Griselda Siciliani, entre el cine, el teatro y el diván: “Con Adrián Suar ya somos como primas”
La agenda de Griselda Siciliani viene en modo encendido (como ella). En la pantalla grande se está por estrenar la película que coprotagoniza junto con Joaquín Furriel llamada Descansar en paz, dirigida y escrita por Sebastián Borenzstein, que tendrá su debut en pocos días en el Festival de Málaga, en España, y luego llegará a los cines hasta desembarcar en Netflix.
En mayo, Siciliani volverá al teatro. Protagonizará junto con Adrián Suar (quien fue, como se sabe, su pareja durante casi una década y con quien tienen una hija, Margarita) la obra Felicidades. En este caso, a contramano de la película (de 2000, dirigida por Lucho Bender) el tono será el de una comedia con una situación de enredo en la que compartirá escena con Benjamín Vicuña, Peto Menahen y su amiga Jorgelina Aruzzi. Será, luego de tantas vidas, la primera vez que comparta escena con Suar, de quien, durante la charla, se refiere como una “prima”. La ironía es una de sus marcas, pero también la reflexión sobre otros temas. Sobre la tensión entre el presidente Javier Milei y figuras de la cultura, dirá durante la charla con LA NACION: ”Terminan nuestras caritas en los medios mientras se llevan a cabo planes siniestros que afectan a toda la gente, no solamente al sector cultura. ¿Estaremos siendo utilizados?”.
En estos tres meses, el tríptico de sus trabajos se completa en lo inmediato con el lanzamiento de los nuevos capítulos la segunda temporada de Terapia alternativa. Hace dos años, la serie tuvo como figuras centrales a una pareja que interpretaron Benjamín Vicuña y Eugenia Suárez, quienes iban a parar al consultorio de Selva, papel a cargo de Carla Peterson, una psicoanalista floja de algunos papeles, de decidido tono mediático y personalidad un tanto cínica, con un manual de estilo muy propio.
En la nueva temporada de esta serie de Star+, la tal Selva ya ordenó algunos papeles mientras otros explotan por los aires (o en una pileta). En esa deriva decide mudarse a Puerto Madero, tratando de dar un vuelta de página y siempre dispuesta a profundizar sus métodos terapéuticos tan poco tradicionales. De buenas a primeras, en este escenario en donde el número tres se repite, caen en su consultorio Darío (Daniel Rovira, actor español criado en Málaga) y Serena (la porteña Siciliani, oriunda de Villa Luro). Ellos son una pareja en problemas. El primero, por lo pronto, es la ausencia en ese consultorio de Amadeo (personaje que interpreta Alfonso Tort). Él completaba hasta hace poco el paisaje de la felicidad de esta trieja (”una mesa con tres patas”, como intentan explicarle a la terapeuta). Pero nada es perfecto: Amadeo quiere dejarlos. El poliamor también está en problemas.
Pero ahora, en uno de los salones del hotel Four Seasons, a Griselda Sicilini le toca una serie de notas periodísticas que están milimétricamente cronometradas. Como las fotos ya se realizaron y es la última entrevista, aprovecha para desmontarse un poco y, con la naturalidad de siempre, se presta al diálogo. El día había comenzando temprano porque está filmando la serie de Netflix Envidiosa, en la que Pilar Gamboa hará de su hermana y Susana Pampín de la madre de ambas. “¿Ves? Eso es felicidad, es oro en polvo”, suelta sin dejo alguno de queja por la ajetreada agenda.
- Con Pilar Gamboa ya habías trabajado en Para vestir santos.
- Y también en Los únicos, donde hacíamos de superheroínas. Desde esa época somos re amigas y nunca nos tocaba trabajar juntas. O algún proyecto que una no hacía, lo agarraba la otra.
- En Terapia alternativa también te estás dando otros gustazos. Por lo pronto, el volver a trabajar con tu amiga Carla Peterson.
-Es así. Lo que más deseás en el mundo es trabajar con gente que querés y admirás. En plan perfecto es algo así: hacer lo que te gusta, poder elegir y, luego, lo humano, la gente. Trabajar con actores a los que respetás y que, al mismo tiempo, son amigos es lo más. Porque en medio de la rutina del despertador, de levantarte temprano para ir al set y de saber que vas a estar un montón de horas puede no ser tentador. Pero que todo eso suceda rodeada de amigos es lo más.
- Se puede pensar que esa panzada entre lo laboral y los afectos es más fácil de articular en teatro, como cuando estrenaron con Carla Peterson la obra Corazón idiota. Pero en el universo audiovisual eso es más complejo de articular.
- Totalmente. De hecho, que hayamos vuelto a trabajar juntas en Terapia alternativa fue raro. La primer rareza es que es una serie que está protagonizada por una mujer. Diría que la segunda es las dos hayamos tenido espacio para estar en un mismo proyecto audiovisual.
- ¿Habías visto la primera temporada?
- Si, claro.
-Y si no lo viste en este contexto de notas tendrías que disimularlo...
- ¡Obvio! [se ríe]. Pero sí, la había visto y me gustaba mucho. Cuando me llamaron recién venía de filmar afuera, había estrenado en teatro Pura sangre y estaba necesitando un break. Fue medio complejo pero la posibilidad de volver a filmar con Carla no me la quería perder. Tenemos una relación muy profunda de amistad, casi de familia. Pasamos juntas muchas cosas, muchísimas. Carla es de una generosidad única, en la vida y como actriz. Encima en este caso hacía de mi psicóloga y siempre estuvo pendiente de que yo pudiera brillar porque es una persona que no tiene inseguridades, no tiene mezquindades. Siempre se ocupa de que el otro pueda brillar, es muy singular como actriz.
- Entre todas las vueltas de tuerca que tiene la trama, cuando aparece tu personaje en el consultorio de Selva el conflicto no es el poliamor, el vínculo de a tres entre Serena, tu personaje, y su marido y el amante de ambos...
- No lo es. El punto es el abandono. El dolor de amor, que fue lo que más me interesaba actuar, cuando uno de ellos se aparta del trío. No importa si son dos, tres o cuatro; importa que los que son dejados no pueden comprender qué pasó con ese que ya no te quiere más. Y ese abandono compartido está contado con profundidad y con una especie de aroma de humor que trabaja tan bien Ana Katz.
- Es interesante eso de “aroma de humor” y no decir que es humor.
- Es que no lo es como tampoco es algo solemne ni dramático. Es una serie que tiene un estilo muy propio que aparecía ya en la primera temporada y que, esta vez, profundiza más ese estilo, esa identidad.
- Hablando de tríos, vos estás en una situación de ese tipo. Me refiero a lo artístico...
- ¡En general estoy en situaciones de trío! [se ríe]. No sé cómo pero siempre aparezco en un trío a como de lugar.
- Hablamos de la serie de Star+, a la película con Joaquín Furriel y a la obra de teatro con Adrián Suar, que saldrían todas a la luz en estos tres meses.
- Y sumo la serie de Netflix que contaba antes y la serie Menem, en la que hago de Zulema Yoma. Sí, es raro. Todo lo que estuve haciendo estos años viene todo junto ahora. Es todo disfrute, estoy contenta. Hasta de tener este día de notas que, confieso, no me divierte hacer una detrás de la otra. Pero como sabía que mientras yo estuviera un salón del hotel Carla estaba en otro me quedaba claro que íbamos a tener momentos para poder chusmear un poco. Es más, hicimos algunas notas juntas y es raro es de escucharnos. Tener que hablar de la otra estando la otra presente es casi terapéutico.
- Entiendo que no se pusieron de espaldas, como sucede en la serie entre la pareja establecida de el trío por indicación de la terapeuta...
- ¡No, eso es cosa de Selva! Pero igual lloramos un poco.
- En esto de la vida y sus vueltas vas a actuar con Suar, tu expareja.
- Es que con Adrián ya somos como primas. Las Primas, como el conjunto musical. Pensá que llevamos como ocho años separados...
- ¿Entre ustedes se llaman “primas”?
- No, se me ocurrió ahora, pero podría ser. Tenemos un clima muy familiar, muy fraternal. Por suerte..., de mucho compañerismo en criar a nuestra hija y de poco rollo. Para la gente es muy recordada nuestra pareja pero, para el que lo vive, por lo menos para mí; ya pasó una vida.
- No pasaste por terapia para decidir si aceptabas...
- ¡No...! Sí he hablado bastante en terapia el momento de elegir un trabajo sabiendo perfectamente que vivo una situación de gran privilegio. Porque a veces son muchas cosas buenas que me ofrecen y coordinar los tiempos es complicado. Pero con lo de Adrián no, me parecía un planazo hacer una obra con él. Además, nunca trabajé con él, salvo cuando nos conocimos en Sin código. Pero nunca siendo pareja, o después.
- Hablabas de los privilegios. Vos, como otros artistas, te encargaste de poner el cuerpo cuando fue la discusión sobre el aborto legal y, más recientemente, hiciste pública tu oposición sobre la Ley ómnibus en lo que hace referencia a los temas de cultura. Sin pretender ponerte en el lugar de Selva, la analista de la serie, ¿qué pensás de todas las derivas que está teniendo es tensión entre Javier Milei y el sector cultural?
- Me resulta complejo definir la situación en una frase porque ni siquiera yo entiendo tanto el funcionamiento de la política. Desde mi lugar siento que todo puede ser una maniobra de distracción. Terminan nuestras caritas en los medios mientras se llevan a cabo planes siniestros que afectan a toda la gente, no solamente al sector cultural. ¿Estaremos siendo utilizados? También siento que hay mucha desinformación, mucho desconocimiento sobre temas culturales, mucha data falsa que circula adrede. El invento de esa dicotomía de que lo se invierte en cultura es comida que no llega a los niños que tienen hambre es tan falaz como cruel. Y aunque uno lo explique y vuelva a explicar que hay cuestiones que se sostienen solas, que no hay plata del Estado en algunas ayudas de fomento a la cultura, la mentira ya se instaló. Eso es muy preocupante y verdaderamente no sé qué se hace con eso.
- Planteás un escenario complejo...
- Es que es así. Se dice que se invierte en películas mientras hay chicos que pasan hambre. Y no es así. Si querés que no sea así, no vayas al cine, porque son las entradas de cine lo que sostienen la ayuda estatal a la industria cinematográfica. Si no querés que se hagan películas argentinas porque sos una persona demente, no vayas al cine. Es la manera de protestar. Hay algo de esa cosa macabra de desinformación que me preocupa mucho, pero también entiendo que es muy difícil de analizar. A veces tengo miedo de ser yo misma un elemento de distracción , pero no nos queda otra. Me persigo mucho con esa idea.
- Terminar siendo funcional a esa maniobra...
- Totalmente... Pero no nos queda otra, tenemos que defender los derechos que nos pertenecen. Y volviendo a los privilegios de los hablábamos antes, si yo no soy capaz de poner la cara por los que trabajan en mi área y que no tienen los beneficios que yo tengo, me parecería muy mezquino de mi parte quedarme en silencio. Lo mismo fue con el aborto. Yo no lo milité porque quería abortar, ¡ya tengo como 77 años, imaginate! Era por las otras.
Escenas de la chica de Villa Luro
Griselda Siciliani empezó a estudiar danza a los ochi años. De joven, a la escuela que dirigía su padre una vez fue el elenco de Clave de sol para jugar un partido benéfico. Parece ser que todas las chicas querían un autógrafo (no eran tiempos de celulares) de Pablo Rago, el galán de la época. Como a Adrián Suar estaba menos requerido ella, sin saber quién era, le pidió un autógrafo. Eso sí, cuando llegó a su casa la firma del famoso que con los años se convirtió en su pareja y su actual “prima” fue a parar al tacho de basura. Cosas que pasan.
En plena construcción de su propio juego estudió con Hugo Midón, figura clave del teatro para toda las edades. Cuando terminó la escuela nacional de danzas buscó maestros de danza contemporánea. Ahí es que apareció Carlos Casella (o Carlitos, a seca), el bailarín, actor y cantante que fue pieza clave del grupo El Descueve. Se hicieron amigos, de hecho ella fue asistente de la obra Nunca estuviste tan adorable, con la recordada María Onetto, en la cual Casella era su asistente. Ella tendría unos 18 años. Al poco tiempo, se sumó a Hermosura, una tremenda propuesta que Griselda alternaba con Tan modositas, que hizo con Virginia Kaufmann.
En 2005 pasó a formar parte del elenco de Revista nacional, un montaje ideado por Suar con grandes figuras en el escenario del Óper,a que pasó con más pena que gloria. Pero un personaje que ella hacía fue a parar a la serie Sin código, de Polka. Así llegó a la tele. Dos años después, su amiga Carla Peterson recién arrancaba con las grabaciones de Lalola y ella ni imaginaba todo lo que vendría después de la mano de Los exitosos Pells. En esos tiempos empezó la idea de hacer algo juntas. Se habían conocido grabando Sos mi vida, en la que Peterson era la malísima Constanza y Siciliani, la boba de su prima Debi. El resultado de esas ganas de hacer algo juntas fue Corazón idiota, un verdadero bombazo teatral en las que las dos se sacaban chispas acompañadas por un cuarteto de performers impecables.
Ese mismo año, 2010, formó parte de otro cuarteto de armas tomar (Celeste Cid, Gabriela Toscano y Gloria Carrá) de la serie Para vestir santos en la cual eran las protagonistas junto con un elencazo que se animaba a escenas musicales apoyadas en canciones de esas que atraviesan generaciones y prejuicios. Más cerca en el tiempo vino su participación en el “Súper Bailando”, de Marcelo Tinelli. Una de las noches, junto con Nicolás Villalba, eligieron la canción “Alfonsina y el mar”, interpretada por Mercedes Sosa, en una coreografía que conmocionó a todos. Hace dos años, filmó Bardo, del mexicano Alejandro González Iñárritu.
Su último trabajo en teatro fue Pura sangre, el amor es un monstruo. “Soy eso que vos necesitás”, decía su personaje de mujer fatal que terminaba reconociendo que “Es muy duro revolcarse en los vidrios rotos del desamor”. En perspectiva, podría ser un texto de Terapia alternativa.
En la nueva temporada de la serie que Ana Katz se encargó de la escribir y dirigir, pasarán por el consultorio de la psi sus vecinos famosos de la comedia musical como una pareja de jugadores de fútbol gay que quieren adoptar un hijo. Mientras tanto, hay una dama (Graciela Borges) dispuesta a todo con tal de dar a conocer los papeles flojos de la tal Selva, un asistente de la psicóloga que pasa de cuidarle las plantas a contener a su pacientes, amigotes que juegan al tenis y terminan enredados entre sábanas y deseos ocultos, como si todo se tratara de comedia dramática de enredos de puertas que se abren, camas compartidas, dolores amorosos que calan profundo y prejuicios en crisis en medio de necesidades y urgencias que son difícil de poner en palabras. En este campo minado permanente aparecerán aparecerán Eugenia “China” Suárez, Marcelo Subiotto, Marcos Montes, Daniel Cabot, Rafael Ferro, Malena Pichot, Carola Reyna y Marilina Bertoldi, entre otros.
- ¿Por qué te pusiste desde chica a estudiar danza? ¿Por qué sos actriz, cantante, performer?
- No recuerdo pensar en otra cosa. Desde que tengo memoria, bailar era mi juego predilecto que se convirtió en mi oficio, en mi profesión. Cuando tengo que felicitarme por algo, lo hago por eso. Luego la puedo cagar en un montón de cosas y comportarme como una boluda. Pero me felicito por haber conseguido que mi juego infantil sea mi trabajo y poder disfrutarlo de la misma manera, con la misma seriedad con la que juegan los niños.