Flavio César, el ídolo de la música juvenil que cambió la fama por la iglesia

La nostalgia por los músicos pop de los 90 ha resultado en un lucrativo negocio para empresarios y artistas que ya se habían retirado, y que de otro modo, no tendrían relevancia. Sin embargo, la atracción de los reflectores no es irresistible para todos y hay algunos exponentes del pop que lograron grandes éxitos en la radio y en ventas que prefieren ahora la vida sencilla lejos de los escenarios, movidos algunas veces por razones familiares, económicas o en casos como el de Flavio César, por una vocación descubierta de manera paralela.

Quizá hoy no sea tan popular el nombre de Flavio César, pero hubo un momento, a inicios de la década de los 90 en que este joven regiomontano, hermano de Charlie, uno de los integrantes del grupo Magneto –que sí se han unido en su momento a las giras de reencuentro que organiza Ari Boroboy, el ex OV7– era posiblemente el cantante solista más popular del momento, compitiendo con Ricky Martin (antes de su etapa de superstar) y Cristian Castro, aunque sin llegar a los niveles de Luis Miguel (pero bueno, con toda honestidad nadie, nadie, le llegaba entonces a Luis Miguel).

La carrera de Flavio fue descubierta y guiada por Antonio Berumen, el mismo mánager de Magneto, quien había creado un grupo vocal llamado Clase 69, que intentaría hacer competencia a otras boy-bands que existían en México en aquél momento. Uno de los integrantes de dicho grupo era Alfonso, el hermano mayor de las gemelas Ivonne e Ivette: su paso por el grupo fue efímero, ya que Berumen le vio muchas posibilidades para triunfar en solitario: era carismático, guapo y después de un régimen de gimnasio, tenía un torso marcado, que lo hacía muy fotogénico –de hecho, todas sus fotos publicitarias de esa época lo muestran con camisas Versace abiertas hasta el ombligo– el que tuviera o no aptitud para cantar no era relevante: con que diera una imagen atractiva, bastaría para vender discos.

Sin embargo, Flavio César se salía del promedio en el hecho de que a diferencia de otros cantantes juveniles él sí tiene voz; el tema “En cada canción” muestra su tesitura de barítono ligero y de este modo era ideal para la balada pop, que era el género por el que sus productores se decantaron, y él empezó a tener mucha popularidad en radio; de este modo no fue sorpresa que en 1994 lo invitaran, sin ninguna experiencia previa como actor, a ser uno de los protagonistas de “Agujetas de color de rosa”, la telenovela que duró más de un año al aire, en la que hizo pareja con Natalia Esperón.

En entrevistas concedidas posteriormente, el ex cantante ha revelado que nunca se sintió cómodo en su faceta de actor. “Yo no era actor, no me interesaba actuar, no me gustaba y me sentía muy mal, pero tenía que hacerlo, porque tenía contratos, porque era lo que se esperaba de mí. No quería decepcionar a las fans, que eran la prioridad número uno. Y fue en ese momento cuando empecé a perder perspectiva de mí”.

Como sucede durante el proceso de conversión de celebridades, como la de Yuri (que fue un proceso más público y dramático, con consecuencias controversiales aún hoy) o el de Alison Lozz, la reacción de los seguidores fue de desconcierto y extrañeza, sobre todo porque él prefirió llevar su cambio de una manera discreta y lejos de los medios: no dio entrevistas, no hizo anuncios. Grabó un disco de música cristiana que no fue del agrado del público, acostumbrado a verlo “como un pedazo de carne”, según diría él mismo.

Al ver que su nueva fe no era compatible con lo que sus fans y la farándula esperaban de él, Flavio terminó sus contratos en tiempo y forma y después se retiró, volviendo a su natal Monterrey, donde pasó un proceso de diez años de búsqueda y estudio para convertirse en ministro evangélico de su sector de la religión cristiana; es casado y con familia (tres hijos menores de edad) y lleva una vida tranquila dedicada a su ministerio, que podrá estar opuesto a lo que originalmente hacía, pero renunciar a la fama no le importó.

“Encontré la satisfacción que necesitaba y la serenidad que me hacía falta” declaró en su momento en una entrevista con Gustavo Adolfo Infante, “y ser famoso no me interesaba ya. De hecho, ni siquiera me veo en videos o cuando repiten la telenovela; fue muy bonito pero ya pasó.”

A diferencia de otras figuras que han utilizado su conversión religiosa como plataforma para hacer proselitismo o criticar otros estilos de vida (como es el caso de Yuri, por ejemplo), Flavio César se mantiene al margen de controversias o polémicas, ya que asegura, su vocación no es una que discrimine, sino que busca unir. Y es por ello que no tiene interés en volver a la música secular, aunque atractivas ofertas monetarias no le hayan faltado; simplemente sostiene que su paz espiritual, no tiene precio que le llegue.

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