'Mis verdaderos padres son mis abuelos': pros y contras de un rol en la de la crianza que no les corresponde

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(Getty Images)

El ritmo de la sociedad actual hace que la mayoría de padres y madres necesite de terceras personas para el cuidado de sus hijos (en concreto, el 60% de las familias españolas, según el estudio Preocupaciones y retos de la crianza actual en España, realizado por Kantar por Zurich seguros). En la mayoría de los casos, son los abuelos los que se encargan del cuidado de los nietos y colaboran “activamente” cuando los progenitores no pueden hacerlo. Esto es así en seis de cada diez familias, en función de los datos recabados por el estudio.

A priori, esta situación es beneficiosa para toda la familia: los abuelos se sienten activos y felices y se crea en los niños sentimiento de pertenencia a su ‘tribu’, al tiempo que los padres pueden hacer frente a sus responsabilidades laborales con la tranquilidad de dejar a sus hijos a cargo de alguien de su total confianza.

Las ventajas de los abuelos son los valores que transmiten, un profundo amor y más calma y paciencia, con menos ansiedad y estrés

El problema se da cuando los niños llegan a pasar más tiempo con sus abuelos que con sus padres: “si el abuelo o la abuela tiene el rol de educador principal, el resultado suele ir en contra porque nuestros mayores ya no tienen la vitalidad ni la fuerza para poner límites y decir ‘no’, para crear hábitos adaptados a la actualidad (pantallas, etc), o para ayudar con los deberes”, explica la educadora emocional y directora del centro de formación en habilidades La Granja Ability Training Center.

Consecuencias de que los abuelos asuman el rol de cuidadores principales

“Me encuentro con jóvenes con una mala relación con sus padres porque nunca sintieron que lo fueron. 'Mis verdaderos padres son mis abuelos’, te dicen, y eso lo viven desde la tristeza, el duelo o la ira”. Y esto puede desembocar en distintas situaciones. Un informe de Aldeas Infantiles de 2023, titulado Abuelos y crianza. El papel protagonista de las personas mayores en el cuidado a la infancia, resalta las siguientes:

  • Aumento de incidencias en la salud mental en la infancia y la adolescencia por el hecho de que no están recibiendo la atención que necesitan parte de sus padres.

  • Mayor carga psicológica y física para los abuelos, a los que les supone un verdadero esfuerzo. El informe de Aldeas Infantles hace hincapié, además, en que a veces esta responsabilidad excesiva en la crianza de los nietos les viene a mayor edad. Dado que ahora se tienen los hijos mucho más tarde que en generaciones anteriores, al igual que la edad de los padres es mayor, también la de los abuelos, lo que les puede suponer más dificultades para hacer frente a los retos del cuidado de los nietos.

  • Fricciones en el seno de la familia. Pueden surgir desencuentros cuando “los límites y la autoridad” que establecen los abuelos no se corresponde con lo que desean los padres. Aquí es donde suelen aparecer problemas en la confusión de roles en progenitores y abuelos. La solución a esta situación que la psicóloga Mercedes Bermejo señala en el citado informe es que sean los padres quienes establezcan las normas de convivencia. Sin embargo, cuando son los abuelos los cuidadores principales de los niños y adolescentes, “no se les puede decir que no les pongan normas”.

La clave para evitar problemas es que las normas que los abuelos les establezcan no sean contradictorias, sino que respalden a las de los padres.

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¿Qué pueden hacer padres y madres para estar presentes cuando apenas ven a sus hijos?

Por un lado, intentar encontrar huecos de eso que llaman tiempo de calidad, si bien en el día a día es complicado por la carga de cansancio físico y emocional que se arrastra tras toda una jornada de trabajo. En este sentido, la solución puede que pase por tirar de imaginación y buscar formas de demostrar a los hijos no solo que los queremos, sino que nos encantaría pasar más tiempo con ellos y que, cuando no estamos juntos, nuestros pensamientos sí lo están.

“Recuerdo un padre que, por motivos profesionales, durante más de un año, no veía a su hijo entre semana ya que salía de casa antes de que se levantara y volvía cuando el pequeño ya estaba dormido”, nos cuenta Cristina Gutiérrez Lestón. “Pero le explicó un gran secreto a su hijo. Por la noche, al llegar a casa, cada vez que le diera el beso de buenas noches, le haría un nudo en la sábana. El niño se levantaba cada mañana con una ilusión ¡¡¡encontrar los nudos!!! No es el tiempo cuando educamos y amamos, es la mirada, es lo que mostramos. Saquémonos el miedo y la culpabilidad de encima y actuemos, hagamos cosas divertidas e inteligentes como un simple nudo para mostrar que estamos ahí”.