Paul Newman: a cien años del nacimiento de uno de los más grandes galanes que dio Hollywood

Hoy es el centenario del nacimiento de Paul Newman, el actor de los inolvidables ojos azules
Hoy es el centenario del nacimiento de Paul Newman, el actor de los inolvidables ojos azules - Créditos: @Getty Images

El 26 de enero de 1925, la pequeña calle de Renrock Road, en Cleveland Heights, en los suburbios de Cleveland, Ohio, amaneció nevada y con suficiente hielo como para que el matrimonio Newman, Art y Theresa, decidiera que su segundo hijo, Paul Leonard, naciera en casa. Hoy, por lo tanto, se celebra un siglo del nacimiento de Paul Newman, un actor que probablemente no fue el mejor de su generación, pero sí el más guapo, el que mejor conectó con su tiempo y su generación, el dueño de la mirada azul más intensa. Fue tenaz, inteligente, engatusador y un icono del siglo XX. Triunfó en el cine y en las carreras automovilísticas, la pasión que realmente llenó su vida. Y, por cierto, bebió millones de litros de cerveza a lo largo de su vida: por eso, durante lustros llevaba una cadena al cuello con un abrebotellas. Sus genes y el ejercicio constante permitieron que su portentoso físico ni se inmutara por su alcoholismo.

 En El golpe, de 1973
En El golpe, de 1973

Hoy, el eco de Paul Newman se mantiene entre los cinéfilos gracias a su olfato y, sobre todo, a que supo seleccionar en sus últimas décadas de vida trabajos lucidos a medida. No acabó arrastrándose por la pantalla. También dejaron huella sus inmensas obras benéficas: triunfó en el mundo de las salsas y la industria alimentaria con su empresa Newman’s Own, que terminó siendo la gran fuente de ingresos de sus campamentos veraniegos para niños con cáncer y de todas sus iniciativas “para devolver a la sociedad”, decía, lo que de ella había recibido. Y quedan sus grandes interpretaciones en El audaz, El indomable, El gato sobre el tejado de zinc caliente, La leyenda del indomable, Butch Cassidy, El golpe, Será justicia, Las cosas de la vida o Camino a la perdición. Nueve candidaturas al Oscar, que al final ganó por El color del dinero.

Con su esposa, Joanne Woodward
Con su esposa, Joanne Woodward - Créditos: @Fotos International

En los últimos años, el repaso a la figura de Newman sirvió para revalorizar la de su esposa, Joanne Woodward, que poseía mayor talento que su marido, según los críticos, aunque no el brutal magnetismo del actor. “Me enfrento al hecho espantoso de que no sé nada [...]. Siempre estoy ansioso por reconocer que no soy lo suficientemente bueno”, contaba el mismo Newman en su intento por redactar unas memorias. En 1986, Newman le pidió a su amigo Stewart Stern que entrevistara a todos sus conocidos, familiares y colegas cineastas, y que incluso charlara con él mismo para encarar esa biografía. Esas conversaciones se almacenaron en centenares de cassettes, hasta que en 1991 se hartó y abandonó el proyecto. En 1998 quemó todas las cintas para no dejar rastro.

Paul Newman y sus encantadores ojos azules
Paul Newman y sus encantadores ojos azules

Sin embargo, en un armario de la casa familiar, en unas cajas, quedaron 5.000 folios con las transcripciones de todo el material. Y esas hojas son, en formato libro (La extraordinaria vida de un hombre corriente) y en formato serie (Las últimas estrellas del cine, dirigida por Ethan Hawke y estrenada en la plataforma Max, donde ya no está disponible), las últimas iluminaciones –desde luego, las más sinceras– al universo Newman, el hombre que acabó escondiendo sus ojos del resto del mundo con la excusa de los anteojos de sol, y que siempre fue celoso de su intimidad.

El audaz (1961)
El audaz (1961)

La mejor reflexión sobre Newman la escribió el crítico Roger Ebert en el estreno de Las cosas del la vida, film que resume toda las etapas y estilos de su carrera: “Al igual que Brando, Newman estudió el método. Al igual que Brando, Newman era guapo y tenía una pinta estupenda sin camisa. Pero, a diferencia de Brando, Newman se dedicó a estudiar la vida y a perfeccionar su arte, mientras que Brando vagaba sin rumbo en papeles inexplicables. Después de haber comprobado lo que podía aportar, se dedicó a aprender de qué debía prescindir”. Habla de un hombre que se convirtió en estrella a finales de los años cincuenta y que se obsesionó profesionalmente con un único mandamiento: hacer buenas películas.

El actor siempre adjudicó su éxito a la
El actor siempre adjudicó su éxito a la "suerte de Newman" - Créditos: @Avalon

Newman no estaba destinado a la actuación, sino a administrar, junto a su hermano mayor, el negocio de su padre, una tienda de material deportivo, mandato que se cernía sobre él mientras correteaba por el jardín de su casa en Shaker Heights, otro suburbio de Cleveland al que se mudaron los Newman cuando el hijo pequeño cumplió dos años. Pero entró en escena la “suerte Newman”: una de sus sentencias favoritas era “Luck is an art” (La suerte es un arte), frase que llevan tatuada sus nietos. Desde la secundaria, se enganchó con la interpretación. Tras el paréntesis bélico en aviación, donde se salvó en dos ocasiones por su suerte de morir en combate, Newman retomó sus estudios universitarios en el Kenyon College, donde se licenció, tras muchas fiestas, en interpretación, aunque él prefiriera asegurar que se había graduado “Magna cum Lager”.

Newman se formó en el Actors Studio junto a Marlon Brando
Newman se formó en el Actors Studio junto a Marlon Brando

En la universidad debutó en un escenario dando vida a Hildy Johnson en Primera plana. Empezó a compaginar el final de sus estudios con giras teatrales, y con su matrimonio con otra aspirante a actriz, Jacqueline Witte, a sus 24 años. Así llegó a Nueva York, la televisión y a la mítica escuela de interpretación Actors Studio, en el que en otro ejemplo de “suerte Newman” acompañó a una amiga a una prueba. A ella no la eligieron, y a él, que iba de paseo, sí. “Se equivocaron e interpretaron mi sincero espanto como una actuación sincera”, comentaba jocosamente. Con su cinismo creaba cortinas de humo sobre su currículum: Elia Kazan aseguró que si Marlon Brando fue el más grande, Newman le ganó por más trabajador.

Joanne Woodward y Paul Newman fueron una de las parejas más duraderas y famosas de Hollywood
Joanne Woodward y Paul Newman fueron una de las parejas más duraderas y famosas de Hollywood - Créditos: @KMazur

Paul Newman y Joanne Woodward se conocieron en 1952, en la oficina de un representante. No hubo fuegos artificiales. Actuaron juntos en la obra Picnic, en Broadway, un año después. Ahí sí dejaron “un rastro de lujuria”, según palabras de Newman, y desde 1958 se convirtieron en matrimonio, en un modelo para muchos que no sabían de las numerosas tormentas que atravesó la pareja: no solo por el alcoholismo de Newman —que remitió en cierta manera cuando Woodward le amenazó con el divorcio y él se centró en la cerveza, abandonando alcoholes más fuertes— sino porque ella se hizo cargo de sus tres hijos del primer matrimonio como si fuera su madre. Además, porque Newman le fue infiel con diversas amantes. Al final, superados los baches, acabaron convertidos en un matrimonio a admirar, hasta la muerte de él en 2008. Woodward, de 94 años, sigue en la casa familiar de Westport, Connecticut, en el medio de una gloriosa finca, a salvo de miradas ajenas desde que se le diagnosticó alzhéimer, en 2007, nueve días antes de que le anunciaran a Newman que padecía cáncer, y cuidada por sus hijas.

Ganó un Oscar por su trabajo en El color del dinero en 1987 y otro en 1994, en reconocimiento a su trabajo humanitario
Ganó un Oscar por su trabajo en El color del dinero en 1987 y otro en 1994, en reconocimiento a su trabajo humanitario

Newman es parte indiscutible e indisoluble de la historia de Estados Unidos. Como demócrata de la vieja escuela, estuvo metido en la batalla por un mundo mejor toda su vida (para su orgullo, el presidente Richard Nixon lo incluyó, como 19º, en su lista de mayores enemigos). Como piloto victorioso de coches y dueño de escuderías, pasión que abandonó incluso más tarde que la actuación y que aunó en sus últimos grandes trabajos, al poner voz al legendario Doc Hudson en la saga Cars. Como empresario que invirtió con talento. Como director, especialmente cuando tuvo a Woodward como protagonista. Y como actor: el cine norteamericano sin Newman no habría sido tan completo.