Rossy Mendoza, la vedette que prefirió el cabaret a las lágrimas de las telenovelas en México

Rossy Mendoza, actriz y vedette que rechazó las telenovelas por su amor al cabaret. (Foto: Proveedores)
Rossy Mendoza, actriz y vedette que rechazó las telenovelas por su amor al cabaret. (Foto: Proveedores)

La tristeza también se asomó en los últimos días de 2023. El 29 de diciembre se dio a conocer que la actriz y vedette Rossy Mendoza falleció a los 80 años como consecuencia de un paro cardíaco. Con su partida se va también la historia de una época de esplendor para el vedetismo mexicano.

Hasta la recta final de su vida defendió y dignificó la figura de la vedette dentro del espectáculo nacional, tal como puede apreciarse con su aparición en el documental Bellas de noche (2016), de María José Cuevas. Fuera de cámaras también lo hizo con diversas entrevistas para posicionarse contra el estigma de que “las mujeres de cabaret” eran “encueratrices”.

En su caso, el estereotipo de encueratriz creció por sus participaciones en sexy comedias, dentro de las cuales lució desnuda en títulos como Los verduleros (Gilberto Martínez Solares, 1986). Sin embargo, como detractora de que se le denominara “cine de ficheras” al periodo de producciones ochenteras cómicas y de bajo presupuesto porque las actrices no fichaban, Mendoza insistió en reiterar a la prensa y la audiencia no confundir sus actuaciones en pantalla grande con su trabajo en centros nocturnos, ni tergiversar o denigrar el concepto de “cabaretera” como una alusión a la prostitución.

Su amor por el cabaret y el vedetismo tuvo que ver con los vestuarios fastuosos, el juego de luces, el baile, las coreografías y la cercanía con el público. La vida nocturna de los 60’s y 70’s tuvo en las vedettes a artistas respetadas y respetables por sus shows de variedades, comparsas, burlesque y music hall. Hombres y mujeres disfrutaban por igual de estos espectáculos. Rossy Mendoza fue una de las grandes estrellas de esa etapa que llenó los lugares donde se presentó.

Fue tal la fama que tuvo con sus números y atuendos que Ernesto Alonso se acercó a ella para convencerla de incursionar en la televisión como actriz de telenovelas. En 1979 le propuso el pequeño papel de Rossy Miranda dentro del melodrama Yara, que fue protagonizado por Angélica María y Jaime Moreno.

Mendoza aceptó por cortesía y por tratarse de ‘El señor telenovela’. Luego de ese favor le pidió a Alonso que no volviera a llamarla para salir en televisión debido a que era un medio que no le gustaba, además de que le quitaba tiempo para atender lo que realmente le generaba ingresos y proyección, el cabaret.

En junio de 2022 el periodista AJ Navarro la entrevistó y le respondió lo siguiente para el diario La Crónica: “Yo ganaba 25 mil pesos en el cabaret y la televisión pagaba mil por todo el día. Yo trabajo por el público, no por el dinero. Trabajaba en la noche, no podía dejar el cabaret porque yo era la estrella, yo era la responsable de todo el espectáculo. Hice la novela con mucho esfuerzo, porque era de día, cuando yo dormía, no estaba reponiendo mis energías”.

Vivió el mismo efecto que Valentín Trujillo, estrella del cine que rechazó invitaciones de Televisa para ser galán de telenovelas. La única ocasión que accedió a aparecer en televisión fue en 1985 con Juana Iris, drama que estelarizó junto a su amiga Victoria Ruffo, quien fue factor para que él diera el sí a ser su coprotagonista como un gesto de amistad, esto después de que ella participara en su ópera prima como director.

Para 1979, Rossy Mendoza ya había actuado en películas, incluso con El Santo en Santo vs. Los secuestradores (Federico Curiel, 1973) y con Mauricio Garcés en El Sinvergüenza (José Díaz Morales, 1971). A diferencia de la televisión, el cine sí le atraía porque los rodajes se llevaban a cabo en temporadas que no había cartelera de cabaret y porque pagaba bien. No se empalmaba con su trabajo como vedette.

Otro aspecto que no le agradó de la pantalla chica era la irremediable petición de que fuera más recatada en su imagen, tal como sucedía con colegas suyas como Olga Breeskin. Los códigos de ética y moral que manejaban las producciones televisivas de ese entonces no veían con buenos ojos que las “mujeres de cabaret” fueran identificadas como tales en contenidos familiares. Como no estaba de acuerdo en eso, Mendoza rechazó con más consciencia las ofertas para salir en telenovelas.

Con su fallecimiento, Rossy Mendoza hereda un legado del vedetismo en México que en su voz y convicción se posicionó como una alternativa artística, cultural y social que con el paso del tiempo se ha querido distorsionar. Tanto fue su reconocimiento hacia las vedettes y vida nocturna que entretuvieron a la población de antaño que prefirió entregarse en cuerpo y alma al cabaret antes que sucumbir a las tramas de lágrimas y corazones rotos de la televisión.

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