Mario Sabato (1945-2023): un cineasta que quiso descubrir la verdad a partir de la imaginación

Temperamento. “Tenía un carácter podrido, 
que yo heredé”, reconoce Mario Sabato
Mario Sabato, adiós a los 78 años - Créditos: @Emma Livingston

Mario Sabato fue un intelectual sin alardes que entre nostalgias, desencantos y proyectos frustrados siempre se empecinó en buscar la verdad. Pero el hijo menor de Ernesto Sabato, que falleció este sábado a los 78 años, siempre creyó en una idea de verdad que llevó casi como bandera en la actividad más destacada de una vida entera dedicada al compromiso con la cultura, el cine.

La fuente de ese modo de ver las cosas era Federico Fellini, el cineasta que Mario más admiró. Al comienzo de La imposible melancolía (2018), el libro que escribió a partir de sus memorias personales y los recuerdos del vínculo con su padre, adopta como propia una frase del director de Amarcord y La Dolce Vita: “Soy un mentiroso muy sincero”. Como Fellini, pensaba que solo podíamos llegar a la verdad más profunda y sincera a través de la imaginación.

En marzo de 2010, Mario Sabato estrenó el documental "Ernesto Sabato. Mi padre", en el que relata la "fuerte e intensa relación entre un padre y su hijo cuando uno está en el crepúsculo definitivo (98 años) y el otro empieza a asomarse al final de la vida (65)"
En marzo de 2010, Mario Sabato estrenó el documental "Ernesto Sabato. Mi padre", en el que relata la "fuerte e intensa relación entre un padre y su hijo cuando uno está en el crepúsculo definitivo (98 años) y el otro empieza a asomarse al final de la vida (65)" - Créditos: @archivo

“Una cosa es imaginar y otra bien distinta es falsificar”, escribía allí. “No es lo mismo escribir sobre algo que tal vez haya sucedido que mentir contando lo que se sabe que no pasó”, completaba. Gran parte de esas evocaciones nacieron en la casa de Santos Lugares, hoy museo, en la que Mario Sabato pasó toda su infancia y su adolescencia. Ese solar, meca de todo aquel interesado en conocer la historia de Ernesto Sabato, perteneció en su momento al italiano Federico Valle, uno de los pioneros del cine argentino.

Mario Sábato en una imagen de 2015
Mario Sábato en una imagen de 2015 - Créditos: @archivo

El destino del pequeño Mario (que había nacido el 15 de febrero de 1945) parecía escrito de manera invisible en los muros de esa casona. Así lo evoca el propio realizador en el documental Ernesto Sabato, mi padre (2008), con el que cerró un vínculo con el cine marcado a la vez por la vocación, el entusiasmo y los desencantos. Allí, el realizador vuelca toda una entrañable memoria acopiada a través de filmaciones caseras que van de 1962 a 2007.

Mario Sabato también llevó bien alto el orgullo de haber poco menos que salvado el futuro de esa legendaria casona, tan identificada hasta hoy con su ilustre apellido. A los 18 años, tras dejar el Colegio Nacional de Buenos Aires, logró en 1964 el primer premio del Festival de Cine de Arte de la Argentina con su ópera prima, el cortometraje El nacimiento de un libro, también ligado a la obra de su padre. El premio fue una importante suma de dinero que le permitió hacer frente al pago de una hipoteca que pesaba sobre la casa familiar.

Escritores e intelectuales recuerdan al autor de "Sobre héroes y tumbas"

Allí empezó de verdad la carrera de Mario Sabato como director de cine. Una vida que registró varias pausas forzadas y no deseadas, con varios años de separación entre un rodaje y otro junto a unos cuantos proyectos que nunca lograron ver la luz. Todo parecía encaminado al principio, con dos películas en las que volcó su interés por la observación del mundo infantil: Y que patatín…y qué patatán (1971) y ¡Hola, señor león! (1973), este último promocionado en su momento como el primer film argentino filmado íntegramente en Africa. Ambos fueron protagonizados por el sobrino del director, el pequeño Juancito Sabato, y escritos en tándem por Mario Sabato y Mario Mactas. Este mismo dúo daría muestras probadas de un lúcido humor en alguna recordada incursión en la radio.

En 1974 su obra comenzó a ser mirada con interés gracias a Los golpes bajos, película que toma como referencia la vida del famoso (y malogrado) boxeador José María Gatica para contar la historia de un joven pugilista que llega del interior para vivir la gloria y el ocaso durante el peronismo. “Pese a su madurez narrativa y su pertinencia política, el film no tuvo repercusión”, escribe Fernando Martín Peña en Cien años del cine argentino.

Allí aparece destacada la figura de Héctor Alterio, a quien Sabato rescataría seis años después luego de que el gobierno militar lo prohibiera y forzara su exilio como protagonista de Tiro al aire (1980), en la que aparece una muy joven Graciela Alfano. Fueron esos los años más prolíficos de Sabato en el cine, que incluyó la experiencia de Un mundo de ilusión (1975), concebida para lucimiento de la gran estrella infantil de ese tiempo, Andrea del Boca.

Esa etapa, dominada en la Argentina por la última dictadura militar, también se recordará por la seguidilla de películas que Sabato dirigió con el seudónimo de Adrián Quiroga, el nombre del personaje del malogrado boxeador de Los golpes bajos. Dos de ellas formaron parte de la exitosa serie de de los Superagentes y tres más al servicio del éxito colosal que en aquellos momentos cosechó en la Argentina el grupo infantil español Los Parchís.

El único momento alejado de estos compromisos comerciales fue El poder de las tinieblas (1979), lograda adaptación del “Informe sobre ciegos” incluido en el libro Sobre héroes y tumbas, escrito por su padre. Allí se abrió una larga pausa en el lazo que unía a Mario Sabato con el cine que solo mucho más tarde reaparecería. Fue en 1996 cuando volvió a esa actividad como director de Al corazón, un documental dedicado a los grandes nombres de la historia del tango, “el álbum de familia de los argentinos”.

Entre recuerdos, miles de libros con anotaciones y la máquina de escribir con la que cimentó su obra, Guido y Luciana, los nietos de Ernesto Sabato, cuidan la casa de Santos Lugares en la que vivió durante seis décadas y reciben al público para compartir, en el marco de visitas guiadas, las anécdotas y el perfil más familiar del escritor.

En esas dos décadas de ausencia de la pantalla grande, Mario Sabato encaró otros desafíos, conectados en buena medida por su fuerte y comprometido alineamiento con el regreso al estado de derecho y, especialmente, con las políticas culturales del gobierno alfonsinista. Entre marzo y octubre de 1985, con el padrinazgo del entonces secretario de Cultura Carlos Gorostiza asumió la dirección de Argentina Televisora Color (ATC) y trató de devolverle en su breve gestión el espíritu cultural que tenía en sus primeros tiempos como Canal 7, lejos de la búsqueda del rating que encararon sus inmediatos predecesores. Luego se hizo cargo de la Dirección de Asuntos Culturales de la Cancillería.

Con un temperamento y una manera de expresarse muy parecidas a las de su padre, Mario Sabato también hizo gala en esos años de una gran compromiso por las cuestiones relacionadas con la memoria y los derechos humanos y también con los reclamos del cine argentino en ese tiempo de recuperación de las libertades democráticas tras una larga etapa dominada por la censura. Durante su gestión al frente de Directores Argentinos Cinematográficos (DAC), Sabato hizo varios planteos en defensa del fomento de la producción nacional.

Carta a un padre: de Mario a Ernesto Sabato

El testimonio más explícito de su relación de amor y odio con el cine (tarea de la que también había tomado distancia para volcarse más de lleno a la literatura) se convirtió en su última película de ficción, India Pravile (2003). Hay unos cuantos rasgos autobiográficos en este relato sobre un desengañado y veterano director (encarnado por Lito Cruz) que no puede escapar de una sensación de vacío y olvido que lo lleva a pensar una y otra vez en el suicidio. “Es una historia sentimental, cruzada por un humor muy negro y por vetas de comprensiones e incomprensiones. Como hacía muchos años que no filmaba, ahora soy uno de esos tipos a los que yo les huía”, comentó antes del estreno a LA NACION.

Mario Sabato se despidió del cine, seguramente sin saberlo en ese momento, con el documental que le dedicó a su padre estrenado en 2008. “Fue la película que más tiempo me llevó filmar –decía con una sonrisa en ese momento-. Más de cincuenta años”. Comprometido hasta el final en el redescubrimiento de cada uno de los momentos de ese vínculo entre padre e hijo, tal vez haya encontrado en ellos, por fin, esa búsqueda de la verdad a la que le dedicó sus mejores esfuerzos.

Despedida

La noticia de la muerte fue difundida por la propia familia del realizador a través de un breve comunicado. “Con profundo dolor, la familia Sabato, su esposa Elena y sus hijos Guido, Luciana, Mercedes y Juan comunican que hoy por la mañana, en la ciudad de Buenos Aires, falleció Mario Sabato. Sus restos serán velados hoy en O’Higgins 2842 primer piso, desde las 18.30. Se ruega no enviar arreglos florales”.