó con curiosidad; quizá no era común ver a una mexicana en la barra, disfrutando del aperitivo. Conversamos. Me dijeron que era raro que alguien de tan lejos lo bebiera con tanto gusto. No imaginaba que, una década después y cruzando el Atlántico, esa bebida que tanto disfruté tendría su rinconcito en la Ciudad de México.

Oropel es, al mismo tiempo, un bar diminuto y un escaparate vibrante de sabor. Su barra para seis personas, las mesas al aire libre enmarcadas por un gigantesco mural que grita "Amor", y su música cuidadosamente seleccionada crean un refugio para aquellos que buscan una experiencia simple pero cargada de personalidad. La carta, fiel a la tradición, ofrece una selección de vermuts –incluido el de la casa, Izaguirre–, además de vinos que recorren tintos, blancos, rosados, naranjas y espumosos.

En mi visita, comencé con un vino naranja mexicano, perfecto para acompañar unas sardinas ahumadas José Gourmet. Este enlatado portugués, además de delicioso, resulta visualmente irresistible por sus ilustraciones artísticas. Después, un vermut frío llegó a mi mesa, acompañado de una rodaja de naranja y quesitos marinados en aceite y hierbas. Sencillo, sí, pero de esas combinaciones que te arrancan una sonrisa con cada bocado.

El menú de comida no es extenso, pero tiene el equilibrio perfecto para maridar con sus bebidas: aceitunas, jamón serrano, carne seca y varios enlatados Lo divertido de Oropel es que no se toma demasiado en serio a sí mismo; aquí, más que buscar un lujo aparente, se celebra la autenticidad de una buena plática entre amigos, el descubrimiento de un vino nuevo y la música que acompaña el momento.

A pesar de su modestia, el espacio se siente cálido, casi íntimo, como si estuvieras en la sala de un amigo que sabe cómo ofrecerte lo mejor sin pretensiones. El soundtrack del lugar es un bonus inesperado; entre Mac DeMarco y Tyler, The Creator, es fácil encontrar el ritmo perfecto para perderse en la conversación.

Oropel, que quiero pensar toma su nombre como una suerte de broma –cosa de poco valor y mucha apariencia, según la Real Academia Española–, pero acaba siendo todo lo contrario. Aquí, lo importante no es el tamaño del lugar ni su decoración minimalista, sino la manera en que cada detalle, desde el vino hasta la música, contribuye a una experiencia sin complicaciones, pero con sabor a volver.

Oropel

Dirección: Chihuahua 182, Roma Norte, CDMX.

Horario: lun. a sáb. 17:00 a 00:00 hrs. y dom. 16:00 a 22:00 hrs.

Costo promedio: $600

Diana Féito es periodista gastronómica, apasionada por descubrir historias. Siempre la encontrarás comiendo algo rico y compartiéndolo en sus redes.