Harrison Ford no imaginaba lo que perdería con Indiana Jones y Star Wars
Harrison Ford lleva media vida conviviendo con un personaje icónico de la historia moderna del cine, sin embargo, a los 80 años se prepara para despedirse definitivamente. Él y el mundo en general con el estreno de Indiana Jones y el llamado del destino el próximo 30 de junio. La primera vez que interpretó al profesor más aventurero del cine tenía 38 primaveras y el éxito de Indiana Jones y los cazadores del arca perdida (1981) consolidó su posición en Hollywood como héroe de blockbusteres. Ya no era solamente el piloto irreverente del Halcón Milenario, también era el arqueólogo más popular del séptimo arte. Sin embargo, en el caso de Harrison Ford, el estrellato supuso una pérdida que lo tomó completamente por sorpresa.
Dice el refrán que no sabemos lo que tenemos hasta que lo perdemos, y eso es justamente lo que vivió el actor. Porque cuando el mundo comenzó a reconocerlo era un hombre adulto de casi cuatro décadas, marido y padre de dos hijos. No fue estrella infantil ni nació en la cuna de una familia poderosa en Hollywood. Su camino a la cima fue lento, con sus piedras y desvíos, pero vivió en la normalidad invisible del anonimato el tiempo suficiente como para conocer la diferencia. Y perderlo fue algo que no encajó durante mucho tiempo. Es más, cualquiera diría que tampoco lo encaja todavía, viviendo lejos de Hollywood en su rancho de Wyoming mientras su fama de ‘cascarrabias’ le precede desde hace décadas.
“Imaginaba cómo era la vida de un actor. Trabajar por un periodo discreto de tiempo con un grupo de personas que nunca has conocido. Creas algo, trabajas y te pones vidas diferentes. He vivido muchas vidas distintas” contaba hace unos meses al programa estadounidense Sunday Morning de CBS. Sin embargo, le costó aceptar la consecuencia que traía alcanzar el éxito en esta profesión.
En su caso, la mejor palabra que puede utilizar para explicar lo que perdió no es “privacidad”, sino “anonimato”. Es decir, "poder caminar a través del mundo sin que el mundo te esté observando". Contó que fue un cambio repentino. Algo que "me tomó por sorpresa y realmente me descolocó. Durante un tiempo estuve muy incómodo porque la gente decía 'ahí está’” dijo sobre la reacción del mundo al verlo por las calles,
Y es que su problema no es la petición de autógrafos o el interés del prójimo, sino saber que está siendo observado a cada paso sin poder hacer lo mismo.
"El instinto natural de un actor es estar interesado en el comportamiento ajeno. Eres un observador de personas” explicó. Sin embargo, en el momento que la fama llegó a su vida perdió esa cualidad ante el reconocimiento instantáneo, preguntándose cosas como “¿Por qué me miran a mí por el amor de Dios? ¿Me van a alimentar, estoy en un zoológico?”
Ford no pensaba en ser rico y famoso. Solo quería ser actor, como demuestra su currículo buscando oportunidades durante más de una década en Hollywood mientras se ganaba la vida como carpintero. Según contó en la mencionada entrevista, se quedó sorprendido consigo mismo al descubrirse con talco en la cabeza, un bastón y fingiendo una cojera cuando interpretaba a un hombre mayor en una obra de teatro. Se había apuntado a un curso de arte dramático en la universidad, sin saber que le obligarían a actuar sobre el escenario. Nunca lo había hecho. Ni siquiera se había imaginado que sería capaz, pero ahí estaba y le apasionaba. Y así, después de que lo expulsaran a cuatro días de graduarse en la carrera de filosofía e inglés (supuestamente por plagio), se lanzó al mundo del espectáculo.
Le llevó su tiempo. Llegó a Los Angeles en 1964, el mismo año que se casaba con su primera esposa, Mary Marquardt y, mientras buscaba oportunidades, tuvo a sus primeros dos hijos (Benjamin, 1966 y Willard, 1969). Apareció en series y películas, trabajo con George Lucas y Francis Ford Coppola, pero la fama recién llegaría trece años más tarde, en 1977, con la primera película de Star Wars. Y todo gracias a una casualidad fortuita. La ópera espacial fue un fenómeno cinematográfico y las oportunidades comenzaron a tocar a su puerta, dando el vuelco definitivo en 1981 cuando Steven Spielberg le dio el liderazgo de otra saga. La de Indiana Jones.
El arqueólogo del látigo y el sombrero lo hizo rico y famoso. Según Imdb pasó de cobrar $10.000 por la primera película de Star Wars en 1977 a $500.00 por la segunda (1980) y $5.9 millones con Indiana Jones y los cazadores del arca perdida (1981). Un aumento digno de una súper estrella. No obstante, la fama tuvo sus consecuencias, llevándolo a perder algo tan preciado como el anonimato.
Ese anhelo de privacidad cotidiana podría explicar, al menos en parte, su fama de cascarrabias. Porque Harrison Ford nunca fue muy amigo de las entrevistas y de repetirse tediosamente mientras responde a las mismas preguntas en las giras promocionales de sus películas. Ya lo dijo durante la promoción de Blade Runner hace más de 40 años en el programa de David Letterman: prefería estar en su casa que dar entrevistas. Pude entrevistarlo en un par de ocasiones y si bien tuve la suerte de encontrarme a un Harrison Ford comedido y dispuesto a compartir historias, reconozco que los nervios de su fama de cascarrabias se palpaban en la sala de prensa.
Su fama alcanzó tales dimensiones que comenzó a circular una teoría en Internet que, básicamente, explicaba su comportamiendo asegurando que padecía un desorden de ansiedad social. Pero cuando Harrison Ford lo supo enterró cualquier rumor de inmediato, diciendo a The Hollywood Reporter: “No. No tengo un trastorno de ansiedad social. Aborrezco las situaciones aburridas”. Un hecho que cualquier periodista cinematográfico puede comprender tras ser testigos de los largos días de prensa donde los actores responden a preguntas -a veces muy similares- a un medio, luego a otro… durante horas.
Es más, durante una entrevista en el programa de Jimmy Kimmel se burló del asunto, interpretando su rol de tipo cascarrabias, negándose a responder preguntar sobre Star Wars para entonces encontrarse con fans de la saga que demostraban el desinterés por su persona cuando quitaban el fandom de la ecuación. Pero entonces Ford se encontraba con Chewbacca, discutiendo hasta marcharse enojado del plató. Todo actuado pero emblemático.
La verdad es que pocos actores pueden jactarse de haber compartido sus existencias con personajes tan icónicos. Y Harrison Ford pagó el precio con algo que no había pensado que perdería. Era un hombre de familia y adulto cuando pasó de ser un actor anónimo a estrella internacional, reconociendo enseguida la diferencia entre las dos vidas. De todos modos, reconoce sentirse agradecido por la vida que le dieron los fans y las oportunidades conseguidas. “Trabajo para ellos, de verdad me siento así, apoyaron mi Jones, mi hábito de contar historias".
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