Haikyu: la batalla del basurero: rivalidades y alianzas en una épica de adolescentes obsesionados con el vóley
Haikyu: la batalla del basurero (Japón/2024) Dirección: Susumu Mitsunaka. Guion: Susumu Mitsunaka, basada en el cómic de Haruichi Furudate. Música: Yuki Hayashi. Elenco: Ayumu Murase, Kaito Ishikawa y Yuki Kaji. Calificación: apta para todo público. Distribuidora: UIP Sony. Duración: 85 minutos. Nuestra opinión: muy buena.
Una vez más, el cine se convierte en trinchera para los amantes de la animación japonesa. En un contexto en el que la cartelera semanal se puebla de franquicias y tanques que copan innumerables salas, casi como los galos irreductibles, el público amante del animé resiste y obtiene una nueva dosis de su poción mágica. Esta vez, mediante el estreno de Haikyu: la batalla del basurero, un título que continúa la saga animada de Haikyu que comenzó en la televisión, y que adapta el cómic homónimo.
La serie (disponible en las plataformas Netflix y Crunchyroll) cuenta la historia de Shoyo Hinata, un entusiasta jugador de vóley estudiantil, que compensa su baja estatura con una energía desbordante por ese deporte. Y solo cuando ejecuta uno de sus saltos prodigiosos en el marco de esos agotadores partidos, es que Shoyo encuentra su razón de ser. Y como le sucedía a Oliver con Benji en Supercampeones, o a Goku con Vegeta en Dragon Ball, este animé vuelve a alimentarse de las rivalidades como forma de motorizar el drama, y de ese modo es que Shoyo encuentra en su compañero de equipo, Tobio Kageyama, un opuesto que lo empuja al querer coronarse como el mejor jugador de su equipo. Y eso es todo lo que hay que saber de Haikyu, o al menos lo más importante antes de sumergirse en una historia que personajes entrañables y enfrentamientos (aunque no enemistades) apasionantes.
La batalla del basurero se denomina a cada partido en el que miden sus fuerza el Karasuno (el equipo de los protagonistas) contra el Nekoma, otro colegio con el que existe una histórica rivalidad. Los dos grupos tienen sus jugadores estrella, sus estrategias de ataque pero también sus propios fantasmas, y en el transcurso del partido, todos los personajes lucharán no solo por ganar, sino también por descubrir su especificidad adentro de su equipo.
Esta película, como la gran mayoría de las producciones japonesas animadas, destaca por su personalidad propia, y por su intención de explorar nuevas narrativas cinematográficas. Ya no importa si el espectador conoce o no la historia de antemano, porque este film apuesta por el nervio deportivo y por la sinergia que nace de la competencia, para de ese modo construir con el espectador un puente emocional. Aunque pueden parecer chatos en una mirada prejuiciosa, los protagonistas de Haikyu son criaturas de emociones a flor de piel, que están en paz consigo mismo solo cuando no bajan sus brazos, y que transmiten con intensidad la fatiga (pero también la satisfacción) de practicar ese deporte que tanto los define. Importa quién gana, desde luego, pero más importa llevar al espectador al placer de sentir en carne viva el llamado de la vocación. Y la verdad es que no hace falta ser un amante del animé para disfrutar esta película, solo hace falta haber sentido, en algún momento de la vida, el dolor que nace de un esfuerzo que llena de orgullo.