Luis Manuel Pelayo, el actor que acabó siendo víctima de su carisma y su popularidad

Luis Manuel Pelayo/Vía IMDb
Luis Manuel Pelayo/Vía IMDb

Para nadie es desconocido que durante la presidencia de Luis Echeverría Álvarez en México (1970-1976), se impuso un sistema autoritario, con una dura política de censura contra los medios de comunicación, que llegó a prohibir los festivales de rock y la venta de discos de este género musical por su carácter contestatario, acusando a las bandas roqueras de traidores a la patria.

Entre las miles de personas que padecieron aquel sexenio de prohibicionismo, el caso del actor Luis Manuel Pelayo, conductor de un programa de concursos en la televisión mexicana a inicios de los años 1970, es un reflejo de cómo los delirios de grandeza de Echeverría Álvarez nublaban su realidad.

Luis Manuel Pelayo fue un actor de cine, televisión y doblaje que tuvo una intensa actividad dentro de la Época de Oro del cine mexicano. Conocido como el actor de las mil voces, su fama inició cuando dio vida a "Kalimán, el hombre increíble" en la radionovela del mismo nombre. Otros de sus doblajes incluyeron varios personajes de las cintas de Disney, de series estadounidenses de televisión y de dibujos animados como "Bagheera" en El libro de la selva; "general Allenby" en Lawrence de Arabia, "Pongo" en 101 dálmatas, entre muchos más.

Filmó más de 70 películas, algunas de ellas al lado de Pedro Infante, Cantinflas y Mauricio Garcés -con quien hizo una excelente mancuerna-, entre otros, tanto en papeles serios como cómicos. En televisión, también se le recuerda por su papel de un "español" de nombre "Félix Amargo" en algunos episodios de La Tremenda Corte cuando se filmó para la pantalla chica.

Sube, Pelayo, sube: la esperanza de muchos mexicanos

Con la popularidad que contaba, el también comediante fue llamado para conducir un programa de concursos en el que todos los televidentes soñaban con participar, Sube, Pelayo, sube..., excepto el presidente mexicano.

Además de la represión y la violación a los derechos humanos, el sexenio de Echeverría Álvarez se caracterizó por padecer una elevada inflación, un distanciamiento con el sector empresarial y un repunte de la deuda a niveles históricos. Los avances en materia económica que se dieron durante su mandato no fueron suficientes para detener ni sobrepasar la crisis económica internacional que enfrentaba el país provocada por la escasez de petróleo.

De ahí que el programa que condujo Pelayo se convirtiera en el sueño de muchos como una posible solución a los problemas económicos que enfrentaban, pues los concursantes tenían la posibilidad de ganar hasta más de 14 mil pesos e incluso una casa amueblada, siempre y cuando superaran los diversos retos.

Uno de los retos que más gustó fue el palo encebado además de otro que era subir corriendo una cuesta, mientras el público en el estudio vitoreaba a los concursantes a los ritmos de "¡Sube, Pelayo, sube!" y "¡arriba, papi; pá, arriba!". Las frases pronto saltaron de la pantalla y se volvieron comunes en todas las conversaciones.

Como la idea del programa era beneficiar y alegrar al mayor número de personas posibles, la producción decidió salir del estudio y viajar por todo el territorio nacional. Alguien a quien también le gustaba visitar el país era, coincidentemente, a Echeverría Álvarez, quien realizaba giras continuamente para promover sus políticas.

En uno de esos populares baños de pueblo, el entonces mandatario acudió al poblado de San Martín de las Pirámides, Estado de México, y en una parada decidió escalar la Pirámide del sol en la zona arqueológica de Teotihuacán. Entre el entusiasmo de la comitiva y los asistentes, y quizá algunos en tono irónico, se comenzó a escuchar "¡arriba, papi; pá, arriba!", hecho que habría desagradado al presidente, de acuerdo con Jesús Vázquez Trujillo, periodista del sitio La otra plana.

Otra situación similar se repitió el 24 de febrero de 1973 durante la conmemoración del Día de la Bandera. Al momento en que Echeverría la izaba en el zócalo de Ciudad de México, entre los ciudadanos congregados comenzó a escucharse "¡sube, Pelayo, sube!". La broma caló en el ego del hombre que, según un informe de la Agencia Central de Inteligencia de Estados Unidos, fue descrito como "puritano", "con toques de megalomanía", "un mesianismo" creciente en su carácter y de "arrogancia pura".

Tomando en cuenta ese perfil, no es de extrañar que calificara el incidente con la bandera mexicana como una falta de respeto a los símbolos patrios, pretexto para exigir a los directivos de Telesistema Mexicano (ahora Televisa), empresa donde se transmitía el programa, la salida del aire del programa de Pelayo.

(Original Caption) Mexican president-elect Luis Echeverria.
El entonces presidente electo Luis Echeverría (Foto: Getty Images).

Pero la gota que derramó el vaso, según el periodista norteño, fue cuando en una emisión el conductor comprometió a María Esther Zuño, esposa del presidente y titular del Instituto Nacional de Protección a la Infancia (INPI), a ayudar a una niña en su tratamiento contra la leucemia. La petición fue considerada una intromisión en las labores de Zuno, quien se enorgullecía por sus trabajos de asistencia social.

Poco después, el programa dejó de emitirse y él quedó en el exilio televisivo.

Rosita Pelayo, hija del comediante, habló en abril pasado sobre cómo afectó la decisión al actor. "Cuando le quitaron el programa Sube, Pelayo, sube -por problemas con el presidente Luis Echeverría-, lo mandaron a sacar de la jugada y él cayó en una depresión tremenda. ¡Imagínense que te manden a la banca cuando tienes juventud, energía, ganas de salir adelante y mucho éxito! Eso te vuelve loco y a él le pegó mucho. Él no comprendía lo que pasaba y fue muy triste para la familia ese momento", dijo en entrevista con TVyNovelas.

Una vez concluido el sexenio de Luis Echeverría, Luis Manuel Pelayo volvió a estar frente a las cámaras pero sin repetir el éxito logrado con el programa de concursos. Finalmente murió en 1989.

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