María Aurelia Bisutti, del glamour y talento que le dieron un lugar destacado al exilio y el recuerdo de su hija Paola Papini
Glamour, belleza y talento pueden ser una buena definición de María Aurelia Bisutti. Nacida el 20 de junio de 1930, de chiquita supo que quería ser actriz y tuvo la ayuda de su mamá, que siempre la acompañó a todas partes. Murió el 12 de abril de 2010, a los 79 años, y dejó su impronta en el teatro, el cine, la televisión y la radio.
Fue la única hija de una pareja de inmigrantes italianos, él albañil y ella ama de casa. A pesar de algunas carencias, a la pequeña María Aurelia le daban todos los gustos que les permitía el bolsillo y uno de ellos fue estudiar danzas. Con apenas 12 años, se inscribió en un concurso de danza que ganó y a partir de entonces se abrió frente a ella un abanico de oportunidades. Entró a la compañía de teatro de la española Ana Lasalle, empezó a trabajar tímidamente en radio y pronto se convirtió en una estrella del radioteatro . Fue parte del elenco estable de Las dos carátulas, en Radio Nacional, y gracias a eso, tres personajes importantes posaron sus ojos en ella: Alejandro Romay y los autores Abel Santa Cruz y Alberto Migré. Ellos la impulsaron a ser la gran señora de las telenovelas de la tarde, pero la tele llegó después.
Debutó en cine a los 18 años con La hostería del caballito blanco, dirigida por el español Benito Perojo, y La serpiente de cascabel, del guionista Carlos Schlieper. Y participó en decenas de películas, entre ellas Los de la mesa 10, Los ojos llenos de amor, Sangre y acero, Martín Fierro, Plaza Huincul, Alto Paraná, Vidalita, Piantadino, Allá donde muere el viento, Con alma y vida, Hotel alojamiento, Lo prohibido está de moda, Canuto Cañete, detective privado, La calesita, Amorina, La nueva cigarra, De cara al diablo y El diablo metió la pata. Y filmó su última película en 1981, Seis pasajes al infierno, con dirección de Fernando Siro.
Su primera oportunidad en televisión fue con Teleteatro para la hora del té, en 1956. Le siguieron Más allá del color la vida de Gauguin y Degas, El cielo es para todos, El sátiro, Su comedia favorita, Cuatro hombres para Eva, Tres destinos, La pulpera de Santa Lucía, Nino, Quiero saber tu verdad, Malevo, Narciso Ibáñez Menta presenta, Topaze, Trampa para un hombre solo, El León y la Rosa, Mi hijo Damián, Un latido distinto, Coraje mamá, Inolvidable, Libertad condicionada, Eva florecida y La marca en el ovillo. Sus últimas apariciones en televisión fueron en 1994, en algunos episodios de Alta comedia. En entrevistas de la época, Bisutti decía sobre las telenovelas: “Las hacíamos con gran seriedad, en vivo, ensayando a la mañana y entrando al estudio apenas media hora antes de la emisión. El proyecto de teatro Los de la mesa 10 nació con el grupo con el que hacíamos Teleteatro para la hora del té. Para mí leer ese libro de Osvaldo Dragún era como tocar el cielo con las manos y María era el personaje ideal para toda actriz joven. Era un lujo estar trabajando con Emilio Alfaro y Luis Medina Castro. Tuvimos problemas para estrenarla por la época del país. Si bien yo venía haciendo una carrera importante, me ubicó en un primer plano totalmente”.
Su mamá Lidia Carbonelli la acompañaba a todos lados. Llegaba de las primeras con su hija y se quedaba hasta el final de las grabaciones. Le llevaba el almuerzo que le gustaba y una vianda para compartir con sus colegas. Incluso cuando se casó y fue mamá de Paola Papini, Doña Lidia seguía acompañándola para cuidar a la beba. Así lo recuerda Papini para LA NACIÓN: “Mis abuelos vinieron de Italia, mi abuelo era albañil y era reacio a que mi mamá fuera actriz. En cambio, mi abuela la apoyó mucho, la acompañaba a todos lados. A mí me criaron mis abuelos, entonces conocí las dos caras de la vida: la del glamour de mi madre y la sencillez de mis abuelos”.
María Aurelia Bisutti tuvo un romance con el dirigente deportivo de River Máximo Sabbag y también una relación con el productor y cantante Tito Martino. En 1962 se casó con el empresario Fito Papini y al año siguiente nació Paola. El matrimonio duró apenas dos años. “Mis papás se separaron cando tenía 8 meses y nunca más lo vimos hasta que a mis 29 años apareció en una obra de teatro que yo hacía. Recompuse mi relación con él y cuando tuve a mi primera hija, Catalina, mi papá vino a visitarme y también llegó mi mamá, muy coqueta ella porque era una estrella y siempre estaba divina. Y le dijo ‘hola, ¿cómo le va, señor?’ Y por lo bajo me preguntó: ‘¿Quién es este hombre tan buen mozo?’ (risas). Mi mamá era una estrella y mi papá un playboy. Nunca retomaron la relación”, rememora Papini.
Y agrega: “Mi mamá era todo un personaje. Cuando me mudé a Maschwitz la traje a vivir conmigo. Un día fui a buscar a mis hijos a la escuela y cuando volví vi una combi blanca en la puerta y adentro mi mamá, conversando con dos tipos. Uno me confesó que venían a robar, pero se arrepintieron porque la mamá era muy fan de mi mamá y él había estado enamorado de mí siempre. Así que se fueron. Estaba pálida, pero zafamos del robo por el amor del público”.
En teatro hizo Martina Céspedes, Radioteatros y tangos, Común de mesa, El universo de las sensaciones, Festejante a mediodía, El organito, entre otros títulos. En 2006 y después de algunos años sin trabajar, volvió al teatro de la mano de José María Muscari, con Piel de chancho. “Escribí el espectáculo y siempre pensé en que el papel de la abuela era para ella. Conseguí el teléfono y la llamé. Ella no me conocía, pero había escuchado hablar de mí. Pidió referencias y fue a ver Electra Shock y Shangay y le encantó mi trabajo”, contó Muscari. Ese año también hizo su último radioteatro con Greta, una mujer más.
En algunas entrevistas, hace algunas décadas, Bisutti reflexionaba sobre su oficio: “No se trata solamente de la seguridad económica, sino de estudiar un personaje, armarlo, empezar a encontrarle cosas, conectarse con algo que para uno es importante. Una vez me encontré con Alfredo Alcón en un trabajo a beneficio para la Casa del Teatro y teníamos que hacer una escena en la que tenía que entregar una carta, simplemente. Lo vi nervioso y le pregunté por qué tenía tanto miedo. Y me respondió: ‘Tené miedo porque el día que no lo tengas, te bajás del escenario”.
De sus personajes preferidos, alguna vez confió que fue Vilma, en la película Con Alma y Vida, de David Kohon: “Vilma fue uno de los personajes más hermosos que me tocó en suerte. Ese desafío de que fuera tan distinta a mí, me hizo amarla. Y también recuerdo la novela Nino, en donde era la mala malísima que se disputaba el amor de Enzo Viena. Y cuando hice Coraje mamá me paraban en la calle para decirme ‘quiero tener una mamá como vos’”.
A pesar de que no militó en ningún partido político, la actriz debió exiliarse en Perú durante algunos años. “Realmente nunca llegué a entender qué pasó. Se dieron manejos muy oscuros. Por otra parte, nunca me metí en política y soy actriz por vocación, en consecuencia, sigo sin poder entender las causas de toda esta desagradable circunstancia. Hice la telenovela Coraje mamá en 1985, luego de haber experimentado años durísimos que me obligaron a irme al exterior. Y tuve la posibilidad de trabajar en Perú en teatro, hacer una película y dar una serie de importantes conferencias en la embajada argentina. Fue una experiencia muy linda, aunque también tenía la tristeza de esa experiencia, de no poder regresar al país”, decía.