Sí, quiero ir a terapia: y ahora, ¿qué sigue?

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Después de negarlo por años, decidí buscar apoyo psicológico cuando vivir se transformó en una especie de tortura cotidiana. Un día simplemente me eché a llorar frente a mis padres y confesé que nada me hacía feliz. “Es hora de ir a terapia”, dijo mi hermana.

Aceptar que no te sientes bien es difícil y buscar ayuda puede serlo aún más debido a la falta de información suficiente, clara y precisa sobre salud mental a nuestro alrededor. 

¿Quién nos explica que existen diferentes tipos de terapia?, ¿alguien nos dice que es importante sentirnos cómodos con nuestro psicólogo?, ¿sabemos que se vale cambiar de terapeuta si de plano no sentimos empatía con él o ella? 

La American Psychological Association (APA) cita una investigación de la facultad de Medicina de Stanford para explicar que “algunas formas de psicoterapia pueden reducir eficazmente la depresión, ansiedad y síntomas relacionados como dolor, fatiga y náuseas”. 

Las investigaciones disponibles respaldan cada vez más la idea “de que la salud emocional y física están estrechamente vinculadas y que la psicoterapia puede mejorar la salud general de una persona”, explica la APA. 

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Tipos de terapia: ¿cuál escoger?

Aunque hay diferentes enfoques terapéuticos, es decir, distintas maneras de abordar un problema, el sexólogo César Galicia hace una pregunta básica que debes responderte: “¿qué esperas de la terapia?

“¿Quieres desarrollar estrategias puntuales para enfrentar equis problema? Quizá valga la pena ir a terapia cognitivo conductual.

“¿Buscas iniciar un proceso profundo y largo de introspección que te lleve a revisar tu historia de vida, la relación con tus padres, etcétera, para entenderte mejor? Podrías optar por el psicoanálisis.

“¿Quieres un proceso de exploración de tus emociones más centrado en el aquí y el ahora? La terapia Gestalt o humanista podría ser la opción”, recomienda. 

Si enfrentas alguna situación dolorosa y muy específica como la muerte de un ser querido, la separación de tus padres, una ruptura amorosa importante o abuso sexual, Galicia recomienda acudir con terapeutas especializados en cada campo.

“Después de la muerte de alguien querido quizá valdría la pena ir con algún especialista en tanatología (para el acompañamiento de duelos). Si el problema es un abuso sexual convendría ir con un sexólog@”, explica Galicia.

La terapia es un proceso muy íntimo y personal donde la relación paciente-terapeuta es esencial, por ello “el enfoque que le funciona a una persona puede que no le funcione a otra“, dice César Galicia.

Por esta razón, más allá del tipo de terapia que escojas es fundamental monitorear o estar pendiente de cómo te sientes en ese espacio y qué tanto haces clic con tu terapeuta, según la psicóloga clínica Tania Gómez. 

“Nosotros tenemos la obligación de exponer nuestro enfoque y presentarte un plan terapéutico; ese es nuestro trabajo, pero el análisis de qué tan cómodo te sientes es tu responsabilidad”, dice. 

Adriana Segovia, socióloga y terapeuta familiar, también pone foco en el vínculo entre paciente y terapeuta. “Al parecer este es el principal factor para que una terapia funcione”, explica. 

Los diferentes enfoques de terapia que te presentamos a continuación están sustentados en literatura y pruebas clínicas (no como el couching y constelaciones familiares, coff coff).  

Psicoanálisis

Adriana Segovia explica que la corriente psicoanalítica sirve para hacer un trabajo profundo que te llevará a los orígenes de los problemas.

La gente con personalidad introspectiva, ganas de conocerse y responder preguntas sobre sí misma suele embonar muy bien con este enfoque, según Tania Gómez. 

En el psicoanálisis -¿te suena Sigmund Freud?- se hace mucho trabajo de introspección para que tú generes tus propias conclusiones. 

Gómez dice que si eres analítico y te gusta hacer conexiones mentales es muy probable que encuentres motivación y gusto en este tipo de terapia. 

Ojo, este proceso terapéutico suele ser largo (a veces puede durar años), por lo que quizá no sea la mejor elección para las personas ansiosas o que necesitan resultados a corto plazo. 

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La Gestalt

La terapia Gestalt supone que en el desarrollo de las personas hay asuntos que han quedado inconclusos, los cuales generan sufrimiento, explica Adriana Segovia. “Este proceso terapéutico consiste en concluir o cerrar tales procesos para sanar“.

Este enfoque de terapia puede resultar motivadora para personas extrovertidas e histriónicas, explica Tania Gómez. ¿La razón? La participación tan directa de la persona sobre su proceso (en el que incluso puede haber representaciones).

Por ejemplo, si un día dices que te sientes como cucaracha es posible que tu psicólogo te diga que actúes como cucaracha, literal, con el objetivo de que dimensiones lo que estás diciendo. 

Es común que la terapia Gestalt también se dé en grupos, por lo que quizá alguien introvertido se sienta amenazado e incómodo. 

César Galicia dice que esta terapia puede ser “demasiado intensa” para algunas personas, “pero esa sacudida podría beneficiar a otras”. Prueba y error.

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Terapia cognitivo-conductual

Generalmente este tipo de terapia se asocia con resultados a corto plazo. La razón es que con la terapia cognitivo-conductual trabajas mucho con el aquí y el ahora, el cambio de hábitos y esquemas mentales, dice Tania Gómez. 

Adriana Segovia explica que este tipo de terapia se enfoca en las conductas que quieres cambiar, así como en las ideas que las sostienen.

César Galicia dice que esta terapia “es la más reconocida por ser la más validada científicamente, pero para algunas personas puede resultar muy fría”.

Es probable que le huyas a este tipo de terapia si no te gusta que te confronten de manera taaaan directa.

Pero volvemos a algo muy importante: puedes cambiar de terapia y de psicólogo cuando lo necesites. 

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¿Qué hacer si no estás cómodo con tu terapia?

Hablarlo, hablarlo, hablarlo. La labor de tu psicólogo o terapeuta es escucharte. Gómez dice que tu terapeuta puede hacer ajustes al proceso y resolver todas las dudas que tengas. 

Si de plano sientes que no tienes empatía y no haces clic, también hay que decirlo. Si no te dejas ir o te cuesta trabajo hablar (no por los temas, sino por la persona que está frente a ti), se vale decir que no quieres. Si necesitas parar o no tocar ciertos temas, también es importante decirlo, es tu derecho.

Segovia, por su parte, recomienda probar con un par de terapeutas en una o dos sesiones y ver si te sientes suficientemente cómodo, entendido y ver si lo que te plantean te hace sentido. 

“Sí hay que fomentar la cultura de acercarnos a especialistas en salud mental, pero también fomentemos el monitoreo de cómo nos sentimos cuando ya estamos en terapia”, dice Tania Gómez. “Si no te sientes a gusto no será sano para ti”.