Patxi Izaguirre, psicólogo: 'Normalizar el fracaso y el sufrimiento en las redes sociales podría ayudar a prevenir el suicidio adolescente'
Patxi Izaguirre es psicólogo clínico y un gran conocedor de la realidad del suicidio juvenil. Ha escrito Prevención del suicidio adolescente (Ed. Toromítico), donde aborda las claves para luchar contra la que se ha convertido en la primera causa de muerte entre adolescentes y jóvenes. Hemos charlado con él para acercarnos a esta dolorosa realidad.
Hacemos campañas de concienciación, pero luego no atendemos a estas personas con rigor y profundidad
En lugar de la generación de cristal, tú hablas de la generación de la ansiedad. ¿Qué es lo que les está pasando a los jóvenes de ahora para que se encuentren tan mal?
Hay un gran vacío. Un vacío humanista, de propósitos vitales, de pertenencia social, un vacío emocional que ha dejado en nuestra juventud un reguero de ansiedad, adicciones, mucha velocidad... Les decimos que son débiles, que no toleran la frustración, que solo buscan placer inmediato, pero lo que les falta es un sentido vital humanista, más un sentido de fraternidad, que es lo que hemos tenido antes. Es un reflejo de la crisis de valores en la que estamos en nuestra sociedad.
¿Han aumentado las cifras de suicidio en la población juvenil y también las de tentativa?
Sí. En la última estadística del último año, si bien han disminuido un poco las muertes por suicidio, han aumentado clarísimamente las tentativas y las autolesiones. Tras la pandemia hubo un repunte grande de la idea de suicidio, la tentativa y los ingresos. Se vio clarísimamente en datos estadísticos. Y lo que estamos viendo ahora cada vez más es que se está sensibilizando sobre el tema del suicidio, con campañas, pero que nos quedamos en lo superficial. Porque luego no les atendemos o no les contenemos con rigor y profundidad. Con lo cual, al final, las tentativas, la llamada de socorro, cada vez se están haciendo más virales.
Comentas precisamente en el libro que "más que programas de concienciación y visibilización, hacen falta esos recursos necesarios para atender el flujo de las tensiones psicológicas en aumento constante"...
Lo que venimos a decir es que, si vamos a acometer el tema estructuralmente, tenemos que dotar de medios. Porque si no, lo único que hacemos es poner el dedo en una llave, pero luego no dar recursos. En los centros educativos la figura del orientador está bien formada en temas académicos, orientación académica y ESO y Bachiller.
Sabemos que es una edad de riesgo donde aparecen los problemas de salud mental, donde aparece toda esa angustia existencial, donde aparecen diferentes 'rotos'. Y el orientador no está formado en la cuestión psicológica emocional. Yo abogo porque en esa franja de edad existan profesionales bien formados que puedan contener y orientar adecuadamente ese dolor invisible.
Hablas también de que el principal factor de prevención es tener a alguien a quien poder mostrar ese infierno por el que pasan. ¿Cómo pueden conseguirlo las familias?
En el libro intento desculpabilizar a las familias. Porque ahí quedan muchas preguntas sin respuesta y parece que todas las miradas van a enjuiciar lo que ha ocurrido. Parece que ahí todos sabemos lo que teníamos que haber hecho. Las familias también son víctimas de lo que ha ocurrido, de esa impotencia.
Cuando yo hablo de un vínculo seguro me refiero que cuando estamos en ese dolor atrapado, invisible, es muy importante que la persona a la que se lo contemos tenga una escucha activa, con la mirada, aunque sea en silencio, y no nos regañe ni se asuste. Si estamos pensando que el otro se va a preocupar o que no nos está entendiendo porque ya desde el principio nos dice lo que tenemos que hacer, porque vemos que de alguna forma me está aconsejando, me está enjuiciando... ahí el 'sufriente' se calla. Por eso muchas veces se siente solo. El dolor invisible necesita de una comunicación honesta con una escucha activa.
Muchas preguntas quedan sin respuesta ante el suicidio y parece que todas la miradas van a enjuiciar lo que ha ocurrido
A veces esa escucha activa no la puede hacer la familia porque se sienten impotentes o están quemados, desgastados. Tampoco los amigos, porque no lo ven o lo han enjuiciado y no valoran el dolor en su profundidad. Incluso a veces los profesionales no tenemos el tiempo suficiente para poder atender como requiere a esa persona.
Por eso yo apoyo los grupos de iguales. Creo que es una medida preventiva muy adecuada. No hay por qué psicologizar toda la vida, pero los grupos de iguales con orientación psicológica con un terapeuta pueden ayudar a que en esos espejos plurales normalicen el fracaso, el error, el sufrimiento, la soledad. Y puedan tener referencias adecuadas sin sentirse fuera de la sociedad. Ahí es donde yo creo que esa escucha activa se pueda dar porque hay resonancias de empatía y de identificación positiva en las cuales van a sentir que forman parte de algo que se ve.
Hablas también de que cuando hay un intento de suicidio no consumado, la comunidad en esa recuperación social es muy importante. Pero todavía el suicidio conlleva un estigma social que hace que muchas veces la familia y el propio afectado lo tapen. Entonces, ¿cómo conjugamos esa necesidad de volver a la sociedad y contar lo que te ha pasado?
Después de lo que he aprendido con tantas familias que han perdido a algún hijo por suicidio, sé que esos procesos de duelo son muy complejos. La mayoría me dicen que necesitan sentirse acogidos por los amigos, por el vecino. El duelo de las personas que se quedan es un duelo terrorífico, y encima muchas veces con la vergüenza, con la culpabilidad. Muchas veces no se les pregunta porque desde la sociedad pensamos que les hacemos más daño y evitamos el tema. Pero realmente lo que necesitan esas familias es dignificar la muerte de su hijo.
¿Qué significa dignificar? Pues que realmente honremos a la persona que se ha ido y transmitamos a esa familia nuestro dolor sin ese enjuiciamiento implícito o linchamiento moral. Lo mismo ocurre cuando hay una tentativa: tenemos que dignificar y visibilizar la impotencia en ese sufrimiento en el que se sentía esa persona.
El abordaje de las enfermedades físicas y mentales aún dista mucho de ser igual...
Yo me planteo lo que hacemos con los traumatismos físicos. Nos acercamos a ver si hay una ruptura de hueso, si ha afectado a órganos internos. Al menos hacemos un primer cribado para valorar si necesita de un tratamiento más específico. Con el traumatismo psicológico no ocurre lo mismo porque no tenemos conciencia del sufrimiento psicológico hasta que aparece la enfermedad. Y esto es un error.
Cuando una persona llega a urgencias porque ha tenido una tentativa de suicidio se hace la valoración y, si previamente no hay una psicopatología de base, se diagnostica con un trastorno adaptativo. Se dice que es el sufrimiento inherente a la vida y no se le ingresa. Es un error. Que se deje al menos en Observación, como nos ocurre cuando hay una duda en cualquier enfermedad física.
Sí, porque hablas también del momento delicado que es el post-intento fallido. ¿Qué deben hacer los padres cuando su hijo ha tenido un intento de suicidio no consumado?
No dejarles solos en ningún momento. Es muy importante el acompañamiento, la presencia. Pero, ojo, sin invasión, sin acribillamiento a palabras. Tiene que ser un acompañamiento presente y no angustioso. La persona que tiene una tentativa de suicidio se siente muy vulnerable, muy avergonzada, con sentimiento de miedo, fracaso e incluso rabia. Entonces el acompañante, incondicionalmente, tiene que ser una presencia de seguridad.
Es decir, tiene que ser más un punto de apoyo y no tanto un punto de presión. La familia y el entorno necesitan hacer ese 'acordonamiento' cuando no se hace un ingreso. Desgraciadamente, en estos intentos de suicidio se les manda demasiado pronto a casa, a veces después de hacer un lavado de estómago. Y ese miedo y esa impotencia con la que se queda la familia les lleva a no saber muy bien qué hacer. Lo que les va a ayudar es que estén presentes, disponibles, que le acompañen las 24 horas del día, como si estuviese ingresado.
El profesional debe ser una persona que vaya iluminando hacia donde ir en un viaje en el que estamos perdidos y asustados
En el libro planteas esta idea: "La prevención y detección temprana de la ideación suicida debe ser más prioritaria que una caries. La muela tiene implante y la vida no".
Quiero pensar que cada vez es menos el estigma que tenemos, pero yo no sé por qué el hecho de solicitar ayuda nos parece una debilidad, un fracaso. Ahí está la ayuda profesional adecuada, que no solo contiene y orienta al adolescente, sino a la familia y al entorno. Es como una persona luciérnaga, una linterna que vaya iluminando hacia donde ir en un viaje en el que estamos perdidos y asustados. Esas personas luciérnagas son los profesionales.
Y en esa ideación suicida, ¿cómo los padres pueden darse cuenta de que el hijo realmente está en ese proceso? ¿Qué señales sutiles o claras de alerta pueden ver?
La señal más clara es cuando nuestra intuición como padre o madre nos despierta alguna preocupación. Es mejor pasarnos de pesados por pedir una valoración o hablar con el centro o con Atención Primaria o incluso con algún profesional de la psicología cuando intuimos que algo está pasando en nuestro hijo, bien porque está más callado, porque le vemos más irascible, porque vemos que tiene un comportamiento que nos llama la atención en el ciclo del sueño, porque vemos que está más aislado en lo social, por lo que sea.
Cuando ese progenitor no ve bien a su hijo es el momento de consultar. Ese es el motivo principal a tener en cuenta: la intuición interna del progenitor. Si la intuición me marca un interrogante, voy a consultarlo. Es mejor pasarnos de frenada o que nos tilden de pesados. Luego el profesional valorará si hay factores de riesgo o no. Y nos iremos a casa más tranquilos.
Como factores protectores se cita en el libro el tiempo en familia, la participación en actividades de grupo y el uso de las redes y de los medios de comunicación para referenciar también el fracaso, y no solo vida idílica. ¿Cómo está influyendo este mundo digital en el que ellos están creciendo en esta explosión de suicidio?
No estoy de acuerdo con demonizar las redes sociales porque al final tenemos que entender que es su código comunicativo. No es cuestión de que tengan que recuperar nuestro código comunicativo, sino que nosotros tenemos que adaptarnos a los tiempos.
Y, dicho eso, de alguna manera entiendo que en esos espacios sería preventivo y de ayuda ir introduciendo referentes o modelos de mediocridad, de fracaso, de error, normalizar un poco la vulnerabilidad, poder entender el no brillar, la duda... Porque si no, estamos construyendo identidades de plástico idealizadas, que no son verdad. En la vida hay problemas reales. En la adolescencia es importante que puedan identificarse con situaciones de carne y hueso, con luces y sombras.
El hecho de que utilicemos todas las redes sociales dando un sitio a todo esto va a ayudar a que quien está en riesgo sea capaz de visibilizar su dolor invisible, de sentirse, "normal", no fracasado, y que los demás nos demos cuenta de ello. No hace falta que quien esté en esa situación fantasee con el hecho de que cuando se muera por suicidio se darán cuenta de lo mal que estaba, y entonces entenderán. Pues no, antes de hacerlo se puede visibilizar todo eso, y entiendo que las redes sociales pueden ser un medio de ayuda.
En el libro mencionas el término 'egocidio'. ¿A qué hace referencia?
Me refiero a que el ego viene a ser un poco esa especie de máscara o personaje que construimos desde una identidad idealizada para que nos quieran, para que nos den likes, para que nos valoren. Y que en un momento dado de desesperación total, decidamos quitar del medio a la máscara, al ego, y que salga a la palestra la persona. Es decir, el ego es el personaje, detrás del personaje está la persona. Para mí, el egocidio, por tanto, es trascender al personaje.
Es darle una oportunidad a ese ser auténtico que somos por dentro, aunque nos sintamos débiles, acomplejados, vulnerables, inseguros o rechazados por el mundo. Que demos la palabra a esa persona. En un momento dado de desesperación que esta vaya dirigida contra el ego y no contra la persona. Recoge lo que busco en el libro: que le demos una oportunidad al humanismo, a la persona normal, en lugar de caer en la tiranía de la idealización de la vida.