Ian McKellen tiene un mensaje que ilusiona a los 84 años
La vitalidad de Ian McKellen a sus 84 años me resulta contagiosa. Pocos actores son capaces de transmitir esa pasión por la vida, esas ganas de seguir disfrutando de aquello que le gusta sin dejar que los prejuicios hacia la vejez se interpongan en su camino. Es cierto que tiene suerte. Que no todas las personas llegan a su edad con la misma salud o estabilidad económica como para permitirse la misma vitalidad o formar parte del mundo laboral. Sin embargo, más allá de las diferencias que nos distancian de la vida de una estrella de cine, el eterno Gandalf alberga en su presente un mensaje que ilusiona.
Porque pasados los 80 sigue trabajando tanto o más que una estrella de 30. Si no está en algún teatro londinense dando rienda suelta a su amor por los escenarios (hace poco lo vi haciendo lo suyo en un teatro de Windsor, a las afueras de Londres), está en un set de cine rodando una película. Como es el caso de The Critic, un thriller donde interpreta al villano y que se acaba de presentar en el Festival de Cine de Toronto. Y es precisamente en medio de la promoción del filme que reveló que no se plantea jubilarse por mucho que su cuerpo y realidad le recuerde su mortalidad constantemente.
“¿Para hacer qué?”, le cuestionó a Variety cuando le lanzaron la pregunta. "Nunca he estado sin trabajo, pero soy consciente de que en cualquier momento podría pasarme algo que me impida volver a trabajar", dijo.
“Pero mientras las rodillas aguanten y la memoria permanezca intacta, ¿por qué no debería seguir adelante? Realmente siento que soy bastante bueno en esto de actuar ahora”.
Y me encanta.
Reconozco que soy fan de Ian McKellen. Creo que pocos actores han conseguido que su carisma y simpatía natural traspasen la barrera de la pantalla como él lo hizo. Dueño de ese “je ne sais quoi” que solo poseen las grandes estrellas, este hombre nos ha conquistado con sus personajes, pero también con una personalidad pícara y encantadora que ha sabido transmitir con una naturalidad arrolladora. Como lo hace con estas declaraciones.
Porque, a su manera, defiende su pasión contra la estructura cuadriculada que socialmente existe contra la vejez. Esa percepción errónea que descarta y rechaza el paso del tiempo cuando, con suerte y si la salud lo permite, todos llegaremos a vivir esa etapa.
En su caso, Ian McKellen acierta al preguntar ‘¿para qué jubilarse?’ porque, dejando los análisis y comparaciones económicas a un lado (no creo que necesite el dinero de una pensión mensual), se trata de un planteamiento que habla de vitalidad. De ganas de seguir haciendo lo que a uno le gusta. ¿Por qué debería la edad frenarnos después de todo?
Ya sea un hobby, una pasión, labor activista… Ian McKellen habla de seguir adelante, de disfrutar de las pasiones personales hasta que la vida lo permita. Y él tiene muchas. Muchísimas y nada parece frenarlo.
Ian McKellen siempre quiso ser actor. Su primer amor con el teatro sucedió a los 3 años cuando sus padres lo llevaron a ver una representación de Peter Pan. A los 9 ya le habían regalado un teatro victoriano plegable para Navidad, con decorados de cartón y cables para empujar las figuras recortadas de Cenicienta y la recreación de Hamlet de Shakespeare hecha por su ídolo, Laurence Olivier (Fuente: McKellen.com) A los 18 conseguía una beca y a los 22 hacía su primera aparición profesional sobre los escenarios y nunca miró atrás. Conquistó el teatro, la industria británica y luego, Hollywood.
Reconozco que me encantaría llegar a su edad con la vitalidad que contagia y con la misma energía para estar presente cada vez que una causa humanitaria lo necesita. Si somos sinceros, creo que somos muchos los que adoramos a este hombre de sonrisa grande y cabello blanco, y no solo porque cargue a sus espaldas personajes tan icónicos como Gandalf o Magneto, sino porque nos hace reír en cada una de sus entrevistas, porque sus redes sociales son un canto a la vida y su amistad con Patrick Stewart nos aporta buena vibra. Pura vitalidad contagiosa.
Ha participado en tantas causas que es imposible nombrarlas en un solo artículo. Por ejemplo, en 2020 y con una sola imagen y sonriendo con la mirada, colmó las redes sociales anunciando sentirse “eufórico” y “muy afortunado” de haber recibido la primera dosis de la vacuna contra el COVID, animando al público a que apoye la campaña.
Además, se sacó una licencia de la Iglesia de la Vida Universal para poder casar a Patrick Stewart con su esposa en 2013, apoya asociaciones locales de Londres que luchan contra el SIDA, contra la falta de hogar para la juventud de la comunidad LGBT. A su vez, atiende a los desfiles del Orgullo Gay contagiándonos su alegría, asiste a la comunidad teatral británica desde todas sus redes, da charlas sobre inclusión en escuelas y se ríe de sí mismo mejor que nadie.
Ian es un tipo que vive tan alejado de su posición como estrella, que puede ser muy normal toparse con él en el metro o las calles de Londres. Él mismo me confesó en 2014 durante la promoción de El Hobbit: la batalla de los cinco ejércitos -cuando repitió como Gandalf más de una década después de rodar la trilogía de El señor de los anillos- que le gusta caminar por su ciudad, tomar el metro o el autobús porque así “siempre está conociendo gente en la calle”. Es más, debe ser de los pocos famosos que permite que la gente se acerque a hablarle de su trabajo sin ningún tipo de problema. “Los actores actuamos para conseguir una reacción del público y nuestro ideal es afectar de alguna manera las vidas de quienes ven nuestra actuación. Si esas personas no se acercan a agradecerme significa que no estoy haciendo bien mi trabajo”, me dijo por entonces.
Les confieso que me encanta entrevistarlo. Siempre me provoca los mismos nervios fruto de las ganas de seguir compartiendo charlas cinéfilas maravillosas, hablando sin tapujos de su vida y sus pasiones y contagiándome en el camino esa pasión tan innata. Por la vida misma.
Porque esa misma confesión que hizo a Variety sobre el rechazo a la jubilación ya me la dijo hace tiempo también. “No tengo nietos con los que jugar. No tengo esa responsabilidad ni mantener una familia económicamente. Si no tengo proyectos en mente me aburro. Me pongo triste”, me dijo en 2019 durante la promoción de El buen mentiroso, el thriller que protagonizó con Helen Mirren. Me confesó que una vez intentó tomarse seis meses y “casi se vuelve loco”.
“Sé que sucederá, las rodillas cederán, la mente se apagará y creo que por eso sigo adelante. Porque cuando llegue ese momento decrépito no quiero arrepentirme de no haber hecho algo”, me dijo siempre con una sonrisa. Un mensaje que más que declaración sirve de consejo. Simplemente seguir viviendo, digan lo que digan los cumpleaños que van llegando.
Este artículo fue escrito en exclusiva para Yahoo en Español por Cine54.
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