Nina Rubín y Elissa Marie, niñas sexualizadas y enfrentadas para alimentar el morbo de la farándula
Puede que Elissa Marie Soto y Nina Rubín sean hijas de famosos - la primera, de Gabriel Soto y Geraldine Bazán, la segunda, con más experiencia, es hija menor de Andrea Legarreta y Erik Rubín-, pero en una edad en la que otras niñas piensan en sus clases escolares, en reunirse con sus amigas o en ver a sus famosos favoritos en pantalla, ellas los ven en la vida real, porque trabajan en la misma industria de sus padres, que las han apoyado siempre, pero están pagando un precio muy alto: su propia infancia.
Esto parece algo trivial, pero no lo es: Nina tiene 14 años, y Elissa va a cumplir 12, y aunque ambas han estado de un modo u otro expuestas al mundo de la farándula desde su nacimiento. Ellas habían llevado una niñez más o menos ordinaria y apartadas de los reflectores hasta cierta edad, cuando se vieron de pronto expuestas en medios.
Estas pequeñas no son las primeras ni las últimas preadolescentes en ser mostradas de cierta forma por los medios: vamos, que no es lo mismo decir que una menor de edad luce radiante, o que por su presencia es fresca, juvenil y divertida, a usar calificativos como bella o guapa. Ahí tiene otras implicaciones, que tienen que ver con el ojo del espectador y cómo el medio le está vendiendo (sí, vendiendo) a la menor como un producto.
"Hermosa", "guapa", "inigualable", son algunos adjetivos calificativos que la prensa mexicana ha dedicado a las niñas en algunas notas, en las que busca sensacionalizar el hecho no solo de que las actrices son hijas de quien son: también que han trascendido por sus incipientes atributos físicos y no por el talento que puedan o no tener, algo que las cosifica, las vuelve objetos.
Esto es desconcertante que sea permitido por los responsables de estas pequeñas, más especialmente la primogénita de Soto y Bazán, ya que Geraldine fue actriz infantil y en su momento también pasó por esta desagradable experiencia cuando transicionó de niña a adolescente hace veinte años y su propia madre, Rosalba Ortiz Cabrera (una stage mother que siempre ha sido muy afecta a hacer declaraciones y buscar los micrófonos para destacar ella misma) la llevaba ante periodistas y productores para que la fotografiaran y la colocaran en medios en busca de la fama, mostrando a la joven como carne de periódico, más allá de lo que podía ofrecer como intérprete.
Elissa (y Nina, aunque sus padres no son así y nunca lo fueron) no tuvo que pasar por las mismas situaciones vulgares a las que fue sometida su madre (algo que en cierta forma remite a la escalofriante experiencia por la que pasó Selena Gómez en su adolescencia, cuando fotógrafos le hacían shoots en bikini antes de que tuviera 16 años); no obstante, está de moda utilizarla como moneda de cambio y obsesivamente compararla (¿para qué?) con la menor de las hijas de la conductora de 'Hoy', cuando en realidad no podrían ser más distintas.
El tema de que las niñas tengan o no talento no está a discusión. El problema subyace en que son los medios los que las están usando mediante encabezados tendenciosos y notas que presuntamente las "enfrentan" buscando crear una rivalidad inexistente, como se ha hecho costumbre en el medio mexicano desde siempre: María Félix y Dolores del Río, Verónica Castro y Lucía Méndez, Gloria Trevi y Alejandra Guzmán, Belinda y Daniela Luján.
Este último caso es memorable, ya que sigue persiguiendo a ambas. Ellas comenzaron sus carreras siendo niñas actrices -Luján siempre fue más actriz que Belinda, cosa que era evidente - y los medios las comparaban sin descanso: el resultado es que cuando una entró en sustitución de la otra en la telenovela 'Cómplices al rescate', se creó tal maledicencia, que las sigue persiguiendo hasta hoy; mientras Luján está dedicada de lleno a la actuación y Belinda es un fenómeno mediático gracias a sus relaciones amorosas, sus actitudes tempestuosas y la devoción feroz de sus fans (más que solamente por el talento que tenga), dejando el estigma de una rivalidad y una envidia creadas exclusivamente por los medios, hasta el punto de que Belinda efectivamente se la creyó, pero la Luján ha preferido hacer de lado esa competencia absurda a casi dos décadas.
Hoy, hay periódicos y revistas que siguen ese patrón con Elissa y Nina, y si se mira bien, es terrible: porque ambas son aún muy menores, porque no se las puede responsabilizar de los roles que los medios quieren que jueguen y para los que están manipulando su imagen. Son sus padres quienes tienen (o deberían) poner un alto; esto recuerda también el documental sobre Britney Spears, quien no solo es hoy en día producto de la presión de sus padres, sino también fue afectada por la presión de los fans y de los medios, que la despojaron de una identidad propia, un problema que aunado a su condición mental, la persigue hasta hoy.
La opinión pública debería mostrarse más empática en esta situación - después de todo, no se trata solo de lo que la pequeña "quiera"- ya que las actrices aún no tienen edad para manejar o entender lo que sucede en torno suyo y deberían estar al margen de situaciones como esta. Como señalaba el New York Times, partiendo del caso tan desolador de Mara Wilson (Matilda): no hay justificación para exponer, sexualizar o estigmatizar a una niña.
¿Es una crueldad utilizar a las niñas para generar circulación en línea con titulares falsos? ¡Desde luego! No por ser menores de edad significa que Nina y Elissa no merezcan respeto; más aún, es una exigencia - son niñas y si bien están aprendiendo el oficio de la actuación, no son mercancías, no son objetos que deberían usarse para generar morbo. Son seres humanos sensibles, con un módico de chispa y un posible talento emergente que se debe cuidar y alimentar.
Es una vergüenza que los medios faranduleros -sean los que sean-, a los que no les faltan figuras adultas y responsables que exhibir y cuestionar, busquen hacer lo mismo con niñas (y no solo con Nina y Elissa, por cierto); y ojalá los padres (no importa que sean famosos o no) tomen cartas en el asunto, para que sus hijas puedan seguir trabajando, mientras retienen intactos los últimos vestigios de su intimidad e infancia, antes de dar el paso a ser jóvenes adultas.
También te puede interesar:
Decirle no a un trasero postizo: el lujo que muy pocas artistas, como Lucero, pueden darse en México
Rocío Banquells y Verónica Castro: la historia de la cachetada más célebre de las telenovelas
La tragedia de Lolita Cortés: la estrella del teatro no puede ganarse la vida