Fue galán en La familia Falcón, se casó con una recordada actriz y hoy revive el radioteatro: “Nunca fui de engrupirme demasiado”
MAR DEL PLATA.- “A la gente le cuesta creer más en la ficción, porque ya no cree en nada. No hay más espacios humorísticos, se acabaron los ciclos como los que hacían Pepe Biondi, Luis Sandrini o José Marrone. Los programas periodísticos son shows cómicos y hasta los que hablan sobre el ambiente artístico también tienen ese tono, se ríen de los actores”.
-¿Todo vale en función de la risa?
-Nos reímos de todo, pero tendríamos que estar todos llorando.
Emilio Comte pide un café y la charla con LA NACION se transforma en un análisis del medio artístico actual, pero también en el repaso de unos cuantos hitos que hacen a la historia de la radio, el teatro y la televisión. Él fue parte de varios de esos éxitos que escribieron páginas ilustres y que, en su momento, lograban números de rating que hoy suenan a ciencia ficción.
Radicado en Mar del Plata, lleva casi dos décadas desafiando modas de ocasión y recuperando la tradición del radioteatro , formato que lleva a cabo en el teatro Auditorium y cuyas producciones también pueden escucharse, como corresponde, a través de una señal de radio local. “Nos divertimos, jugamos”.
A comienzos de la década del sesenta se casó con Silvia Merlino, una figura muy querible -fallecida prematuramente- y su matrimonio se convirtió en tapa de revistas de la época. Trabajó con grandes como Armando Discépolo, Abel Santa Cruz y Darío Víttori. En radio, fue parte de Los Pérez García y en televisión, a instancias de su amigo Hugo Moser, fue el galán de La familia Falcón.
Clásicos populares que congregaban, según el caso, a millones de oyentes y televidentes cada vez que salían al aire para reflejar un modelo de célula familiar con pequeños dramas cotidianos, penurias económicas que se sobrellevaban con entereza y siempre con un final feliz como moño de la convivencia y la mirada esperanzada sobre la existencia. Una fórmula que conformaba a casi todos.
Destino
Su llegada a Mar del Plata no fue planificada, como suelen suceder algunos hechos que resultan trascendentales y cambian el rumbo de la vida: “Me estaba por ir a hacer temporada a Villa Carlos Paz cuando Gustavo Giordano, entonces director del Auditorium, me convocó para venir a trabajar a esta casa. Me sumé al elenco de Así es la vida, que se iba a hacer en formato radioteatro a partir de una locura de Jorge Paccini, a quien, primero, se le había ocurrido reflotar el formato en la Biblioteca Nacional, donde se llenaban todas las funciones, la gente quedaba de pie en los pasillos”.
Al poco tiempo, ya transitando 2004, Comte formó parte de Orquesta de señoritas, la histórica pieza con la que realizó más de doscientas funciones. “La hicimos en esta ciudad y en toda la provincia, es una obra que tiene un encanto muy particular. Cuando la interpretaron mujeres, como era un drama muy crudo, no funcionó, pero, cuando la comenzaron a hacer actores, se convirtió en un éxito”.
Aquella propuesta que menciona incluía, en su versión porteña, nombres como los de Santiago Doria, Alberto Fernández de Rosa, Hugo Caprera, Zelmar Gueñol. “Todo el mundo se revolucionó con esos hombres vestidos de mujeres y maquillados como puertas”.
Recapitulando. El actor popular, que había construido su carrera en esa meca llamada Buenos Aires, con notables éxitos en radio, televisión y teatro, primero aceptó una oferta para hacer radioteatro a orillas del mar y luego se sumó al elenco de la clásica pieza de Jean Anouilh hasta que, finalmente, anclado como una estrella de mar en la arena no se fue más.
Atractivas propuestas laborales, la paz de una ciudad que, en invierno, recupera cierta esencia pueblerina y la búsqueda de un estilo de vida diferente lo corrieron 400 kilómetros al sur del Obelisco. Desde hace dos décadas es un marplatense más. “Toda la vida soñé con vivir aquí y, finalmente, se dio cuando menos lo busqué”.
-No habrá sido sencillo desensillar una carrera y el reconocimiento obtenido en las grandes ligas del espectáculo. Además, dicen que Dios es argentino, pero atiende en Buenos Aires.
-Mi llegada a Mar del Plata también coincidió con un tiempo en el que el teleteatro que se hacía en los canales de aire comenzaba a caerse. Si me hubiese quedado en Buenos Aires, hoy estaría viviendo en la Casa del Teatro .
-Usted proviene de una televisión donde la producción nacional de ficción era muy potente.
-Llegué a hacer dos programas en simultáneo, podía estar en La familia Falcón y también grabando las comedias con Osvaldo Pacheco.
Aún en los momentos donde su agenda artística rebosaba de propuestas, alternó su actividad con otros menesteres: “Había que mantener a una familia con cuatro hijos, esposa, padres, suegros”. Tuvo un bar y hasta montó una inmobiliaria. Los clientes se sorprendían al verlo atender el Café de la Subasta, muy famoso en el barrio de Flores. “Ese lugar rompió todos los moldes”.
Ya instalado en la Costa Atlántica, rápidamente se empleó en el Auditorium: “Este teatro me cobijó, debe tener un imán en la cúpula que te atrae”.
Los comienzos
Emilio Comte no es original al retratar cómo nació su vocación. “Fue en el colegio, mi maestra de primer grado me vio charlatán, observó que, a los seis años, leía muy bien, y me comenzó a dar versos para decir en los actos”. Aquellos primeros pasos escénicos se dieron en la escuela primaria de Lomas del Mirador a la que concurría.
Su mamá también tenía vocación artística, pero, dada la época, no pudo canalizarla por los prejuiciosos mandatos familiares: “Cuando se puso de novia con mi papá, mi abuelo la peló completamente y le dijo: ‘‘Ahora que la vengan a ver los novios’”.
Vueltas de la vida, los padres de Comte terminaron trabajando en una estancia cercana a Luján que pertenecía a la actriz Lola Membrives: “Mi padre realizaba los trabajos del campo y mi mamá era la mucamita, pero, cuando anunció que estaba embarazada de mí, la conminaron a dejar el empleo”. De una u otra forma, el germen de lo artístico merodeaba en la familia aún antes de que naciera Emilio.
El cuento se fue confabulando a favor de su destino. Su padre tenía un familiar que cantaba tangos con Omar Maderna, que fue quien le contó a una locutora amiga que tenía un sobrinito que decía muy bien los versos escolares. Corría 1950, faltaba un año para la inauguración de la televisión y se buscaba el papel de Cachito para formar parte de la audición radial -así se decía entonces- Los Pérez García, quien sería el primer nieto de la famosa familia. “Me tomaron una prueba, pero, de los nervios que tenía, me equivoqué todo, tenía al lado mío a Doña Clara y Don Raúl, Los Pérez García verdaderos, que escuchaban todos los días en mi casa”. Sin embargo, tan mal no lo debe haber hecho porque, a sus nueve años, comenzó a formar parte de ese famoso elenco que paralizaba el país. “No había otros chicos, así que me sumé a varios programas”.
-Fue entrar al medio por la puerta grande.
-No hubo un éxito igual, ni Marcelo Tinelli en su mejor momento logró esa repercusión. Cuando no me tocaba trabajar, caminaba por la calle y escuchaba el programa a cada paso, todas las casas lo tenían sintonizado.
Su “otra” familia
-Pasemos a la televisión. ¿Cómo llega a formar parte de La familia Falcón?
-Eso fue a comienzos de la década del sesenta. Su autor, Hugo Moser, fue un gran amigo. Me decía, “pensá que soy tu tío”. La agencia de publicidad Walter Thompson le había encargado hacer algo para la presentación del Ford Falcon y se le había ocurrido una idea que él creía que podría llegar a funcionar.
-No solo funcionó, sino que lo invitó a formar parte del proyecto.
-También llamó a Silvia Merlino, mi novia de entonces.
Cuando los responsables de la agencia de publicidad le propusieron a Moser realizar la presentación del flamante modelo de automóvil, la propuesta llegó acompañada con la posibilidad de hacer un ciclo de comedias posiblemente encabezado por Juan Carlos Thorry, pero fue el autor y director quien redobló la apuesta y propuso una comedia acorde al vehículo: “Les dijo: ‘Este es un auto familiar, el programa tiene que tener ese espíritu y se llamará La familia Falcón’. No solo les cambió el proyecto, sino que acentuó diferente el nombre del producto”.
La gente de Walter Thompson le consultó a Moser si contaba con libretos ya escritos de la flamante idea y el autor les dijo que sí: “No tenía nada, pero era así de osado”. Finalmente, en un asado empresarial debía mostrarse el “boceto” de la telecomedia. El autor ya los tenía a Emilio Comte y a Silvia Merlino en sus filas, había tentado con suerte al histórico actor Pedro Quartucci para el rol del pater familias, pero aún restaba encontrar a la actriz que hiciera de la madre del clan, descartada Elena Lucena, que se encontraba noviando en la provincia de Corrientes, surgió el nombre de Elina Colomer.
El mismo día de la presentación ante las autoridades de Ford Motor, Hugo Moser reunió al elenco en su casa y les dio el primer libreto que era la presentación de cada personaje. Faltaban pocas horas para el desafío que podía abrir una puerta o cerrarla para siempre. En el caso de Comte, se trataba del personaje de Emilio Falcón. Los actores pusieron primera y todo marchó en cuatro ruedas. “El primer programa tuvo entre 35 y 40 puntos de rating, que fue nuestro promedio habitual” , recuerda al actor con naturalidad. Cifras hoy impensadas en un medio con menos competencia y audiencias cautivas, aunque eso, per se, tampoco garantizaba éxitos. “Siete años después, cuando estábamos por terminar, hacíamos 34 puntos. Era otra televisión, otra gente que manejaba al medio y otro público”. Así como había sucedido en radio con Los Pérez García, cuando sonaba “Juntitos juntitos”, el tema leitmotiv del programa cantando por Los cinco latinos, se paralizaba el país. Y ahí también estaba Emilio Comte formando parte de ese suceso.
La familia Falcón significó mostrar, por primera vez en televisión, la dinámica de un grupo familiar. Su éxito fue de tal magnitud que se mantuvo en el aire del histórico Canal 13 prácticamente durante toda la década del sesenta y con dirección de David Stivel , nada menos.
El formato, no se decía así en esos tiempos, salía al aire los martes por la noche -tampoco se hablaba de “prime time”- y se grababa algunas horas antes: “Moser escribía los lunes a la noche con la sexta edición de La Razón, así que el programa solía tener grageas de actualidad”.
-Dado el éxito inmediato del programa, la popularidad y la repercusión en la calle habrá sido abrumadora.
-Nunca sentí eso de no poder caminar, de verme ahogado por el público. Éramos famosos y se notaban los 40 puntos de rating en la calle, pero llevé una vida normal, quizás no me di cuenta o no quise sentir que estaba haciendo algo tan exitoso.
-Posiblemente una forma de preservarse.
- Nunca me calentó demasiado el éxito, mi vida siempre ha sido mi familia y tenía como prioridad mantener a cuatro hijos , así que había que aceptar cuanta propuesta de trabajo llegaba. Con mi exmujer habíamos arreglado que ella eligiera los proyectos, porque quería ser una actriz famosa, y yo aceptaba todo porque había que pagar la luz .
-Ese era el trato.
-Ese era el trato. Tenía que laburar para mantener a la familia. Nunca fui de engrupirme demasiado .
Antes de La familia Falcón, Emilio Comte fue paso a paso en aquella televisión en vivo, en tiempos donde aún no existía el tape, y donde se aprendía a través de la praxis. “Mi primer director fue Edgardo Borda, las puestas en escena las hacían los grandes directores de teatro y los camarógrafos eran quienes te explicaban dónde tenías que pararte para que te diera bien la luz”.
A medida que avanza la charla, el actor recuerda momentos desopilantes que le proporcionó su actividad. “Hacíamos una ficción que se llamaba Altitud 3200, porque se suponía que transcurría en Los Alpes. En esa época, aún los estudios no contaban con aire acondicionado. Cuando el personaje de la protagonista murió, la actriz tirada en el piso no tuvo mejor idea que pasar su mano por la frente para secarse el sudor. No solo se suponía que estaba muerta, sino que, en Los Alpes, hacía un frío de locos”.
El matrimonio de todos
-¿Cómo se conoció con Silvia Merlino?
-Trabajando en la obra Tovarich, donde hacíamos de hermanos.
Al año de haberse estrenado La familia Falcón y convertido en un suceso de audiencia, Emilio Comte y Silvia Merlino, entonces novios, decidieron casarse. Dada la popularidad de los actores, muy queridos por el público, se trató de la boda del año. Estuvieron juntos algo más de un cuarto de siglo .
-¿Cómo recuerda el matrimonio?
-Bien. Siempre, quizás sea un defecto mental, trato de acordarme de lo bueno. Nunca me acuerdo de las obras en las que me fue mal, sino de las que anduvieron bien.
-Selectivo.
-No sé si es sano psicológicamente o es una comodidad.
Gabriela (que “trabajó” de bebé en La familia Falcón), Karina, Luciano y Patricio son los hijos del matrimonio conformado por Comte y Merlino. El actor habla orgullosamente sobre las actividades de cada uno de ellos. Silvia Merlino, que fue una actriz muy popular en su tiempo, falleció en 2007 a los 63 años .
-A pesar de ya haber estado separado, ¿cómo vivió el deceso de la madre de sus hijos?
-La vida es tan rara… Había un personaje de historieta que se llamaba Periquita que decía “en la vida se hace lo que se puede”, creo que es así.
-Su exesposa, ¿atravesaba una enfermedad de cierta data al momento de fallecer?
-No.
-Era joven, ¿cuál fue la causa de su fallecimiento?
-Había terminado de hacer un programa muy exitoso y el medio, en cierta forma, pareció olvidarse de ella, desapareció . Eso golpea muy fuerte a cualquiera. Que la gente del medio no se acuerde de uno, es muy doloroso. Eso le hizo muy mal, al punto tal que se descuidó físicamente .
-Hay un ideario en torno al ambiente artístico que no se corresponde con la realidad de todos sus integrantes.
-Es un lindo lugar si uno no lo toma para vivir. A uno de mis hijos, cuando se quiso dedicar a la actuación, siempre le dije “esto no es negocio”. Uno puede tener los mejores melones, pero, de pronto, cambia la moda o quienes manejan los medios, y ya nadie pide melones. Es una cosa rara el ambiente artístico.
-Sin embargo, usted ha sido un actor de una enorme popularidad.
-No tanto. He tenido mucha, mucha, suerte, y todo lo que hice, en radio, cine, teatro y televisión, lo hice con ganas.
Trabajó con infinidad de figuras, pero recuerda especialmente a Darío Víttori, el comediante apodado como “Tano de Oro”, con quien realizó varias giras por todo el país a bordo del motorhome que había acondicionado para la tournée con sus elencos. “Podíamos pasarnos más de 60 días sin pisar Buenos Aires y haciendo funciones sin descanso. Sueño con juntar plata y comprarme una combi para salir de gira”.
-¿Anécdotas junto con Darío Víttori?
-Podría escribir un libro. Varias veces me puteó en televisión.
-¿Por qué?
-Una vez, recuerdo que le tiré el texto muy rápido y él se puso loco, “pará, pará, la put… Me estás pisando los remates, no me dejás hablar, paremos, grabemos de nuevo”. Lo gracioso fue que no regrabaron encima de eso y terminó saliendo al aire el insulto.
Don Armando Discépolo fue otro de los “próceres” con los que trabajó. “Me dirigió en Radio El Mundo”, recuerda el actor y agrega que “era un viejo ´chinche´ precioso”. La queja encierra admiración y cariño.
-Nada menos que Armando Discépolo, padre del grotesco criollo.
-Hacíamos las novelas de la noche escritas por Abel Santa Cruz o Alberto Migré, protagonizadas por grandes estrellas. Don Armando me indicaba como colocar la voz porque decía que la tenía muy aguda, “esa voz de pito que tenés”.
También trabajó con Enrique Muiño en radio, “hicimos un programa para chicos, era una época donde él había estado prohibido por la Revolución Libertadora, dado que era peronista”.
Volver a vivir
Así como decidió, casi de la noche a la mañana, radicarse en Mar del Plata para continuar con su carrera profesional, “La Feliz” le depararía otros aires nuevos en torno a su vida personal. Hace veinte años, en esta ciudad, volvió a conformar una pareja que continúa hasta el presente : “Me enamoré y me quedé”.
-Entonces no fue solo el radioteatro el que lo llevó a afincarse junto al mar.
-También me quedé por amor. Marta es el sueño de mi vida, mi seguridad y mi felicidad.
Marta, su pareja, es empresaria. Comte no duda en promocionarla como “la dueña de la mejor fábrica de pastas de Mar del Plata”.
-Una segunda oportunidad.
- Cuando uno es joven se enamora del sexo más que de la persona , pero, cuando pasaron unos años, uno busca, inconscientemente, otras cosas. Alguien que te cuente, que te diga, a quién uno pueda confesarle sus cosas.
-Sucede que cuando usted formó pareja con Silvia Merlino ambos eran jovencitos y físicamente muy atractivos, el aspiracional de mucha gente que los tomaba como referencia.
-Éramos los chicos de La familia Falcón y eso traía aparejado todo un revoloteo de prensa y del público.
En el aire
“En la radio todo es fantasía, no hay escenografía, vestuario ni maquillaje. Para demostrarle al oyente que sos malo tenés que apelar a tu tono de voz”. El intérprete se entusiasma al describir algunos ligamentos que hacen al funcionamiento del engranaje del radioteatro, el género que “resucitó” hace quince años y que lo llevó a grabar más de cien títulos.
Este año liderará la temporada decimo sexta de Los locos del radioteatro , la compañía que encabeza y que pone en valor los grandes clásicos del teatro popular argentino y también algunos títulos universales de plumas como la de William Shakespeare, “somos unos atrevidos”.
El proyecto se lleva a cabo en el Teatro Auditorium (generalmente en la sala Nachman del edificio principal o en la sala Laureti, ubicada en el puerto de la ciudad) y también se puede escuchar los sábados a la noche por LU6 Emisora Atlántica . “Llevamos hechas más de cien obras y seiscientas funciones”.
Para el actor, hacer radioteatro es una forma de homenajear sus orígenes. “Cuando tenía cinco o seis años, veía cómo mi mamá escuchaba las novelas por las radios Belgrano, Splendid, Porteña y El Mundo”.
Durante febrero, formará parte de un ciclo especial en torno a la obra de Alberto Migré y cuyo elenco encabezará Nora Cárpena.
-¿Con qué personaje sueña?
-De chico quería ser Tom Sawyer y no lo fui. Una vez, Jorge Salcedo me dijo, “a los cuarenta años serás un gran galán”, pero, cuando llegué a esa edad, los galanes tenían que tener 18. La bisagra, a veces, da bien y otras no.
-¿Cómo vive el paso del tiempo?
-Tengo 84 años.
-Se lo ve impecable.
-Estoy perfecto, pero me duele todo.
Reconoce que nunca fumó ni bebió y eso se nota en su aspecto: “Esperemos seguir así, todo lo que sea necesario. Después de sesenta años de carrera, es la primera vez que vivo tranquilo sin tener que pensar en cómo voy a pagar la luz , tengo un sueldito en el teatro y cobro mi jubilación mínima, con eso vivo”.
-¿Una frustración profesional?
-Te perdono a la sombra, una obra con Juan Carlos Thorry que había escrito Abel Santa Cruz. Nos iba tan mal que, una noche, Santa Cruz nos invitó a cenar y nos dijo: “Celebremos el fracaso”.