La misma foto, 90 años después, lo que nadie contó sobre la visita de Mirtha al faro de Mar del Plata
MAR DEL PLATA.- Mirtha Legrand es incansable. Ayer, su tournée del verano la llevó a ingresar al histórico faro de la ciudad, buscando recordar una antigua visita suya a este sitio tradicional que forma parte indisoluble de la postal de la ciudad.
Un dato, no menor, le confirió al paseo características especiales, Mirtha lo había visitado hace 90 años, junto a sus padres y hermanos, y buscó emular la misma foto que se tomara, siendo una niña, junto a su gemela Goldy y su hermano mayor Josecito .
Del blanco y negro -que el tiempo convierte en sepia- al color. De una “Chiquita” que aún vivía en el santafecino pueblo de Villa Cañás a posar como la máxima leyenda del espectáculo argentino.
También el viejo faro, cuya estructura abraza las tradicionales líneas blancas y rojas, vio mutar sus significados e implicancias, ya que de ser una herramienta de ayuda en la navegación y de convertirse en un hito turístico pasó a formar parte de un espacio que recupera la memoria histórica, ya que en ese predio funcionó, durante la última dictadura militar, un centro clandestino de detención .
Ayer, Mirtha alteró la dinámica habitual del lugar. Fue un paso fugaz, pero lo suficientemente poderoso para llamar la atención. También su propia historia familiar se enlazó con las resonancias políticas que hoy envuelven a ese foco poderoso que logra ser visto por las noches desde varios puntos de la ciudad.
Agenda completa
Mirtha Legrand llegó a la ciudad para celebrar el Año Nuevo y desde entonces no ha dejado de asistir a funciones de teatro y organizar comidas con amigos. Podría decirse que, como en una suerte de Gran hermano de la estelaridad, todo un país le va siguiendo el paso a la diva en su estadía en “La Feliz”.
Sin embargo, algunas actividades intentan quedar en el ámbito de lo privado, algo casi imposible en tiempos de redes sociales, que todo lo examinan -y más tratándose de una estrella de su calibre-.
Pero lo que pocos saben es que la conductora aprovecha su estadía en Mar del Pata para realizar diversos paseos por la ciudad, hábito que también lleva a cabo en Buenos Aires. Se desvive por el sur porteño, por las calles empedradas que le recuerdan su juventud y por recordar, a cada paso, dónde viven sus colegas del espectáculo. En Mar del Plata, la “vuelta al perro” también es una de sus costumbres.
Se sabe, “La Chiqui” es fanática de estas costas bonaerenses a las que visita desde que era una niña. Hace casi un siglo que Mirtha pisa las arenas marplatenses , cuando se trataba de un enclave que se iba configurando bajo los designios de la Belle Époque y con mansiones que empezaban a conferirle un aire señorial a su ondulada geografía.
¿Salimos?
Hiperactiva como nadie, la diva amaneció ayer en la suite presidencial del Hotel Costa Galana con el deseo de realizar uno de sus habituales paseos por el balneario. “Hace mucho que no voy a Punta Mogotes”, sugirió. Y así fue cómo, rápidamente, sus colaboradores más cercanos se pusieron en campaña para cumplirle el deseo.
Luego de su habitual desayuno, “La Chiqui” subió a su vehículo imponente de marca alemana para iniciar la travesía. El sol radiante ayudaba a que la ciudad luciera aún más bella que de costumbre. De Playa Grande hasta Punta Mogotes hay un tramo relativamente corto, pero sumamente atractivo con varios enclaves para disfrutar.
La “comitiva” pasó frente a la Base Naval, el famoso puerto con sus tradicionales lanchas amarillas y su centro comercial, la sede del Club Aldosivi -el bastión verde y amarillo de esa barriada de pescadores- y, finalmente, la veintena de balnearios que conforman el complejo Punta Mogotes.
Al llegar al extremo sur de estas playas generosas y divisar el faro, “La Chiqui” apeló a su infatigable memoria y recordó que, en ese lugar, cuando era una niña de seis o siete años, sus padres habían inmortalizado el paseo tomándoles a sus hijos una fotografía con la famosa estructura de fondo que orienta el curso de la navegación. Mirtha aún conserva esa imagen y, en más de una oportunidad, la ha mostrado en su programa.
La emoción pudo más. Mirtha se quebró al recordar aquellos veraneos familiares cuando la vida recién despuntaba y todo era un gran proyecto. “Póngame el moño más grande”, ya le decía en ese tiempo a su niñera. Estrella se nace.
“¿Y si bajamos?”. Sugerencia, deseo y orden. Todo al mismo tiempo. La seguridad del lugar permitió el paso y la diva descendió de su vehículo para emular aquella foto de hace nueve décadas . Ya no estaban ni “Goldy” ni Josecito. Erguida se desafío a sí misma. Vestida con pantalón, blusa y spolverino de inmaculada gasa blanca y muy bien peinada a pesar del viento, posó, sonrió y volvió a perpetuar aquella postal de antaño.
Como anfitriona del lugar, se acercó la coordinadora del espacio, Ana Pecoraro, con quien La Chiqui intercambió algunas palabras, antes de volver a subir a su coche y regresar al hotel de Playa Grande donde se hospeda.
“Me acuerdo perfecto del día en el que nos tomamos aquella foto. El fotógrafo se ponía detrás de la cámara y se cubría con una tela, el fogonazo nos daba miedo”, les dijo a su fiel asistente Elvira y a Marcelo, su chofer de toda la vida.
Luego llegó el silencio, acaso la mejor forma de homenajear a quienes ya no estaban junto a ella para completar la “foto de familia” tomada hace 90 años. También pensó en su sobrina, hija de José Martínez Suárez, y de su marido, quienes fueron detenidos durante la última dictadura. Él aún continúa desaparecido . Vueltas de la vida, el destino y las oscuridades de la historia.
Para Mirtha, no se trató de un paseo más. Fue recuperar parte de su vida, 90 años después.