"Programar el sexo", la propuesta de un investigador para mejorar la intimidad en la pareja
Diferencias en cuanto a cantidad y frecuencia son comunes en distintos ámbitos en la vida de pareja. Cuando uno quiere hacer dieta, el otro miembro está dispuesto a disfrutar de los placeres del comer; cuando uno tiene un espíritu fiestero incontrolable, el otro se ha hecho asiduo a las películas en casa, y sí, cuando uno quiere tener sexo con más frecuente, es posible que este ímpetu no coincida con el de la pareja.
Ocurre en todos los ámbitos y el sexo no es la excepción, más ahora cuando investigaciones demuestran que con la pandemia se han distanciado los encuentros sexuales y ha cambiado la dinámica de la intimidad. Así lo ha concluido, por poner un ejemplo, una encuesta que estudió el comportamiento sexual de más de 1500 adultos y casi la mitad reveló haber tenido menos sexo desde que empezó la pandemia. Aunque, hay que decirlo, también uno de cada cinco encuestados manifestó haber expandido su conocimiento sexual incorporando nuevas experiencias, como sextear, intentar nuevas posiciones o compartir fantasías.
Este último dato no viene al caso, pero es divertido saber que aunque hay menos cantidad de relaciones sexuales en cuanto a frecuencia, hay más creatividad. Además, el autor de esta encuesta, el investigador Justin J. Lehmiller Ph.D. propone alternativas para mejorar la discrepancia en la pareja, la cual fue manifestada por uno de cada cuatro personas en otra encuesta citada por el experto.
Empecemos por entender que es normal
El experto explica, en un artículo en Psychology Today, que las diferencias en cuanto al deseo sexual son normales, sobre todo en parejas de largo plazo. Suelen ser temporales y se superan, pero si esto se convierte en un problema que afecte realmente la relación es cuando se denomina discrepancia en el deseo sexual.
Encontrar la solución a esta situación tiene varias pautas de acción. Según recomienda la doctora Kristen Mark, entrevistada por Lehmiller, hay que observar las discrepancias como un asunto a resolver en pareja, no como un problema individual.
Es posible que algunos factores externos, como el estrés laboral, los hijos, el cansancio, estén afectando la libido, de manera que se hace necesario resolverlos para luego poder pensar en sexo. Incluso es posible -y completamente natural- que deban ir al especialista para encontrar el camino correcto. Y es aquí donde encaja una segunda acción: la comunicación asertiva.
Tratando de evitar conflictos, es necesario comunicar lo que queremos y lo que no queremos. Parece que después de un tiempo, la pareja debe adivinar lo que el otro quiere, pero no es así. El experto afirma que “mejorar la calidad del sexo que estás teniendo puede ayudar a estimular el deseo de tener más”, pero para mejorar debemos comunicarnos y enseñarnos mutuamente lo que nos gusta y lo que no.
En este sentido, la recomendación clave para minimizar las discrepancias que ofrece este investigador es programar el sexo. Plantearse citas. Aunque no suena como una propuesta muy sexy, el sexo no necesariamente es siempre espontáneo.
Según explica Lehmiller, la planificación tiene sus ventajas. “Tienes tiempo para que se desarrolle la anticipación (y la excitación). Por otro lado, tienes tiempo para entrar en el estado de ánimo adecuado para que puedas disfrutar plenamente. Cuando el sexo está en el programa, podemos planificar el resto de nuestras vidas en torno a él para tener menos interferencias y menos distracciones”.
Es como cuando planificas una fiesta, pasas semanas pensando en ello, más si tenemos la voluntad de que realmente podamos coincidir con la pareja y encontrar el punto de equilibrio.
La planificación también te prepara para el momento del encuentro y ofrece la oportunidad de disfrutar del juego previo con la pareja, de coquetear, de ser creativos en cuanto a lo que se va a disfrutar y, en consecuencia, aumentar las posibilidades de que ambos entren en sintonía simultáneamente. Lo más importante es que ambos estén dispuestos a trabajar por una relación sana en todo sentido.
Consecuencias de la abstinencia sexual
Antes de caer en la rutina y el fastidio de dejar pasar la oportunidad de mantener una relación saludable donde el sexo es importante, debemos saber que la abstinencia sexual tiene consecuencias.
Así como se han demostrado científicamente los beneficios del sexo, también hay estudios que profundizan acerca de los riesgos que implica no tenerlo. Por supuesto que se puede vivir sin sexo, pero por qué no practicarlo si se puede.
Un estudio publicado en 2018 y que estudió el comportamiento de más de 6000 personas de 50 años de edad en adelante observó que “la actividad sexual más frecuente y una mayor cercanía emocional durante la actividad sexual en pareja se asociaron con un mejor rendimiento de la memoria”. Además, está asociación entre frecuencia sexual y rendimiento de la memoria fue más fuerte entre las personas mayores de la muestra.
Por otra parte, una investigación que revisó la relación entre la frecuencia de la eyaculación y el riesgo de cáncer de próstata, encontró -tras más de diez años de seguimiento- que quienes eyaculan más veces tienen menor riesgo de padecer cáncer de próstata.
Por otra parte, la práctica sexual libera oxitocina y endorfinas, sustancias neuroquímicas que tienen un papel determinante en el manejo del estrés o la ansiedad. De manera que al no tener relaciones, puede que no las liberes tan frecuentemente, disminuyendo la facilidad de lidiar con estas emociones. Así lo explican en el portal especializado de Flo, donde también se destaca que dejar de tener sexo por un tiempo prolongado puede hacer que perdamos total interés en ello, lo cual, en definitiva, puede afectar profundamente la vida en pareja.