El rey Juan Carlos: de un esperado reencuentro familiar a la euforia por su victoria en el mar, contado por Laurence Debray
El tiempo no acompañó, durante la semana de competición europea de vela de 6 metros, en Sanxenxo. Hubo días de lluvia, días sin viento y días con demasiado viento. Por el tiempo inestable, el suspenso se mantuvo hasta el final. No fue hasta el sábado 5 de octubre, cuando el Bribón supo que había ganado la competición por cuarta vez. Ya tiene tres títulos de campeón del mundo. Una bonita victoria colectiva. Un rayo de sol en medio de los escándalos que ensombrecieron la semana.
El Rey Juan Carlos puede contar con un equipo muy unido de excelentes regatistas tan curtidos como él, con algunos de los cuales lleva navegando casi veinte años: Alejandro Abascal, Roi Álvarez, Ross McDonald, Eduardo Marín, David Louzao, Lino Pérez y, por supuesto, Pedro Campos. Este amigo y cómplice acumula diecinueve títulos mundiales, once Copas del Rey, primer patrón español de la Copa América, ocho veces ganador de la vuelta a la península a vela, medalla de oro al mérito deportivo... Es quien dirige el Centro Náutico de Sanxenxo y quien recibe al Rey con los brazos abiertos, en su discreta casa frente al mar. Entre los dos, han hecho de Sanxenxo un destino obligado para la vela de competición. Juan Carlos partió de Sanxenxo hacia Abu Dabi, en el más absoluto secreto, en pleno verano de 2020.
Siempre vuelve a Sanxenxo, donde tiene su habitación, sus costumbres y su ropa de vela. Sobre todo, desde que le han cerrado las puertas de La Zarzuela. Cuenta con su segunda familia, su familia marinera, siempre fiel y acogedora. Cada noche, después de las largas jornadas de regatas en las que han luchado contra el frío, la lluvia y el cansancio, se reúne con sus compañeros para hablar de los vientos, de las velas y de estrategia. Es una reunión cumbre a la que nunca falta.
Las esposas están invitadas luego para la cena. Se prepara una larga mesa, en una sala contigua al garaje de la casa. Todos se sientan sin protocolo, junto a familiares y amigos que han venido a verlo y apoyarlo. Los dos mundos se mezclan y se aprecian. El ambiente es muy alegre y cálido. La gente recuerda viejas anécdotas y se ríe mucho.
La infanta Elena, siempre de buen humor, ha venido a pasar el fin de semana. La hermana del Rey, la infanta Margarita, también está aquí unos días con su marido, sus dos hijos y su nieto. Siempre se sientan uno al lado del otro y se cogen de la mano. Tienen un fuerte vínculo de respeto y afecto. También están Simoneta Gómez Acebo y su hijo mayor, Luis. Simoneta necesita apoyo, desde que murieron dos de sus hermanos en un intervalo de seis meses. Se parece a su madre, la infanta Pilar, en sus gestos, su carisma y su forma de hablar. Entre Juan Carlos y ella, las bromas y las réplicas vuelan, como en una partida de ping-pong. Son muy cómplices y divertidos.
A Sanxenxo acudió una gran representación de la familia del Rey: la infanta Elena, la infanta Margarita, acompañada de su marido, sus dos hijos, María y Alfonso, y su nieto Carlos, así como Simoneta Gómez-Acebo y su hijo Luis
Alrededor de la mesa, todos comparten la pasión por el mar. "El jefe", como le llaman sus íntimos, siempre ha encontrado refugio allí. Es su forma de desconectar, de encontrar un poco de libertad. Le sigue gustando arriesgarse y esforzarse, a pesar de su edad. La noche de la entrega de premios, en el Club Náutico, fue recibido con respeto. Los participantes de todo el mundo vienen a saludar al ilustre veterano.
Y fue con una alegría no disimulada, en medio de los aplausos, cuando recibió la copa con sus compañeros de equipo. Uno de ellos. Uno con ellos. Saboreó estos momentos felices, suspendidos en el tiempo, rodeado de los suyos antes de volver a la soledad del desierto. Sanxenxo sigue siendo un interludio encantado.