Pinocho: gran producción para una nueva versión que cumple (y por qué eso, en este caso, es malo)
Pinocho (Estados Unidos/ 2022). Dirección: Robert Zemeckis. Guion: Robert Zemeckis, Chris Weitz. Fotografía: Don Burgess. Elenco: Tom Hanks, Benjamin Evan Ainsworth, Cynthia Erivo, Joseph Gordon- Levitt, Lorraine Braco, Luke Evans. Duración: 105 minutos. Disponible en: Disney+. Nuestra opinión: regular.
La historia es conocida. Un solitario pero bondadoso tallador llamado Geppetto pasa sus días entre relojes cucú y dolorosos recuerdos. Por ese motivo, una noche se deja llevar por la inspiración y comienza a elaborar a un niño de madera. Cuando el hombre se va a dormir, el muñeco recibe la visita del Hada azul y ella le da el don de la vida, aunque primero le advierte que deberá aprender a hacerle caso a su consciencia si quiere ser algo más que un niño de madera. De ese modo, el pequeño inicia una aventura en la que aprenderá a discernir entre el bien y el mal, comprenderá las consecuencias de la mentira (en su alma y en su nariz), y sobre todo, descubrirá qué significa ser más que una marioneta.
Como parte de sus platos fuertes de septiembre, Disney estrenó en su plataforma streaming una versión live action, que cuenta entre sus mayores atractivos, con la participación de Tom Hanks como Gepetto. Y esta película de Robert Zemeckis, responsable de grandes títulos como Volver al futuro, Naúfrago o Forrest Gump, se revela como un retrato fiel que no bebe del clásico literario de Carlo Collodi, sino más bien del popular largometraje animado de 1940, también producido por Disney. Y justamente ahí se encuentra el primero de los pasos en falso de este film .
Zemeckis, director parido de la cantera Spielberg y dueño de un universo audiovisual notablemente rico, se convirtió con el tiempo en un realizador asociado a experimentos fallidos, alguien que quizá se encaprichó demasiado con una técnica de animación que no seducía a los espectadores y que le significó sonados fracasos de taquilla como El expreso polar o Beowulf. Y frente a esos antecedentes, hay dos posibles formas de enfrentarse a esta nueva versión de Pinocho: una es a través de la figura de su director, y otra desde la construcción de la película en sí misma. La tragedia del asunto, es que ambas opciones conducen a un callejón sin salida.
Como se mencionó, Pinocho es una remake del film animada. Como una suerte de ejercicio similar al que realizó Gus Van Sant con Psicosis (cuya remake replicaba prácticamente plano por plano a la de Alfred Hitchcock), esta película es medianamente una fotocopia de su predecesora animada. Claro que mientras Van Sant era consciente de sus objetivos y ese calco era una decisión mucho más arriesgada de lo que se suponía a priori, en Pinocho esta puesta a punto de la historia animada termina por resultar tibia, como si Zemeckis no hubiera resuelto con precisión qué camino tomar. Hay cambios, desde luego, que son bienvenidos y que responden a una sensibilidad actual, pero que no representan valores cinematográficos en sí mismos. Decisiones que distan de integrar una puesta en escena definida y que, por ende, no responden a una lógica cinematográfica de Zemeckis como autor.
Quizás el mayor acto de bondad que puede recibir este Pinocho es considerarlo un film correcto, que apuesta por presentar la historia al público que no vio la versión Disney de 1940. Pero esta pieza no asume absolutamente ningún riesgo y se aferra a su antecesora animada de una forma incomprensible .
Sin lugar a dudas, lo más grave de este largometraje es su falta de decisión, su desinterés por buscar una personalidad propia que vaya más allá de la copia. Definitivamente, este Pinocho no tiene vida y le falta ese amor que le signifique ganar una voz propia. Alma y mala son anagramas, y ambas palabras le calzan a esta versión de Zemeckis que no solo es mala, sino que es una película sin alma.