Nevos displásticos, los lunares que aumentan el riesgo de cáncer

<strong>Un nevo displástico o lunar atípico no es un cáncer de piel, </strong>pero tener estos lunares es un factor de riesgo para desarrollar <a href="https://es.vida-estilo.yahoo.com/melanoma-lo-que-tienes-que-saber-para-una-correcta-proteccion-142012717.html" data-ylk="slk:melanoma;elm:context_link;itc:0;sec:content-canvas;outcm:mb_qualified_link;_E:mb_qualified_link;ct:story;" class="link  yahoo-link">melanoma</a>. (Foto: BSIP/UIG Via Getty Images)

La exposición a la radiación ultravioleta de la luz solar aumenta el riesgo de tener melanoma y la gran mayoría de personas que padecen este tipo de cáncer suelen ser mujeres menores de 40 años. Precisamente, la Sociedad Española de Oncología Médica (SEOM) indica que el aumento de la incidencia de tumores cutáneos se asocia con la exposición de la piel a la radiación ultravioleta.

Y es que pese a que el sol tiene múltiples beneficios, una exposición solar no controlada puede derivar en quemaduras, manchas, e incluso cáncer de piel. De hecho, según el Consejo General de Colegios Farmacéuticos, 3 de cada 10 españoles desarrollará este tipo de cáncer a lo largo de su vida.

Aunque el cáncer de piel parezca lejano, el simple hecho de quemarse bajo el sol puede llegar a producirlo. Por eso, con motivo del Día Europeo de la Prevención del Cáncer de Piel (el próximo13 de junio), es muy importante tomar consciencia del riesgo que conlleva esta enfermedad y que afecta al 50 por ciento de la población.

A veces no nos damos ni cuenta, pero el peligro acecha en un pequeño bulto tipo “grano” que ni hemos notado, en una herida que no cicatriza o en una inofensiva mancha rosada que se descama y que recuerda a un eczema. Cualquiera de estos 'defectos cutáneos' puede ser el factor desencadenante del cáncer. Por eso, hay que estar atentos y poner todas las barreras posibles al sol (camisetas, gorros, gafas…) y por supuesto, protector solar.

Cualquier cambio en el tamaño, forma, color o elevación de una mancha en la piel, o cualquier síntoma nuevo como sangrado, picazón o costras, puede ser una señal de advertencia para consultar al médico. (Foto: Getty)
Cualquier cambio en el tamaño, forma, color o elevación de una mancha en la piel, o cualquier síntoma nuevo como sangrado, picazón o costras, puede ser una señal de advertencia para consultar al médico. (Foto: Getty)

Los factores de riesgo suelen manifestarse en personas que tienen la piel clara, cuya exposición solar es excesiva, con un sistema inmunitario bastante débil, con antecedentes familiares de melanoma o de quemaduras producidas por el sol y con un número alto de lunares de diferentes tamaños, más conocidos como 'nevos displásticos o lunares atípicos'.

Aunque es una lesión benigna, un nevo displásico puede volverse un melanoma y, cuantos más nevos displásicos tenga una persona, mayor es el riesgo de melanoma. Los investigadores calculan que la posibilidad de presentar melanoma es casi 10 veces mayor para alguien con más de 5 nevos displásicos que para alguien que no presenta ninguno. El riesgo es mayor si además de los nevus atípicos se tienen familiares con melanoma.

Este tipo específico de nevo es diferente a un lunar común. Su apariencia le delata y nos puede servir para identificarlo y vigilarlo de cerca:

  • En su mayor parte son planos, con un superficie lisa que puede ser ligeramente seca, escamosa o arenosa.

  • Suelen ser más grandes que los lunares comunes.

  • Pueden medir 5 a 15 milímetros de ancho.

  • Tienen bordes irregulares o con muescas.

  • Puede tener diferentes colores, que van desde el rosado hasta el marrón oscuro.

  • Hay partes del nevo displástico que pueden sobresalir de la superficie de la piel.

  • Cuando presenta una zona abultada o elevada en el centro, se dice que tiene apariencia de 'huevo frito'.

  • Podría producir sangrado o supuración.

  • También podría causar una sensación de picazón en el lunar o una sensación de dureza o grumos, que debe tomarse en serio.

Aunque un nevo displásico puede aparecer en cualquier parte del cuerpo, se observa con más frecuencia en zonas expuestas al sol, como en la espalda y el abdomen. Sin embargo, no hay que descartar otras zonas como en el cuero cabelludo, los senos y debajo de la cintura. Algunas personas sólo presentan un par de nevos displásicos, mientras que otras tienen más de 10. Las personas que tienen nevos displásicos presentan también de ordinario un mayor número de lunares comunes.

Los médicos recomiendan que las personas que tienen nevos displásicos revisen su piel una vez al mes y estén atentos a los cambios. Además, las personas con muchos nevos displásicos (más de cinco), deben acudir al especialista una o dos veces al año para que estos puedan examinar la piel y tomar fotografías de los nevos displásicos para que sea más fácil notar los cambios con el tiempo. Y para las personas que tienen también antecedentes familiares de melanoma, los médicos pueden recomendar un examen más frecuente de la piel, como cada 3 o 6 meses.

Desde que los nevos displásicos se describieron originalmente en 1978, muchas investigaciones han examinado la epidemiología de estas lesiones y los factores genéticos relacionados con su desarrollo, y otras tantas han establecido las bases del manejo clínico de los nevos displásicos, que incluyen medidas preventivas, como protección solar, vigilancia cuidadosa y biopsias de lesiones sospechosas según sea necesario.

En general los nevos displásticos no se suelen extraer a menos que cambie en la forma, en el color, en el tamaño o cause molestias. Para definir la benignidad o malignidad de las lesiones pigmentadas de la piel, el especialista cuenta con una técnica muy útil para el diagnóstico y el control de los nevus displásicos: la dermatoscopia, que es el examen de la piel con un sistema óptico y una fuente de luz diseñados para reducir la refracción irregular y la reflexión de la luz en su superficie.

Es decir, los nevos displásticos son lunares de aspecto inusual que tienen rasgos irregulares bajo el microscopio. Solo así es posible visualizar en profundidad estructuras, formas y colores que no se aprecian con una simple inspección visual, y se detectan cambios aún imperceptibles para el ojo humano, que permiten hacer un diagnóstico muy precoz de melanoma, lo que es la mejor garantía para lograr su curación de la forma más sencilla posible.

Qué es el melanoma y cómo puedes prevenirlo

El melanoma es un tipo de cáncer de piel que representa el 4 por ciento de los tumores malignos de la piel, pero es el más agresivo y es el responsable del 80 por ciento de las muertes. Se forma en las células que producen melanina y puede manifestarse en cualquier zona del cuerpo, sobre todo, en aquellas zonas más expuestas al sol, como las piernas, brazos o espalda.

Una de las características que vuelven al cáncer de piel más esquivo es que no se percibe hasta pasados veinte años de la exposición desmesurada a la luz solar, cuya radiación ultravioleta o UV constituye el mayor factor de riesgo. Esto da a entender que casi todos los casos que se diagnostican hoy en día provienen de una época en que imperaba la moda de ponerse moreno bajo el sol sin tener tan en cuenta las precauciones.

Dada su propensión a hacer metástasis y la falta de terapias efectivas para la mayoría de los pacientes con enfermedad avanzada, la detección temprana del melanoma es un imperativo clínico.

El mejor consejo es conocer tu piel. Es importante auto-examinarse de manera periódica; lleva un registro de todos y cada uno de los lunares que tengas, así tendrás más posibilidades de detectar algo nuevo, cambiante o inusual y podrás decírselo a tu dermatólogo.

También se puede prevenir el cáncer de piel con una serie de pautas que nos enumera Annie Eugenieva, de Face and Body by Annie:

  1. Conocer el tipo de piel de cada uno y examinarla bien para comprobar si tiene nuevos lunares, bultos, pecas, marcas de nacimiento que puedan ser signo de alarma de sufrir melanoma.

  2. Usar protección solar todo el año, incluso en días nublado, con un factor como mínimo de 30 y aplicarlo cada dos horas. La piel se protege y se prepara para la agresión solar veraniega, se vuelve resistente ante posibles anomalías como alergias solares.

  3. Al realizar actividades al aire libre estar bajo la sombra para no exponerte al sol, sobre todo las horas centrales del día, entre las 12 y las 16 horas.

  4. Evitar el uso de lámparas y cabinas de bronceado.

  5. Revisiones periódicas para realizar un seguimiento.

La radiación ultravioleta conduce a un daño irreversible del ADN mediante la formación de dímeros de pirimidina y la aparición de mutaciones que podría predisponer a la aparición de cáncer de piel. Por lo tanto, evitar la exposición solar en las horas centrales del día, aplicar fotoprotector y utilizar gorras y sombrillas en playas y piscinas es fundamental”, concluye el Dr. Álvaro Barranquero Fernández, dermatólogo y miembro de Doctoralia.

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