Decirle no a un trasero postizo: el lujo que muy pocas artistas, como Lucero, pueden darse en México
Menuda lata de lombrices se destapó al saberse que a Lucero, cuando protagonizaba la telenovela 'Soy tu dueña', la producción pretendió obligarla a ponerse un derrière falso, para lucir más voluptuosa, algo inaudito en la carrera de la actriz y cantante.
Según lo reveló Fátima Torre, joven actriz que participó en el reparto de dicha telenovela, "le querían poner nalgas postizas en esta novela, bueno con shorcito, no operada, pero sí querían levantarle ahí..", reveló la actriz mexicana , parte de la familia artística Torre Hutt (que incluye a sus hermanos Josemaría y Andrea), y esposa del empresario Héctor Salazar, con quien tiene dos lindos hijos (el menor, nacido en plena pandemia), que encarnó a la memorable 'Iluminada' en la producción de Nicandro Díaz para Televisa, que salió al aire en 2010.
Tal como Fátima lo recuerda, Lucero, de manera muy cordial pero firme dijo que "no, gracias" y acabó de tajo con la sugerencia que vino de las cabezas de la televisora. Esto, por supuesto, es un lujo que la intérprete de 'Cuéntame' y 'Vete con ella' pudo darse porque es una de las más grandes estrellas del medio mexicano desde los años 80, y se ha forjado una carrera y un lugar que le permiten estar muy por encima de propuestas sexistas, misóginas o vulgares.
Pero esto que Fátima Torre expuso no es excepcional: de hecho, aunque se calla habitualmente, suele ser el calvario con el que tienen que vivir decenas, no, ¡centenas! de actrices de todos los tipos, todos los días: no solo las aspirantes a la fama, que suelen ser el objeto de estas órdenes todo el tiempo. "Sí, eres guapa, pero tienes que bajar de peso/te falta busto/te sobra cadera/te falta cintura/tienes que operarte la nariz", etcétera.
También las actrices establecidas han sido perseguidas por su aspecto, y en casos hasta obligadas no solo a usar prótesis, sino también a someterse a dolorosas y arriesgadas cirugías y procedimientos, para perpetuar un engañoso estereotipo de belleza que complazca a los espectadores masculinos que consumen los productos de las televisoras y promotoras de espectáculos.
Sin ir más lejos, veamos a Lucía Méndez: solo tenía 31 años y un rostro perfecto, cuando en 1986 fue persuadida de someterse a una rinoplastia que modificó ligeramente su aspecto. Para cuando tenía 40, ya había comenzado a someterse a otros procedimientos cosméticos y ha seguido haciéndolo (aunque luego lo niega), al punto de ser irreconocible, completamente distinta a la belleza natural que fue, y que se ha hecho adicta a los retoques que le fueron impuestos por las producciones para "mantener vigente su carrera" y acabaron convirtiéndola en blanco de memes de Internet, y la sorna cruel del público.
Pero el de la Méndez, mientras es un caso notorio, no es realmente de los graves — está el de Irma Serrano, que antes de ser retirada del medio, se había vuelto adicta a toda clase de cirugías al punto de perder su belleza emblemática. O el de Silvia Pinal, que pese a ser una auténtica leyenda, tuvo malas experiencias con los cirujanos, en el afán de detener el paso de la edad y ahora, a los 90 años, si bien no representa los años que tiene, tampoco es la mujer chispeante que fue por décadas.
Su hija, Alejandra Guzmán, es otro ejemplo de quienes han sido alteradas físicamente para "gustar más" y esto casi le cuesta la vida al haber acudido a una presunta cosmetóloga (Valentina de Albornoz) que en 2010 le inyectó polímeros precisamente en los glúteos.
La rockera ha tenido que ser intervenida en más de 20 ocasiones para remediar los estragos de este procedimiento — y uno pensaría que en la década transcurrida la Guzmán habría aprendido la lección, pero como consta en las fotografías más recientes de su rostro, con y sin maquillaje, es evidente que su adicción por la cirugía plástica pudo más.
Las exigencias del medio sobre los cuerpos son terribles. Aunque también hay mujeres que ejercen la sensatez y renuncian a las alteraciones, como Michelle Renaud, quien en 2020 confesó que se retiró los implantes de seno con tal de mejorar su estado de salud, señalando el amor propio y la aceptación que deben existir en una mujer detrás de una decisión así.
“En un sueño me dijeron que tenía ‘veneno en el pecho’ y me hizo mucho click, así que le pedí señales a mi mamá y justo una amiga subió un video de que se había quitado los implantes por el ‘Breast Implant Illness’ (Enfermedad del implante mamario). Me impresionó que eran mis síntomas y en ese momento decidí quitármelos", explicó.
Ojalá estos requerimientos innecesarios fueran descartándose para permitir a las mujeres dedicadas a la farándula, que no necesitan alterar sus cuerpos -o peor, poner en peligro sus vidas- para triunfar, sino que se le de crédito a su talento, como lo hemos visto en los casos de Fátima Molina y Eva Cedeño, que se rehusaron a conformarse a los cánones de belleza de la tele, para demostrar que lo que han logrado, ha sido por su talento.
Lucero pasó una vergüenza cuando siquiera pretendieron insinuarle que se pusiera postizos (¡como si los necesitara!), pero tenía el peso y la carrera para decir que no y que no hubiera consecuencias. Pensemos en aquellas que no pueden. Es por ellas que esta situación, tarde o temprano ya debe llegar a su fin.
TAMBIEN TE PUEDE INTERESAR
La crueldad de la televisión mexicana con las mujeres maduras
EN VIDEO: La actriz Katie Leung, de 'Harry Potter', tuvo que mentir acerca del acoso racista que sufrió tras su fichaje